Transcripción automática
0:00:00 Hablaremos esta noche de Henry Price y su discípulo, el señor John Hughes M. Piggott.
0:00:13 Ustedes me preguntarán, ¿quiénes son estos señores? Vamos a ver.
0:00:20 El señor Henry Price o Prince. No lo sabemos. Nació en 1811 en Inglaterra.
0:00:30 Su juventud estuvo marcada por una larga enfermedad que le impidió llevar una vida normal.
0:00:37 Pasó la infancia y la adolescencia postrado. Quiso cruzar estudios de medicina,
0:00:45 pero sus padres lo obligaron a ingresar a una escuela teológica donde se hizo pastor anglicano.
0:00:55 Buenas tardes me recibí de pastor anglicano. Y no es lo mismo un pastor anglicano que un médico.
0:01:01 Hay que decir que Prince no fue jamás un ministro de la fe como los demás. Era distinto.
0:01:08 Una persona dueña de notables cualidades de persuasión, etcétera.
0:01:14 Una vez se enamoró de una amiga de su madre, que ya es una cosa rara.
0:01:20 Enamorarse uno de las amigas de la madre es raro porque en general uno detesta a las amigas de su madre.
0:01:28 Esta señora se llamaba Martha Friedman y pese a la diferencia de edad el tipo se casó con ella.
0:01:37 Pero se negó obstinadamente a consumar la unión, por decirlo así, tal como sólo ocurrir con las amigas de nuestras madres.
0:01:47 En verdad fue una de sus primeras decisiones extrañas.
0:01:51 Poco a poco Prince desarrolló ideas heterodoxas y arrastró a un puñado de cristianos que lo seguían a lo que él llamó la morada del amor y de la eternidad.
0:02:05 Atención, morada del amor y de la eternidad.
0:02:09 Así trataba de una comunidad cerrada en la que se rendía culto a Cristo a través de encuentros estáticos, rezos y uniones carnales.
0:02:22 Unión carnal parece siempre un sindicato, ¿no es cierto?
0:02:26 Pero no es.
0:02:27 A mí era la columna de unión carnal, bien compacta.
0:02:31 Y acá se podía tener unión carnal, pero no procrear.
0:02:38 A ver si me entiendes.
0:02:39 Unión carnal todo lo que quiera.
0:02:42 Procreación cero.
0:02:44 Otra ley, otra disposición, decía que debía uno entregar todos sus bienes al superior, que naturalmente, naturalmente, la señor Prince.
0:02:54 Los miembros de la secta consideraban que pertenecían a la categoría de elegidos y que no estaban sometidos a las contingencias terrenales.
0:03:05 Lo más importante es que no se morían.
0:03:09 No se morían, loco.
0:03:11 Todos los tipos estaban convencidos de que no iban a morir.
0:03:15 Y eso se los había dicho el propio Prince, como no le iban a creer, ¿no es cierto?
0:03:21 A mí si viene un tipo llamado Prince y me dice que no me voy a morir, enseguida me lo creo.
0:03:28 Especialmente después de unos cuantos rezos, éxtasis y uniones carnales.
0:03:35 Esta extraña comunidad estaba situada en Spakstone, me parece que queda allá por Somerset en Inglaterra.
0:03:49 Y digo, esta comunidad tan extraña era al principio muy entusiasta, pero rápidamente hubo problemas.
0:03:59 Porque una de las mujeres de la secta, ahora que está muy solo, quedó embarazada.
0:04:06 Quedó embarazada.
0:04:10 Y el culpable no era otro que el señor Prince o Prince.
0:04:18 Hicieron falta laboriosas explicaciones teológicas para indicar a los fieles
0:04:26 que el niño que nacería no era otro que el hijo de Satan.
0:04:30 Ah, con eso parece que se quedaron los más contentos.
0:04:34 La segunda crisis fue más grave.
0:04:37 Estamos hablando de finales del siglo XIX.
0:04:43 En el año 1899, y esta es la segunda crisis más grave, Prince murió.
0:04:51 Y muchos quedaron desengañados.
0:04:54 Imagínense, una comunidad que creía que no se tenía que morir.
0:05:00 Y el mismo tipo que les había dicho que todos eran inmortales, se murió.
0:05:06 Todo mal, loco.
0:05:08 A mí me alarmaría mucho. Yo que antes me lo había creído en la página anterior, ahora me empiezo a alarmar.
