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6 de Abril de 2016

Henry Price y su discípulo John Hugh Smyth-Pigott

Transcripción automática

0:00:00 Bien, hablaremos esta noche de Henry Price y su discípulo, el señor John Hughes Smith Piggott.
0:00:14 Ustedes me preguntarán, ¿quiénes son estos señores? Vamos a ver.
0:00:21 El señor Henry Price o Prince, no lo sabemos, nació en 1811 en Inglaterra.
0:00:31 Su juventud estuvo marcada por una larga enfermedad que le impidió llevar una vida normal.
0:00:38 Pasó la infancia y la adolescencia postrado.
0:00:42 Quiso cursar estudios de medicina, pero sus padres lo obligaron a ingresar a una escuela teológica donde se hizo pastor anglicano.
0:00:55 Buenas tardes, me recibí de pastor anglicano.
0:00:58 Y no es lo mismo un pastor anglicano que un médico.
0:01:01 Hay que decir que Prince no cuéja más un ministro de la fe como los demás.
0:01:07 Era distinto, una persona dueña de notable cualidades de persuasión, etcétera.
0:01:15 Una vez se enamoró de una amiga de su madre, que ya es una cosa rara.
0:01:21 Enamorarse uno de las amigas de la madre es raro, porque en general uno detesta a las amigas de su madre.
0:01:29 Esta señora se llamaba Martha Friedman y pese a la diferencia de edad, el tipo se casó con ella.
0:01:38 Pero se negó obstinadamente a consumar la unión, por decirlo así, tal como sólo ocurrir con las amigas de nuestras madres.
0:01:47 En verdad fue una de sus primeras decisiones extrañas.
0:01:52 Poco a poco Prince desarrolló ideas heterodoxas y arrastró a un puñado de cristianos que lo seguían,
0:02:01 a lo que él llamó la morada del amor y de la eternidad.
0:02:06 Atención, morada del amor y de la eternidad.
0:02:10 Una vez se trataba de una comunidad cerrada en la que se rendía culto a Cristo a través de encuentros estáticos,
0:02:19 rezos y uniones carnales. Unión carnal parece siempre un sindicato, ¿no es cierto?
0:02:26 Pero no es.
0:02:28 A mí era la columna de unión carnal, bien compacta.
0:02:32 Y acá se podía tener unión carnal, pero no procrear.
0:02:39 Ureón carnal todo lo que quiera, pero creación cero.
0:02:44 Otra ley, otra disposición, decía que debía uno entregar todos sus bienes al superior, que naturalmente naturalmente la señor Prince.
0:02:54 Los miembros de la secta consideraban que pertenecían a la categoría de elegidos y que no estaban sometidos a las contingencias terrenales.
0:03:06 Lo más importante es que no se morían, no se morían locos.
0:03:12 Todos los tipos estaban convencidos de que no iban a morir.
0:03:16 Y eso se los había dicho el propio Prince, como no le iban a creernos, ¿cierto?
0:03:22 A mí si viene un tipo llamado Prince y me dice que no me voy a morir, enseguírame lo que leo.
0:03:29 Especialmente después de unos cuantos rezos, éxtasis y uniones carnales.
0:03:35 Esta extraña comunidad estaba situada en Spakstone, me parece a mí que queda allá por Somerset.
0:03:48 Y me gratea, ¿verdad?
0:03:50 Y digo, esta comunidad tan extraña era al principio muy entusiasta, pero rápidamente hubo problemas.
0:03:59 Porque una de las mujeres de la secta, ahora que estamos solo, quedó embarazada.
0:04:08 Quedó embarazada.
0:04:11 Y el culpable no era otro que el señor Prince o Prince.
0:04:19 Hicieron falta laboriosas explicaciones teológicas para indicar a los fieles
0:04:27 que el niño que nacería no era otro que el hijo de Satan.
0:04:31 Ah, con eso parece que se quedaron los más contentos.
