Transcripción automática
0:00:00 Hablaremos otra vez de los sentismos. Saben ustedes que nosotros estamos considerando la posibilidad de hacernos hermita años, de hacernos cestas, de vivir en una cueva o quizá como aquellos estilistas de los que hablamos alguna vez, de vivir en lo alto de una columna y pasar ya 20 o 30 años para reemplarnos nuestro espíritu.
0:00:24 Por eso estamos tan interesados en este asunto. Ya saben ustedes que hemos hablado de centelares, no sé si de centelares, pero de docenas de hacernos cestas.
0:00:39 Gente que iba a buscar la salvación a los desiertos, no sé si la salvación del alma o quizá alguna señal divina, en general iban todos, recuerden ustedes, al desierto de Ypsio o también al desierto de Siria.
0:00:54 Trataban de un modo casi oriental de anular sus deseos y reducir su vida a un mínimo.
0:01:04 Cuenta Volter, que seguramente detestaba a los hacestas, que un auténtico haceta llegaba al Estado de Eziquía.
0:01:13 Esto se producía cuando ningún sentimiento, ningún pensamiento, ningún saber, ninguna imagen sensible podía perturbarlo.
0:01:21 Puede decirse entonces si a Volter contra Malicia que un verdadero haceta no podía disfrutar ni siquiera de la visión de Dios.
0:01:30 Debió renunciar sin pesadumbre, incluso con gozo, a cualquier señal divina, entre tantas cosas a las que renunciaba el haceta, seguraba también la percepción de señales divinas.
0:01:43 Entre todos aquellos que renunciaron a los placeres mundanos para obtener alguna señal, hubo uno que renunció incluso a la visión de Ángeles y aún a la visión del Cristo.
0:01:54 Supo demostrar hasta qué punto la Eziquía, de la que hablaba Volter, era, según Juanquilmaco, una despreocupación de toda cosa.
0:02:07 Se trata de San Salaman, una Zeta de Ciglia.
0:02:13 Y cuenta que odorece a aquel historiador que tanto se complacía en historiar estas cuestiones, que los ángeles se le acercaban a San Salaman con gran insistencia y que Salaman se comportaba con total indiferencia.
0:02:30 Y en alguna oportunidad, haciado de aquellas presencias ángelicas, llegó a usantarlos a piedras.
0:02:37 Y, por venía a los ángeles, se agachaba a grabar un medio aladrid y se los revolveaba.
0:02:43 Hay una escena muy cinematográfica.
0:02:47 San Salaman, ahí en medio de su renunciamiento, los ángeles que se le acercan, ni está para felicitarlo.
0:02:56 Y San Salaman cagó una piedra y los ángeles que enlucen, así como en el chapoteo de Alas.
0:03:06 Anotaron algunos historiadores que en varias oportunidades, se le presentó a San Salaman el mismo Cristo a la entrada de su bruta
0:03:15 y que San Salaman no le respondió jamás.
0:03:18 Ese era un verdadero aceta.
0:03:20 Había adquirido tal reputación de esa entidad que todavía en vida los habitantes de los pueblos cercanos a su refugio se disputaba en su cuerpo.
0:03:29 Un día varios hombres entraban a su bruta y se los llevaron sin que el santo mostrara oposición o consentimiento, tanto nada.
0:03:38 Entonces los llevaron a ser más vivitos, ya que no coleando.
0:03:43 Lo conducieron a su pueblo natal en Siria, un pueblo que aquí era decirlo, no dice cual, mita por ignorancia el cronista.
0:03:52 Le construyeron una vivienda y lo encerraron en ella para que con su presencia ayudara a la prosperidad general.
0:03:59 Tenía fama de santo y creían sus coterráneos que la presencia de San Salaman iba a ser prosperada todo el mundo.
0:04:10 A hecho estos Salaman se quedó ahí.
0:04:14 Al cabo de algunos días los vecinos de otro pueblo cercano entraron a vivienda y se lo afanaron.
