Transcripción automática
0:00:00 Hablaremos entonces de el último amante de Catalina la grande, de Catalina de Rusia.
0:00:05 Así que vamos a ubicarnos en San Petersburgo, allá por 1790, era
0:00:11 farina, justamente de Catalina, y se había quedado sin novio.
0:00:17 El favorito sesante era Alexander Mamonov, que le había confesado a Catalina que ya no la quería más,
0:00:25 que pretendía casarse con una dama de la corte.
0:00:28 Sorprendida, ante semejante descaro, Catalina lo dejó hacer, y hasta favoreció el
0:00:34 Casorio dándole un poco de dinero a este hombre. Pero se quedó sola a Catalina.
0:00:39 ¿Saben ustedes que tenía muchos favoritos? Catalina era muy aficionada a los
0:00:45 asuntos venerios, de modo tal que tenía un amante tras otro, en el mejor de los casos.
0:00:52 El que le conseguía a los amantes, era en esta época, ya siendo Catalina una mujer muy grande,
0:01:00 uno de los primeros que tuvo el más importante, que era el amigo Potemkin,
0:01:07 que ya no sentía por ella mucha atracción, ni ella por él, pero para mantener su influencia,
0:01:15 como han hecho tantos favoritos y tantas favoritas, le presentaba, le conseguía,
0:01:21 novios nuevos a Catalina, y esa eficacia mantenía su influencia política.
0:01:31 Bien, Catalina se quedó sola y varias facciones quisieron imponerle un sustituto,
0:01:38 ya que si el amante de la zarina proporcionaba una influencia, pues estaba toda la noche con la mina,
0:01:43 que yo le dije, porque no pone, no sé, un subsidio para el populato.
0:01:50 Entonces cada grupo político trataba de que el amante y la emperatriz fuera uno de los suyos,
0:01:56 pues si hubieran partido político y trataran de imponer un ministro.
0:02:00 Había dos bandos principales, uno era de Potemkin, aquí hemos nombrado recién,
0:02:07 y otro era el de Cernichev, ganó Cernichev, porque le presentó a Catalina,
0:02:12 un muchacho de 22 años, que se llamaba Platón Subov, era teniente de un regimiento de la Guardia.
0:02:20 La zarina tenía entonces 60 años y después del primer encuentro con Subov,
0:02:26 aseguró que había retornado a la vida, imagínense.
0:02:30 Dice la crónica que Platón, el chico, tenía una ambición, un sinismo
0:02:36 y una inclinación, la intriga que se manifestaron desde que se convirtió en favorito, o sea, no dice nada.
0:02:43 Y muy pronto empezó a ejercer influencia, dice, bueno, ya está, ahora voy a ejercer influencia.
0:02:51 E impuso su voluntad sobre temas muy variados, reclamó favores para sí mismo,
0:02:57 para sus amiguetes, sus seguidores, lo rodeaba una corte de serviles, ¿no?
0:03:03 Todos los días, en la anticámara de Subov, se llenaba de ministros generales, aspirantes a cargos,
0:03:11 alcahuetes de toda índole, casi siempre eran necesarios esperar cinco horas antes de ser recibido.
0:03:19 Los profuncionarios le hablaban arrodillados y en medio de una nube de polvo
0:03:27 que se aplicaba el mismo Subov en su rostro, porque no le gustaba ser morocho,
0:03:34 entonces se blanqueaba el rostro con toda clase de tuques.
0:03:40 Bueno, extendido en un sillón con una bata indecente, dice el clonista,
0:03:46 con el dedo en la nariz y los ojos distraídamente vuelto hacia el techo,
0:03:53 Subov no prestaba atención a quienes le hablaban, como uno enamorarse de un hombre así.
0:04:00 Tenía también un bonito que saltaba de un mueble a otro y a veces lo hacía sobre la cabeza de algún visitante,
0:04:08 y para ese visitante era un gran honor que el mono lo distinguiera de ese modo.
0:04:14 Catalina, por otra parte, le decía a su amante, a Subov, el morochito,
0:04:22 a que dice el morenito, pero me parece que es una traducción mucho mejor para nosotros, el morochito.
0:04:30 Y a ella le parecía que estas extravagancias de Subov eran inocentes y dignas de admiración.
0:04:38 Bueno, este amigo Subov, Platón, cuando Catalina no lo dejaba entrar en su habitación por alguna razón,
0:04:45 se ponía a llorar como un niño y ella, enternecida, terminaba por recibirlo.
0:04:51 Por esos días Catalina estaba obesa y completamente desdentada.
0:04:56 Bueno, no es que se está desdentado por esos días.
0:05:09 Entre el martes y el jueves, esto va así.
0:05:13 Pero lo dice el cruelito para que veamos que realmente había que tener mucho entusiasmo para acometerla de un modo amoroso.
0:05:24 Cada vez que tenían comercio carnal con la azarina, el favorito salía con alguna condecoración, con alguna distinción.