0:04:35 La segunda crisis fue más grave.
0:04:38 Estamos hablando de finales del siglo XIX.
0:04:45 En el año 1899, y esta es la segunda crisis más grave, Prince murió.
0:04:52 Y muchos quedaron desengañados.
0:04:56 Imagínense, una comunidad que creía que no se tenía que morir.
0:05:01 Y el mismo tipo que les había dicho que todos eran inmortales se murió.
0:05:08 Ah, a mí me alarmaría mucho. Yo que antes me lo había creído en la página anterior, ahora me empiezo a alarmar.
0:05:16 Uno siente que la fe le plaquía, porque si hubieran muerto otro, con él una vieja, podría atribuirse esta mujer a la falta de fe.
0:05:27 Siempre se suceden estas cosas por falta de fe, que se dó, era una mujer de tan poca fe que se murió.
0:05:35 La amiga de su madre.
0:05:37 Se murió, sin embargo, el que más fe tenía, que era fe.
0:05:42 Y muchos desengañados naturalmente abandonaron aquel club de la morada del amor y regresaron a sus familias.
0:05:51 Explicando que no estaban de todos seguros de su condición de perpetos.
0:05:55 Mirá, vuelvo porque pronuncié.
0:05:58 La secta fue sin embargo salvada por un fiel devoto llamado John Hughes Smith-Pigor.
0:06:08 John Hughes, por ejemplo, nunca había creído ser Cristo en realidad.
0:06:12 Siempre se había designado a sí mismo como un mensajero de un futuro Cristo y un segundo arvenimiento.
0:06:20 Bueno, cuando murió Prince, este señor Smith-Pigor se convirtió en el jefe del grupo y comenzó a predicar la inminente llegada del famoso Mesías,
0:06:31 que de algún modo había anunciado Prince.
0:06:36 Y para evitar dilaciones o esperas vanas, porque la secta estaba un poco desmejorada con este asunto que se ha dicho la muerte de Prince.
0:06:44 Y para acelerar las cosas, Smith-Pigor se postuló el mismo como Cristo.
0:06:50 Dijo, bueno, ya no esperemos más, soy yo.
0:06:56 Y esto lo hizo el día 9 de septiembre de 1902.
0:07:01 Y esto se actucia, esta del relator, de fechar una declaración absurda porque parece más absurda de toda vida.
0:07:09 Bien, el 9 de septiembre de 1902, Smith-Pigor dijo que era Cristo.
0:07:17 Se subió al altar y le dijo a la fiel que estaban ahí todo montonado,
0:07:21 que el testimonio al final de Prince era verdadero.
0:07:24 Dijo, yo que os hablo esta noche, yo soy el señor Jesucristo.
0:07:30 Estas palabras fueron saludadas por una explosión de alegría histérica.
0:07:38 Algunas mujeres se arrojaron a los pies de John Smith-Pigor,
0:07:43 otros salieron del recinto gritando la nueva, la buena nueva, no?
0:07:50 Otros se desmayaron, pero en realidad la mayoría no creyó nada.
0:07:57 Y entonces empezó el martillo de Smith-Pigor porque todos los días son unos grupos de curiosos, de muchachones, no?
0:08:06 Irrumpían en las reuniones de Smith para tratar de ver al nuevo Cristo y para ponerlo ridículo.
0:08:16 Los sometían a pruebas vergonzosas, no?
0:08:20 Otros le pedían que mostrar a las señales de los clavos, otros le pedían que multiplicara el pan.
0:08:27 A ver, le tiraban un barroco, a ver, y si multiplicámelo, a ver qué pasa.
0:08:33 Smith decía que sus milagros serían otros y recibía a bucheos de los incrédulos.
0:08:40 ¡Eh! Hay muchos incrédulos.
0:08:45 Casi siempre debía retirarse del salón escoltado por la policía.
