Programa del mediodía.
Segmento reflexivo.
Esa sospecha, es lo patológico, es lo tóxico, es el mal. El hombre en general se siente inclinado a no negar el mal, jamás se le ocurre sospechar que no exista. ¿Será porque a diferencia del bien, es nasturalmente humano y en cambio el bien es algo a alcanzar, algo a experimentar, algo a elegir? Claro que desde la literatura queda muy lindo y es interesante, pero en la vida esa sospecha es miserable. También ha dicho Dolina que hay hombres que prefieren tener razón, antes que ser dichosos. Conscientemente parecen trabajar para el bien , para el amor, para la felicidad (¿por arriba de la mesa?) en tanto de modo subconsciente no inconsciente (¿por abajo de la mesa?) trabajan para el mal, para el desencuentro, para la infelicidad. Nunca dice el hombre "el mal me traicionó, el diablo metió la uña", pero sí, Dios no existe, la promesa de los dioses es una falsedad. Los dioses por su propia naturaleza no pueden ser falsos ni mentir; los dioses como el estado político, no pueden ser intervencionistas porque negarían la libertad, el libre albedrío (libertad que el hombre reclama a gritos pero, allá en su coleto lo aterra). El Gran mentiroso, el caos del caos - no el caos del orden - sigue siendo exitoso,... "no me verán venir". Tal vez en un mundo - no vida, que la vida es otra cosa - de tanta injusticia y desdicha, ser feliz es una culpa o "una sospecha". Pero alguien feliz, sin apropiarse, sin violar ninguna fuerza constructiva, es la prueba del valor de la vida y que, posiblemente, el triunfo de la vida sobre este infierno sea el sentido de todo. El miedo de su propia capacidad de maldad, hace que el hombre crea que "no merece a esa mujer o ese amor"... Y es la angustia de fallar, lo que conduce a fallar. Si alguien que ama, se entregara totalmente, cerrando todo resquicio para que la sospecha no venga a contaminar, nunca temería fallar porque ha perdido la conciencia de sí mismo, para ser conciencia de amor, no ego. Cuídate del Mal - conócete a tí mismo y mantén las riendas, sé el que dirige. Se le pide a los políticos que lo hagan y un hombre solo no es capaz con el territorio de su alma, de su psique, de su enemigo.
En una obra literaria, el hombre resulta el héroe y el gran amador. En la vida real, no levanta ni a un perro atropellado o herido en la calle ("no es mío, es para problema") ni se arroja al agua a rescatar a un inminente ahogado, para no arruinarse el traje nuevo. Es fácil inferir qué sigue.
Hermosa canción Suplicando a la Cruz. pero un símbolo sólo es un símbolo (como mirar los montes de Asturias) : lo que cuenta, lo que construye la trampa o la ventura, es qué siente, qué es en ese instante y quién, el que mira y el que pide y el que promete, el que se entrega en el acto o el que manipula el acto.