0:05:15 Uno siente que la Philip la quia, verdaderamente.
0:05:18 Porque si hubiera muerto otro, con él una vieja, podría atribuir y ser esta muerte a la falta de fe.
0:05:26 Siempre se suceden estas cosas por falta de fe, que se dó, era una mujer de tan poca fe que se murió.
0:05:33 La amiga de su madre.
0:05:35 Se murió, sin embargo, el que más fe tenía, que era Prince.
0:05:41 Y muchos desengañados naturalmente, abandonaron aquel club de la morada del amor y regresaron a sus familias.
0:05:50 Explicando que no estaban del todo seguros de su condición de perpetuos.
0:05:54 Mirá, vuelvo porque...
0:05:57 La secta fue, sin embargo, salvada por un fiel devoto llamado John Hughes Smith-Piggard.
0:06:06 Prince, por ejemplo, nunca había creído ser Cristo en realidad.
0:06:10 Siempre se había designado a sí mismo como un mensajero de un futuro Cristo y un segundo advenimiento.
0:06:18 Bueno, cuando murió Prince, este señor Smith-Piggard se convirtió en el jefe del grupo.
0:06:26 Y comenzó a predicar la inminente llegada del famoso Mesías, que de algún modo había anunciado Prince.
0:06:34 Y para evitar dilaciones o esperas vanas, porque la secta estaba un poco desmejorada con este asunto que se ha dicho, la muerte de Prince.
0:06:43 Y para acelerar las cosas, Smith-Piggard se postuló el mismo como Cristo.
0:06:49 Dijo, bueno, dice, ya no esperemos más, soy yo.
0:06:54 Y esto lo hizo el día 9 de septiembre de 1902.
0:07:00 Astucia, esta del relator, de fechar una declaración absurda, porque parece más absurda de todavía.
0:07:07 Bien, el 9 de septiembre de 1902, no, dos.
0:07:12 Smith-Piggard dijo que era Cristo.
0:07:15 Se subió al altar y le dijo a las fieres que estaban ahí todo montonado, que el testimonio al final de Prince era verdadero.
0:07:23 Dijo, yo que os hablo esta noche, yo soy el Señor Jesucristo.
0:07:29 Estas palabras fueron saludadas por una explosión de alegría histérica.
0:07:37 Algunas mujeres se arrojaron a los pies de John Smith-Piggard, otros salieron del recinto gritando la nueva, la buena nueva, no.
0:07:49 Otros se desmayaron, pero en realidad la mayoría no creyó nada.
0:07:55 Y entonces empezó el martirio de Smith-Piggard, porque todos los días unos grupos de curiosos, de muchachones, no es cierto.
0:08:06 Irrumpían en las reuniones de Smith para tratar de ver al nuevo Cristo y para ponerlo en ridículo.
0:08:15 Los sometían a pruebas regonsosas, no es cierto. Le pedían que mostrar a las señales de los clavos,
0:08:23 otros le pedían que multiplicara el pan, a ver, le tiraban un marroco.
0:08:27 A ver, y si multiplicámelo, a ver qué pasa.
0:08:32 Smith decía que sus milagros serían otros y recibía a hucheos de los incrédulos.
0:08:39 ¡Eh! Hay muchos incrédulos.
0:08:43 Sí, está bien.
0:08:45 Casi siempre debía retirarse del salón escoltado por la policía.
0:08:52 Y así todos los domingos.
0:08:54 El lugar era invadido por unos escépticos, hostiles y burlones.
0:09:00 Se juntaban mucha gente, unas 5.000 personas.
0:09:04 Es decir, había gente que no tenía mucho que hacer.
0:09:07 No había mucho.
0:09:09 Se juntaban no para venerar a este hombre, sino para molestarlo.
0:09:12 Siempre tiene más éxito una reunión destinada a la burla que a la veneración.
0:09:19 Si uno lo llama por teléfono y le dice, ¿querés venir a venerar por ahí?
0:09:24 No va.
0:09:26 Pero si te dicen, ¿querés venir a molestar por allí, entonces sí.
0:09:30 Y al final, esta iglesia, este local, este templo que tenía Smith Pegott, fue cerrado.
0:09:38 Y el hombre regresó solitario al antiguo asedio de la morada del amor,
0:09:45 donde vivió enclaustrado hasta su muerte en 1927.
0:09:52 No salía nunca.
