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La venganza será terrible del 07/11/2012

Comentario #54608

Sacarías

Sacarías el jueves, 08 de noviembre de 2012 a las 04:38 AM en La venganza será terrible del 07/11/2012 dijo:

Los crudos números: Ni primero ni segundo. Tercer programa desde el Bar del Plata. Nos sentamos y éramos 11, contando a Dolina a Barton y a Dorio. Los 8 del público estábamos distribuidos en 2 mesas, a razón de 4 por mesa, lo que en un auditorio que tiene una docena de mesas da la impresión de lugar desierto. Yo estuve ahí, yo lo vi: mientras sonaba la cortina de la apertura, Dolina miró a la concurrencia, lo miró a Dorio y le hizo un gesto significativo, que acompañó de palabras ídem.

Tanto dramatismo, sin embargo, duró poco, o fue aliviado, al menos pasajeramente, por la entrada en estampida de otras 10 personas, que se habían entretenido en la puerta firmando el libro de visitas de la radio.

No es extraño que mientras esperábamos para entrar los 8 que éramos al principio, el tema de conversación fuera acerca del renglón ‘colectivos’, sus recorridos e idiosincrasias, sus pros y sus contras, y sobre la ventaja circunstancial de vivir a 6 cuadras de la radio. ¡Ay!, yo callaba, porque si algo he asimilado, de tanto repetirlo Dolina, es que hablar de recorridos de colectivos es muy poco recherche. Pero debe cerrarse muy fuerte la boca y mucho debe pellizcarse uno los muslos para vencer la tentación de acotar pormenores sobre recorridos y frecuencias, y que usté para dónde va y de dónde viene y que entonces le convendría más el 570, porque lo deja en la puerta de un sinnúmero de lugares interesantes.

U sea: porque era fácil y no requería ningún pensamiento, llegamos a la conclusión de que este lugar, en términos de ubicación estratégica, viene a quedar allí donde la circunferencia de Pascal (cita erudita que suministró la señora del informativo). Lo que lleva a suponer que ese es el motivo de la poca gente. Yo lo vi a Dolina y me pareció que le susurraba a Dorio que así no iba a seguir la cosa. No tuve que destripar ningún pajarito, sólo dejarme llevar por la sugestión prejuiciosa y por mi propia angustia de espectador.

Sección informativa "Los consejos del caminante": seguí hoy con mi degustación de las varias maneras de rumbear, grosso modo, hacia Cabildo y Juramento. Si ayer el túnel peatonal bajo las vías de Carranza recordaba la película "Irreversible", hoy el paso frente a unos monoblocks en la calle Conesa remitía a la película "Milagro en la Calle 8", pero en versión noir y con final triste. Elegí la calle Conesa, esta noche, porque veía pasar muchos camiones y me pareció que sería menos solitaria. Ahora bien, pronto se hizo evidente que, para los camiones, la calle Conesa no era un medio sino un fin, fuera esto o no éticamente reprobable por la Asociación de Amigos de la Calle Conesa, sita en av. Huidobro. El asunto es que no tardé en dar alcance a las postrimerías de una larga fila de camiones, a cuyo extremo iban a sumarse los que seguían llegando, siempre a una velocidad mayor de la que era capaz de absorberlos el lugar al que se dirigían, que a la sazón se confundía con la propia dirección de mis pasos. Me dije que, a ese ritmo, los camiones pronto llenarían el universo observable y que mucho sangra el corazón del que tiene que pedir. Menos por el sentido de la vista, inútil en esos andurriales, que por el del olfato, potenciado a causa de la oscuridad como el de un perro ciego, inferí que eran camiones de basura, pero el motivo de su peregrinación en fila india se me hacía misterioso. ¡Haber adivinado que en esa cuadra la A.E.S.A. tiene una fábrica de basura, y que a las 2 de la mañana los camiones pasan a retirar los pedidos que deben entregarse a primera hora! Aun peor: como yo caminaba entre la fila infranqueable de camiones y la pared de un edificio poco menos que infinito, no pude ver que la calle Conesa discretamente se bifurcaba, transformándose una de las ramas en una calle interna del complejo productor de residuos domiciliarios marca A.E.S.A. ¿Y después cómo explicar que se había tratado de un error y que por más basura que aparentase era sólo un peatón que había dado el mal paso? Por suerte, ni fueron tantas las explicaciones necesarias ni tampoco fui atropellado gravemente al tratar de regresar a la verdadera calle Conesa.

Después de esta experiencia, el cruce del puente sobre las vías por Jorge Newbery fue algo menor, y del resto del camino sólo debo consignar que tanta alerta amarilla, tanto tomar agua para pasar el rato, tanta hidratación promovida a punta de pistola, revestían a cada rincón hospitalario y a cada anchuroso árbol con los colores más lisonjeros. Como en la conversación sobre colectivos, también triunfé de esta difícil prueba y emergí fortalecido.