0:04:21 Se los llevaron para su pueblo.
0:04:24 Y ahí lo dejaron hasta que otra vez fue raptado por habitantes de un tercer pueblo.
0:04:31 El de San Salaman fue uno de los pocos casos de reliquia viviente.
0:04:35 Él jamás hizo ningún esfuerzo para quedarse donde estaba o para irse, nada.
0:04:42 No le habló a nadie.
0:04:45 Era como si se llevara en un ropero.
0:04:51 La autoría de los asentos, como se dijo al principio, se sometieron a ciertos malestares para ganarse el cielo.
0:04:58 La verdad que en estos casos la posibilidad de lograr la presencia de Dios les era enormemente gratificante.
0:05:05 Hacían cosas como esta.
0:05:07 Arceño, Romano, estaba interesado en padecimientos olfáticos.
0:05:16 Al invalsar de otros a la Corea, general y campesinos coptos de cerca del Egipto, Arceño era Romano y tenía gran fortuna.
0:05:25 Era culto, señor Isennoble.
0:05:28 A la edad de 36 años había sido preceptor de peadocio grande.
0:05:33 Y después de 10 años junto al emperador, y se amase, se me ve una gruta para vivir en su oliva.
0:05:39 Bueno, Arceño, que como hemos dicho prefería los padecimientos olfáticos, se rodeaba de agua podrida.
0:05:47 Fabricaba unas recipientes en los que sumergía cualquier podredumbre y esperaba que prohíficara la pestilencia.
0:05:57 Y así vivía en medio de un olor insoportable y culpero feo.
0:06:02 Cuando se le preguntó por qué lo hacía, incluso desde lejos, se le hizo esta pregunta.
0:06:08 Arceño dijo que era para que en el Dio de Juicio Dios no liberara de la pestilencia inconcebible del infierno.
0:06:17 Ah, hicieron cosas y comprevió lo inmediatamente.
0:06:20 Así vivió hasta su muerte a los 82 años de edad.
0:06:26 En medio de estos padecimientos olfáticos.
0:06:34 Es un lindo modo de castigas.
0:06:38 Uno de los refinamientos más usuales consistía en llevar cadenas de hierro, a veces muy pesadas,
0:06:44 que hacían extremadamente penoso mantenerse de pie.
0:06:49 Ahí estaba Sanacésimo, si se llamaba.
0:06:53 Este ya era un padecimiento.
0:06:57 Pues Sanacésimo iba cargado de tantos hierros que tenía que andar en cuatro patas.
0:07:03 Y lo hizo toda su vida, me refiero a andar en cuatro patas.
0:07:07 Iba de un lado a otro como un perro.
0:07:12 Para aquellos que como Sanpolicrono no querían ser honrados por los hombres, ese tipo de asesis era equíclicas.
0:07:23 Porque era un asesis que despertaba la almiración.
0:07:25 Ah, mira lo asercimo, como vienen cuatro patas llenos de cadenas.
0:07:29 Qué admirable.
0:07:31 Bueno, Sanpolicrono detestaba esta ausentación de la asesis.
0:07:39 Le parecía que era demasiado espectacular.
0:07:43 Para evitar que eso le sucediera, Sanpolicrono sustituyó las cadenas y se consiguió un enorme raíz de roble.
0:07:50 Y por la noche la cargaba la espalda para arriesgar a Dios.
0:07:55 Supongo que por la noche para que no andieran viéndolo.
0:07:59 Por mi expresión.
0:08:01 Otra costumbre curiosa era la stasis.
0:08:05 Y se proponía que la mirada, eso lo hemos contado, hacia determinadas cosas, o como decían ellos,
0:08:13 a cerrar los ojos a los esplendores más accesibles.
0:08:17 Sal del piblo, que vivía cerca de Jerico, había elegido no mirar jamás al occidente.
0:08:25 Miraba para todas partes pero no al occidente.
0:08:30 Tampoco miraba a las estrellas después de lo caso.
