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0:00:00 Vamos a hablar de dos, tres de Jodos que gobernaron consecutivamente a mediados del siglo XII.
0:00:07 Teudis y Teudiselo. Se llamaban las albinas nombres.
0:00:15 Teudis era un hombre culto, distingido, romanizante.
0:00:21 Era un apasionado de las instituciones romanas y también de los holgorios, de el circo y de la gastronomía.
0:00:30 Estaló su corte en Sevilla. Antes había estado en Narbona y en Barcelona, pero un día dijo, bueno, muy bien, Mezcano en Sevilla, Mezcano.
0:00:41 Creía que esa ciudad estaba más a salvo del ataque de los crancos.
0:00:46 Por lo pronto estaba más al sur. En realidad, Teudis buscaba allí un contacto más estrecho con la población vértica.
0:00:55 La más romanizada, la más rica y la más culta de toda España en aquel tiempo.
0:01:01 De ese modo pretendía también gozar de todas las delicias de aquella tierra y de aquella creación.
0:01:10 En el día de juácevilla, Teudis empezó a disfrutar de los dignos y de la gracia arrebatadora de las bailarinas.
0:01:18 Las bellas sevillanas eran asediadas por Teudis y también por los compañeros de Teudis.
0:01:25 Pero los problemas empezaron cuando los ojos del rey se posaron en los cuerpos de las esposas de hijas de los macanudos del lugar.
0:01:35 Los cortesanos y cigodos, siguiendo el ejemplo de su soberano, no tardaron también a hacer lo mismo, es decir, posar sus ojos con los sus manos en las muchachas.
0:01:46 Teudicelo, o Teudicelo, un noble godo muy asegado al rey, superó en las alias amorosas a todos los muchachones de la corte.
0:01:59 Un dato curioso, los encuentros alegres del rey y de sus compañeros eran contabilizados para una especie de competencia.
0:02:08 El rey Teudis se unió en una jornada a seis bailarinas.
0:02:14 Iba a decir una detrás de la otra, pues no estoy seguro de qué es la ciudad.
0:02:19 El rey Teudis ya se lo dice, pero otro neato, el noble Vítiges consiguió amar a cinco.
0:02:27 Ay, casi hermano.
0:02:29 Pero Teudicelo se lujo y amó a once sevillanas.
0:02:34 El triunfo en esas competencias amorosas se premiaba con la ocupación del sitio del rey en los banquetes nocturnos, gran cosa.
0:02:43 Qué ganate con ella el banquete ahora dice el tipo.
0:02:46 Te venen con el banquete, está mejor.
0:02:49 El premio era ese.
0:02:52 Sí, sí, sí, es como un premio, un concurso a ver quién come las manzanas, que su premio fuera una manzana.
0:02:59 No, es el caso de siempre.
0:03:01 En determinado momento el rey Teudis tuvo la siguiente idea, dice voy a hacer una expedición a la África.
0:03:08 Todo empezó bien.
0:03:10 Ceuta cayó en manos de los sigodos y fue sacada.
0:03:15 Luego de repente sucedió la catástrofe.
0:03:18 Uo, quién acusó a Teudis y a sus amigos de llevar la campaña demasiado a la licea.
0:03:24 Dice la crónica que desde el campamento en el que apolizaban se podían conquistar más fácilmente mujeres que tierras.
0:03:35 Es que en cada lugar del norte africano, donde se instalaban los sigodos,
0:03:41 había una tienda del amor dedicada a orgías superpobladas por ramas de la corte sevillana.
0:03:48 Una orgía superpoblada es notable.
0:03:52 Es un orgía donde sobra gente.
0:03:56 ¿Y por qué puede sobrar gente en una orgía?
0:03:59 Porque el lugar es chico, no hay ningún otro motivo.
0:04:03 Y más si tiene lugar en una tienda, en una carpa,
0:04:06 sino los orgías ticos supernumerarios saliendo por debajo de la carpa.
0:04:16 Piernas que apaguen en manos, rajaduras de la carpa,
0:04:23 por la cual se emerge un orgía tico expulsado.
0:04:31 Se trata luego de volver a entrar.
0:04:36 Así era la cosa.
0:04:42 En una oportunidad, los sigodos fueron atacados justamente en el momento en que se desarrollaba uno de estos encuentros plurales.
0:04:50 La desbandada visigótica fue candalosa naturalmente.
0:04:55 Dice la cronista.
0:04:57 Se produjo una estampera de desnodeces aterradas hacia el norte.
0:05:03 La salida fue tan apurada que los hombres y las mujeres llegaron a las naves sin sus armas y sin su vestido.
0:05:12 El descontento cuntió.
0:05:14 La alegre conducta de Teudis caía muy mal, sobre todo entre la aristocracia guoda que seguía asentada en la autera mesenta cafeca.
0:05:24 Teudis no hizo demasiado caso.
0:05:26 En la primavera de 548 celebró en su palacio, con sus síntimos, nuevos bailongos de los más lucuriosos.
0:05:35 Una noche un desconocido logró burlar la vigilancia de la Guardia Real y consiguió entrar a la sala del banquete,
0:05:43 que desde luego había derivado en otra reunión amorosa.
0:05:47 El desconocido, sin tentarse con algunos manjares, se acercó a Teudis.
0:05:54 Nadie advirtió su presencia, imagínese, quien mandara el mirano que entró uno.
0:06:00 De pronto el rey Teudis gritó y luego cayó de bruces.
0:06:05 Tampoco nadie le hizo mis ocasos.
0:06:07 Es normal que estas cosas ocurran.
0:06:10 Pero el rey tenía un cuñal clavado en la espalda y en un instante todos recuperaron la luz y ves y se lanzaron sobre el asesino.