0:05:34 Bueno, la merecía.
0:05:37 Subov estaba tan condecorado que, según un embajador, parecía un vendedor de cintas y fantasías.
0:05:44 Eso que le ha importado a la forma.
0:05:46 Con las cucardas, después.
0:05:47 Exactamente. Subov terminó por manejar la política exterior rusa.
0:05:52 Y incluso alcanzó a desbarrancar al propio Spotemkin, que es el que hemos hablado.
0:05:59 Y entonces Spotemkin, para recuperar poder y prestigio, quiso dar una fiesta descomunal para Alagara Catalina.
0:06:07 Bueno, la hizo la fiesta, asistió toda la nobleza rusa.
0:06:11 Muy bien, pero no le sirvió de mucho la fiesta.
0:06:15 Porque cinco meses después de aquella reunión, Spotemkin murió.
0:06:23 Habrá dicho qué fiesta que hice de gusto fueron sus últimas palabras.
0:06:29 Spotemkin era tuerto, la que antes nosotros.
0:06:32 Era tuerto, según me parece, porque había discutido con otro que también había sido amante de Catalina.
0:06:38 Lo cual, dignidad que era difícil no alcanzar en aquello tiempo.
0:06:43 Que se llamaba Orlov.
0:06:45 Y estaba jugando al billar.
0:06:49 No sé quién de los dos metió la unia, ¿viste?
0:06:52 Y Zodó dijo, Treya, notó cinco.
0:06:55 Y el otro le dijo qué, me estás notando mal, se pelearon, no sé por qué.
0:07:00 Y Orlov le dio con el taco y le sacó un ojo a Spotemkin.
0:07:07 Y desde entonces quedó tuerto.
0:07:10 Y no jugó más al billar, seguramente.
0:07:13 No, al contrario, fue a olvidar con un ojo, como saben cualquiera, a veces es mejor.
0:07:19 Lo difícil es no ponerse visco.
0:07:24 Las tres dimensiones, a veces entorpecen la visión del billarista.
0:07:34 ¿Y del cine también?
0:07:37 En el cine también, especialmente cuando se trata de películas y esas escritaculares,
0:07:41 donde uno se cae de una montaña rusa.
0:07:43 Hablando de montañas rusas.
0:07:46 Se murió Spotemkin.
0:07:48 Algunos dijeron incluso que había muerto envenenado por el propio Platón Subov.
0:07:53 Pero nunca pudo comprobarse nada.
0:07:55 Catalina lo lloró, me refiero a Spotemkin.
0:07:58 Pero por pedido expreso de Platón Subov, no se publicó ningún manifiesto,
0:08:03 no se construyó ningún monumento para perpetuar la memoria de Spotemkin.
0:08:10 La Sarina le hizo caso a Platón, es decir, no le hizo ningún homenaje.
0:08:16 Pero había otro personaje que no hemos nombrado hasta ahora,
0:08:20 que era el hijo de Catalina, el gran Duque Pablo, el heredero del trono.
0:08:26 Parece que Platón Subov se complacía en menoscabar al chico de este a Pablo,
0:08:34 al heredero del trono.
0:08:35 Hacía bromas pesadas, no tenían cuenta sus opiniones, etcétera.
0:08:40 Ahora, Pablo el PIB guardaba estas afrentas, las ha notado.
0:08:47 Muy bien, los homenajes y los obsequentes siguieron para conmemorar un cumpleaños de Subov.
0:08:54 Hubo un poeta que compuso una oda en la que comparaba a este muchacho con Aristóteles.
0:09:01 Los jóvenes, mejor yo las chicas de la corte, ofrecieron una especie de tapiz que ellas mismas bordaron con esta frase.
0:09:14 Señor, alegría de la patria, nuestro corazón se enternece y le desea prosperidad.
0:09:21 Pero quiero decir que los alcabuetes seguían trabajando.
0:09:25 A principios de noviembre de 1796, Catalina recibió a Subov para informarse acerca de los asuntos extranjeros.
0:09:34 Convoco a sus secretarios y en determinado momento los echó para encerrarse en su baño.
0:09:43 Al cabo de un rato bastante largo, como la emperatriz no salía, todos se preocuparon.
0:09:52 Un lacallo y una doncelia, o tal vez un lacalio y una doncella, golpearon la puerta del baño.
0:10:02 Ya va.
0:10:06 No, no hubo respuesta.
0:10:09 Entonces, con mucho respeto, empujaron la puerta y encontraron a la emperatriz caída sobre la alfombra.
0:10:19 El baño alfombra, bueno.
0:10:21 Había sufrido un ataque de apoplejía. De inmediato lo llamaron a Subov.
0:10:27 Y él mandó llamar al médico personal de Catalina.
0:10:30 Hubiera sido más fácil llamar directamente al médico personal de Catalina.
0:10:34 El doctor la sangró a Catalina.
0:10:40 Le hizo una sangría.