0:08:33 Así estuvo durante 20 años.
0:08:38 No miraba a las estrellas.
0:08:41 El grifo que correse es que nadie se encuentra.
0:08:48 Si vos elegís mirar al occidente todo el tiempo, ayer se va a dar cuenta.
0:08:56 Pero vos, si elegís no mirar al occidente, no resulta de una evidencia tan grande.
0:09:03 Para todos, incluso el que no mira al occidente algún día, le reclama a sus compañeros la falta de atención.
0:09:10 Dice, ¿cómo no me decís nada acerca de qué dicen los compañeros?
0:09:14 ¿Acerca de que no miro al occidente?
0:09:17 No me di cuenta de que no hacía tal cosa.
0:09:21 Bien, pero en todo caso, se han el piblo bien elegido.
0:09:26 Ahora bien, la más mínima disfracción o la menor mirada hacia lo que él mismo se había censurado merecía terribles castigados.
0:09:37 Él mismo se castigaba.
0:09:38 Si por ahí miraba para allá, sin darse cuenta, se castigaba.
0:09:42 Sara Eusebio había fundado el monasterio de Tileda cerca de Alepo, allí donde el sordo.
0:09:49 Estaba asentado con amianos sobre un peñón ocupado en leer y comentar el evangelio.
0:09:56 Parece que Sara Eusebio se distraja un instante en mirar unos campesinos que estaban labrando a la tierra en una llanura que había por ahí
0:10:03 y no pudo responder a una pregunta de amianos.
0:10:07 Desde aquel día y para castigarse al mismo por esa disfracción, se prohibió mirar camas aquí desde la llanura en donde estaban los campesinos,
0:10:16 así como gozar del placer de observar al cielo.
0:10:19 Y por estar seguro de no mirar nunca al cielo, rodeó su cintura con un cinturón de pierro,
0:10:25 se puso al cuello un collar muy grueso, lo sujetó al cinturón con otro trozo de pierro,
0:10:31 y ahí andaba mirando al suelo y así estuvo hasta el último de sus días.
0:10:36 Mirando para abajo y arrasando a los angusos y arrimado a la pared.
0:10:41 Sara Eusebio vivió de esa manera, sigo sin mirando para abajo, durante más de 40 años.
0:10:48 Esta última severación parece recomendar la conducta como saludable.
0:10:57 Si un hombre ya mayor pudo vivir 40 años más mirando para abajo,
0:11:02 pues será conveniente que las personas ancianas se compren el cinturón de pierro
0:11:07 y se convenen a mirarse la capillada de los alpartos para vivir otros 40 años.
0:11:18 No es así.
0:11:20 No es así.
0:11:22 Nosotros también hemos dejado de mirar hacia algunos puntos,
0:11:31 especialmente hacia algunos puntos detrás de nosotros.
0:11:36 Quiero decir, en el pasado, no me he prohibido, aunque nadie lo nota,
0:11:43 mirar hacia algunas regiones de mi pasado, no me digo.
0:11:47 Pero no para castigarme, por el contrario.
0:11:50 Para aliviarme.
0:11:54 Así que disculpen, si ustedes me ven, con estas cadenas, con este cinturón de cuero...
0:12:00 No, de cuero es como...
0:12:02 De fíjese roble.
0:12:06 Y con esta raíz de roble que se evoca arregada en la espalda,
0:12:10 y si me ven llegar en cuatro patas con la melena revuelta,
0:12:14 la corbata flojé y suelte, y el mameluco al revés.
0:12:19 Es nada más que para no mirar al pasado.
0:12:23 No mirar a algunas partes.
0:12:25 Algo puedo mirar.
0:12:27 Aparte de mi pasado, por ejemplo, la libre te enrolamiento,
0:12:30 y esas cosas que sirven, que más no sean,
0:12:33 para garantizar que uno siga siendo quien era.