0:06:20 Iban a lincharlo cuando el rey moribundo levantó la cabeza y habló y dijo,
0:06:27 Amigos, no lo matéis, continúad con el banquete y se murió.
0:06:34 ¡Tuvo bien!
0:06:38 No sabemos qué sucedió con el asesino, que evidentemente era mandado por la aristocracia Alvora.
0:06:45 Los cortesanos se ocuparon de buscar sus hechos de Teudis y se eligió a Teudicelo,
0:06:51 aquel amigo del rey asesinado, que también era un gran luchador contra los francos.
0:06:57 Y con Teudicelo las cuerdas continuaron.
0:07:01 Su pogoso temperamento transformó esa amable garantería que hasta entonces lo había caracterizado
0:07:09 en una agresividad ralana en la violencia.
0:07:13 El tono de sus conquistas era demasiado beligerante.
0:07:22 San Isidoro de Sevilla lo llamó raptor de las hiscas de los nobles
0:07:27 y público prostituidor de las esposas de los malnates.
0:07:32 No sabemos hasta qué punto estas gamas nobles, aquí en este un dicelo robó su honra,
0:07:38 estaban deseosas de que se las robaran, porque en aquellos tiempos las mujeres carecían
0:07:44 de toda voz en disconformidad y máginas en ese terreno.
0:07:50 La verdad es que a Teudicelo debería entregarse cualquier dama que les señalara,
0:07:56 si de cruel hereda, sutilamente.
0:07:59 Y si no lo hacía, si la mina se negaba, el tipo mandaba sus desligros para castigar a que ella lo hace.
0:08:10 Lo que es indudable es que los guardianes y legítimos de cinaitarios de Diza honra,
0:08:16 qué cosa es la honra, me preguntó yo.
0:08:19 Quiero decir, los padres, los hermanos y los prometidos de las minas decidieron vengarse,
0:08:25 no tanto por las minas, sino por ellos.
0:08:28 Entonces, en aquel tiempo se pensaba que una dama ya formaba parte de los derechos reales de un ser.
0:08:37 Y la ocasión para la vengancia fue uno de los banquetes del D.
0:08:40 Y el dicio otro lugar, si no iba de banquete en banquete.
0:08:44 Corría el mes de octubre de 549, ya hacía más de un año que Teudicelo había señalado la corona visibola.
0:08:53 Lo que sigue lo cuenta Gregorio de Turz.
0:08:56 Una noche, en lo mejor del festín, cuando el rey estaba muy alegre,
0:09:00 se apagaron repentinamente todas las lámperas.
0:09:03 Se oyó un ruido de espadas desembainadas y un grito ahogado.
0:09:10 Teudicelo había muerto, dice Gregorio de Turz, sin mucha habilidad novelística desde luego.
0:09:18 Y no se sabe de nadie que lo llorara.
0:09:22 Nadie lo lloró.
0:09:25 Y se terminó esto.
0:09:28 Así que, esta es la historia de los reyes.
0:09:32 Cuergistas tiró uno simpático y el otro violento.
0:09:36 La cuerga está bien, si no es obligatoria.
0:09:41 Si no es obligatoria.
0:09:43 Si es obligatoria, me gusta menos su majestad.
0:09:48 Usted me invita y al mejor voy.
0:09:51 Si usted me obliga a mezclar.
0:09:54 Así que, ¿a quién dedicada estás?
0:10:00 En la reseña de dos reinados.
0:10:05 Y en primer lugar, Alejandro, a la Sevilla.
0:10:10 Si, si, estaba pensando en aquellos también pobres que quedaban expulsados de la carpa por falta de lugar.
0:10:16 También, si.
0:10:17 Carián, así como estaba, trasladando el capo a algún lado.
0:10:19 Si, si, a los que eran expulsados y unorgías.
0:10:22 Es terrible, ¿no?
0:10:24 Si te dicen, unorgías.
0:10:27 Estás en un ojo y en un tipo lamentablemente el señor va a tener que retirar.
0:10:31 Acompañenle que le voy a señalar la puerta.
0:10:39 Dime, si lo hace falta.
0:10:48 Hemos ido a la discoteca a buscar discos sobre sevillanas.
0:10:54 Y hemos encontrado una sevillana.
0:10:56 La Sevillana de El Esparte del Palpero en la versión de Miguel de Montevideo.
0:11:00 Vamos, arena.
0:11:54 El Esparte del Palpero, el hombre de la memoria.
0:11:57 El hijo de El Esparte, lo que ven.
0:12:00 Mételo.
0:12:01 Lo que emite la felegila, te va a avisar.
0:12:04 Dice, el hombre de la memoria.
0:12:07 Y la tibia a avisar, dice todo.
0:12:10 Como su hija.
0:12:12 La maestra en calladillo es soltó con el palpo de higla.
0:12:16 Fajera media, asesor.
0:12:18 Manda su mires por el rojo que no era mala.
0:12:25 Los choritos de mi una ya no tiene miedo a nada.
0:12:31 Ya no tiene miedo a nada los choritos de mi una.
0:12:35 Pero, pero, pero.
0:12:37 Los choritos de mi una ya no tiene miedo a nada.
0:12:41 Ya no tiene miedo a nada que se muere con el palpero.
0:12:45 Ay, ay, ay, ay.
0:12:47 Que se muere con el palpero de Réjoz, que lo mata.
0:12:53 Y hasta vamos a ir a cantar.
0:12:55 Me tiene la cocina y cantar.
0:12:57 Y en la tarta de la ballada y cantar.
0:12:59 Pusiendo una obviedad en el otro, no se lo pones a cantar.
0:13:14 Ha cantado Miguel de Molina, Sevillanas del Esparte.
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