0:10:42 Si vino, limón.
0:10:46 Esto cura todo.
0:10:48 Claro, te habrá dicho.
0:10:50 Y ordenó esperar.
0:10:52 ¿Qué un médico ordena esperar?
0:10:55 Y efectivamente, la espera sortió efecto porque murió Catalina.
0:11:01 Ahora, muerta Catalina, imagínese cómo se puso Subov.
0:11:05 Imagina cuál podía ser su suerte después de la muerte de la única que lo beneficiaba.
0:11:12 En realidad, pues todo lo demás.
0:11:14 Sí, mucho, mucho, mucho bulevú, pero en realidad era porque estaba Catalina, si no.
0:11:22 Y efectivamente.
0:11:24 Y pensó, ahora quién es el heredero?
0:11:27 Pablo, que le hacía bromas pesados, etcétera.
0:11:30 Entonces se refugió en casa de una hermana, Subov, fingió estar enfermo,
0:11:35 y esperó que el nuevo Zar, que era Pablo, decidiera su suerte.
0:11:39 Pero Pablo lo tenía montado entre seja y seja.
0:11:43 Y lo trató con un gran sadismo.
0:11:46 Un día Platón se enteró de que el Zar le regalaba una casa mueblada
0:11:54 con bajilla de plata, caballos, carruajes y lacallos.
0:11:59 Y lo que era el colmo del honor, la pareja imperial lo visitó al día siguiente
0:12:04 de su traslado a la nueva residencia.
0:12:07 ¿Quién es? La pareja imperial.
0:12:10 Mientras bebía en una copa de champagne el Zar dijo,
0:12:13 le deseo tantas prosperidades como gotas hay en esta copa.
0:12:18 Platón estaba muy feliz, pero Pablo lo había exaltado solo para ser más tremenda su caída.
0:12:25 Pocos días después lo despojó de todos sus cargos y dio la orden de desciarro.
0:12:31 Así que la historia del favorito se perdió para siempre en la gélida Siberia.
0:12:36 No sabemos qué fue de eso.
0:12:38 Chávez, devolver a casa, devolverme todo.
0:12:41 Hay Siberia, chau, y no sabemos más nada, lo que es.
0:12:45 Y aquí termina la historia, una historia triste,
0:12:48 pero que debe dejar una moraleza para todos los jóvenes que escuchan el programa.
0:12:54 Y la moraleza es, así te amigo el sucesor.
0:13:02 La moralidad es más fácil que la de muchas.
0:13:06 Bueno, ¿a quién dedicar esta charla?
0:13:12 A nadie.
0:13:14 Y hay poco ahí.
0:13:15 Hay poquito.
0:13:17 Y al de Terral, por el que hubo.
0:13:19 Y bueno, se dedicamos a Platón Subov,
0:13:22 que muestra que independientemente de los méritos personales,
0:13:26 a veces la pasión despierte y vuelve a la vida.
0:13:29 Como dijo Cataligna, he retornado a la vida.
0:13:32 Pero por un rato, por un rato.
0:13:35 Hemos ido a la discoteca, explicamos esta historia,
0:13:38 y él me dijo en el discotecario...
0:13:41 Me dijo que él tenía una vecina que también...
0:13:48 También qué?
0:13:49 No me dijo más nada, empezó a decir.
0:13:53 Así que sí que no con la cabeza.
0:13:55 Después me dijo que era una vecina grande,
0:13:57 que tenía un amante joven,
0:14:01 y que se hacía regalar motocicleta.
0:14:06 De no un disco.
0:14:07 Y siguió diciendo que sí con la cabeza,
0:14:09 como diciendo, así es la vida.
0:14:10 Pero que así es la vida, señor.
0:14:12 Así es la vida, dijo.
0:14:14 Uno...
0:14:16 Y los discos y la música creíamos...
0:14:19 Después...
0:14:20 Ah, cuando se acordó el monísto que tenía,
0:14:22 dijo que él también tenía un mono,
0:14:25 pero que se le había escapado.
0:14:29 Y también así con la cabeza.
0:14:31 Así así con la cabeza, y me dijo, ya lo ve.
0:14:35 No hace falta ser emperatriz para que se te escape en los monos.
0:14:39 Bueno, pero para tenerlo, sí, hay que ser...
0:14:42 No sé, de todos modos me dio un tango de Julio de Caro,
0:14:44 que es muy lindo, que se llama el monísto,
0:14:46 que fue compuesto, evidentemente,
0:14:48 para recordar a este mono...
0:14:50 Sí, ¿será?
0:14:51 Sí, el mono que alegraba los días de Platón subo.
0:14:58 Adelante de un Julio de Caro.
0:16:14 ¡Morita!
0:16:15 ¡Mierda!
0:16:16 ¡Cereza fe!
0:16:44 ¡Mierda!
0:17:15 Era Julio de Caro en la venganza.
0:17:18 El monísto.
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