0:12:35 A veces uno se acuerda que en era,
0:12:38 hay preocupado cómo está uno por el presente,
0:12:41 al no pensar en el absoluto en el pasado,
0:12:43 no se acuerda quien era.
0:12:45 Lo que garantice quiénes éramos o quiénes somos,
0:12:48 es el pasado.
0:12:50 Este presente no me garantiza nada.
0:12:54 Si me voy a hacer atrás, veo algunos documentos
0:12:56 que dicen que no está, que sé yo,
0:12:58 que le sé el tal, que me hicí,
0:13:01 así que únicamente esas miradas me permito nada más
0:13:04 que para no meterme en casa, que no son la mía,
0:13:08 y olvidar a todos mis pasados sabría dónde ir a dormir esa noche.
0:13:13 Pero como conozco mi pasado,
0:13:16 me puse a dar un vistazo.
0:13:28 ¿A quién le digas eso?
0:13:30 ¿Conoces esto?
0:13:32 No, no, no, para nada.
0:13:34 ¿Dónde no viste?
0:13:37 Aquí vamos a saludar el cacto, todo esto,
0:13:40 Ana Coresta.
0:13:42 A mí me gustaba el que no raptaba, Alejandro.
0:13:44 El que no decía nada cuando lo cachó.
0:13:46 Ah, bueno, esto es lo que más me gusta.
0:13:48 Esto es lo que me guste, porque se quedaba ahí como un muayel.
0:13:51 Mózca, mózca, lo rataba, lo quedaba no importa, iba a dar suerte a cualquier parte, ¿no?
0:13:59 Y desde luego le agradecemos a Teodoretto,
0:14:03 losadores de estas historias,
0:14:06 que incluso vino a soportar durante toda su vida
0:14:09 a las gracias de sus amigos.
0:14:13 También Teodoretto acostumbraba a andar en cuatro patas,
0:14:19 como algunos de los hermitáneos cuya existencia y losaba.
0:14:25 Tal vez lo hacía por consejo de algunos de sus amigos.
0:14:38 Usted se preguntará con qué canción podemos ilustrar esta historia.
0:14:44 La breve colección de Anacoretas, una más entre tantas,
0:14:47 porque si en algo somos expertos aquí, expertos aquí, es en el mensaje.
0:14:52 Bueno, toda vez que San Salamán se quedaba allí donde lo ponían,
0:14:58 se me ocurrió que el tango que demos aquí no estaba mal para ilustrar
0:15:04 aquella falta de iniciativa.
0:15:07 Porque no puede quedarse en un lugar por fortaleza de carácter,
0:15:11 pero también por gran porpereza.
0:15:14 Puede ser que los instale y de aquí nadie me mueve,
0:15:18 o que uno se deje caer ahí como una piedra y diga,
0:15:21 y ahí está.
0:15:26 Queremos que aquí es un bellísimo tango de Don Héctor Samponi
0:15:30 y escucharemos justamente la versión de su autor en solo el pie.
0:15:38 Adelante, Don Héctor.
0:17:21 No sé si lo sé,
0:17:25 pero no sé si lo sé.
0:17:28 No sé si lo sé.
0:17:31 No sé si lo sé.
0:17:34 No sé si lo sé.
0:19:10 No sé si los ukuleles no ي Testing
0:19:14 No sé si los ukuleles wherever
0:19:17 our
0:19:18 jou
0:19:19 jou
0:19:20 jou
0:19:22 our
0:19:25 41
0:19:26 48
0:19:27 49
0:19:32 50
0:19:37 que me acompañó en esta convicción también, y después de una investigación rápida realizada
0:19:45 comprobamos que teníamos razón. Yo escuché a Icloz Tampón y tocaba muchas veces este tango
0:19:51 y no lo tocaba así. Claro que así es un escuperno pianista, así que lo ha tocado del modo
0:20:01 que ustedes han oído bien distinto a cómo lo tocaba Don Egloz Tampón. De todo modo, siguió
0:20:06 un hundro y te veo tango, quedémonos aquí. Muy bien, pausa.
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