0:09:55 Cuando se abrió el salón de su casa, pocos días después de la muerte del supuesto Mesías,
0:10:04 se encontraron cientos de hogazas de pan desparramadas alrededor de su cadáver,
0:10:13 centenares de marrocos.
0:10:15 En el piso había también un pescado.
0:10:21 Y sobre un escritorio, en medio de tachaduras y notas,
0:10:26 una especie de cuaderno donde podía leerse lo siguiente.
0:10:33 Multiplicación de panes eficaz.
0:10:39 No puedo con el pescado.
0:10:42 Quizá está en estado de putrefacción.
0:10:46 Mañana irá a la feria.
0:10:50 Ese fue el final del discípulo John Hughes Smith Pegott, el discípulo de prensa.
0:10:58 Dile la historia. Me gustó esta historia.
0:11:02 ¿Quién podemos dedicarse a la? Sino a estos dos alucinados.
0:11:08 El último me sorprendió un poco porque si reconoció su fracaso con el pescado,
0:11:15 ¿por qué pensar que mentía con la eficacia de los panes?
0:11:20 Respuesta. ¿Por qué eso era lo que quería que pensáramos?
0:11:24 Y eso era.
0:11:26 Lo hace más verosímico.
0:11:27 Claro, dijo. Voy a hacer que crean que tuve éxito con los panes
0:11:33 admitiendo mi fracaso con el pescado.
0:11:36 Hay gente que dice un poquito la verdad para que creamos mucho su mentira.
0:11:44 La verdad tengo que confesar.
0:11:46 Fracase no pude multiplicar los peses, pero el pan, un juguete en mis manos.
0:11:53 Está bien planeado.
0:11:56 Bien planeado, pero no le creo.
0:11:58 Pues yo estoy del lado de los que ni salieron gritando la buena nueva,
0:12:03 ni se desmayaron ni se arrojaron a los pies del tipo.
0:12:06 Yo estoy entre los que no creyeron nada.
0:12:09 Hemos ido a la discoteca.
0:12:12 El discotecario estaba un poco ocupado multiplicando discos.
0:12:16 No, no por un milagro, sino por una actividad ilícita.
0:12:21 Que afanaba discos en la PC.
0:12:25 Y le dije que me diera un disco cualquiera del advenimiento del mesías.
0:12:33 ¿Cómo no? Si aquí tiene.
0:12:35 Y el tango se llama, ¿Vendrás alguna vez?
0:12:39 Es un buen título.
0:12:41 Es un tango que trata o está compuesto inspirado en aquellos que esperan la llegada de un mesías.
0:12:52 Sí, está inspirado realmente en el mesías.
0:12:55 La letra no dice eso.
0:12:57 Dice otra cosa, pero eso para quedar bien con el comisar.
0:13:01 Vamos a escuchar este...
0:13:03 ...tango que se llama, ¿Vendrás alguna vez?
0:13:06 En la voz de Hugo Del Carril. Adelante.
0:13:33 No me supieras que estoy títido ni el verás ríder lozamente.
0:13:40 Tengo todo y me parece que sin vos no tengo nada.
0:13:48 Y en la noche atormentada de mi amor te pregunta, temblando mi voz.
0:13:55 ¿Venderás alguna vez? Decid.
0:13:58 Vendrás por el camino de mi soledad.
0:14:02 Ya no me importa lo que dirá la gente.
0:14:06 Ya ves un mil de venta, te te pido que vuelvas.
0:14:10 ¿Venderás alguna vez? Decid.
0:14:13 Decid que nunca, nunca volverás.
0:14:17 Porque prefiero vivir de esa mentira.
0:14:21 Quiero andar atrás de la muerte, sabiendo la verdad.
0:14:26 Tu recuerdo me parece tan tenaz como la sombra.
0:14:34 Y en la noche solitaria, oigo el viento que te nombrará.
0:14:41 Eso pesamos mi amargura, aunque nadie me conteste.
0:14:49 Y es inútil que protende mi rengor, es más fuerte que todo mi amor.
0:14:56 ¿Venderás alguna vez? Decid.
0:15:00 Vendrás por el camino de mi soledad.
0:15:03 Ya no me importa lo que dirá la gente.
0:15:07 Ya ves un mil de venta, te te pido que vuelvas.
0:15:15 Vendrime si es que nunca, nunca volverás.
0:15:19 Porque prefiero vivir de esa mentira.
0:15:22 Que andar atrás de la muerte, sabiendo la verdad.
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