0:08:53 Y así todo lo domingo. El lugar era invadido por unos escépticos, hostiles y burlones.
0:09:00 Se juntaban mucha gente, unas 5.000 personas.
0:09:04 Es decir, había gente que no, no tenía mucho que hacer.
0:09:07 No había mucho.
0:09:09 Se juntaban, no para venerar a este hombre, sino para molestarlo.
0:09:13 Siempre tiene más éxito una reunión destinada a la burla que a la veneración.
0:09:20 Si uno lo llama por teléfono y le dice, ¿querés venir a venerar por ahí?
0:09:25 No va. Pero si te dicen, ¿querés venir a molestar por allí? Entonces sí.
0:09:31 Al final, esta iglesia, este local, este templo que tenía Smith Pegott, fue cerrado, lo cerró.
0:09:39 Y el hombre regresó solitario a la antigua sede de la morada del amor,
0:09:45 donde vivió encraustrado hasta su muerte en 1927. No salía nunca.
0:09:55 Cuando se abrió el salón de su casa, pocos días después de la muerte del supuesto Mesías,
0:10:04 se encontraron cientos de hogazas de pan, desparramadas alrededor de su cadáver, centenares de marrocos.
0:10:16 En el piso había también un pescado.
0:10:22 Y sobre un escritorio, en medio de tachaduras y notas, una especie de cuaderno donde podía leerse lo siguiente.
0:10:33 Multiplicación de panes eficaz.
0:10:40 No puedo con el pescado. Y ya está en estado de putrefacción. Mañana irá a la feria.
0:10:50 Y se fue el final del discípulo John Hughes Smith Pegott, el discípulo de Prince.
0:10:59 Dime la historia. Me gustó esta historia.
0:11:02 Y a quién podemos dedicarse era sino a estos dos alucinados.
0:11:08 El último me sorprendió un poco porque si reconoció su fracaso con el pescado,
0:11:16 ¿por qué pensar que mentía con la eficacia de los panes?
0:11:20 Respuesta. ¿Por qué eso era lo que quería que pensáramos?
0:11:25 ¿Lo hace más verosímico?
0:11:27 Claro. Dijo voy a hacer que crean que tuve éxito con los panes admitiendo mi fracaso con el pescado.
0:11:36 Hay gente que dice un poquito la verdad para que creamos mucho su mentira.
0:11:44 La verdad tengo que confesar.
0:11:46 Fracase no pude multiplicar los peces, pero el pan un juguete en mis manos.
0:11:54 Está bien planeado.
0:11:56 Bien planeado, pero no le creo.
0:11:58 Pues yo estoy del lado de los que ni salieron gritando la buena nueva,
0:12:03 ni se desmayaron ni se arrocaron a los pies del tipo.
0:12:06 Yo estoy entre los que no creyeron nada.
0:12:09 Hemos ido a la discoteca.
0:12:11 El discotecario estaba un poco ocupado multiplicando discos.
0:12:16 No por un milagro, sino por una actividad ilícita.
0:12:21 Se apanaba discos en la PC.
0:12:28 Le dije que me diera un disco cualquiera del advenimiento del Mesías.
0:12:33 ¿Cómo no? Si aquí tiene.
0:12:35 Y el tango se llama Bendrasa alguna vez.
0:12:39 Es un buen título.
0:12:42 Es un tango que trata o está compuesto inspirado en aquellos que esperan la llegada de un Mesías.
0:12:52 Sí, está inspirado realmente.
0:12:54 La letra no dice eso.
0:12:57 Dice otra cosa, pero eso es para quedar bien con el comisar.
0:13:02 Vamos a escuchar este hipesotango que se llama Bendrasa alguna vez en la voz de Hugo del Carril.
0:13:41 Tengo todo y me parece que sin vos no tengo nada.
0:13:49 Y el anocheador ventado de mi amor te pregunta, enviando mi voz.
0:13:56 Venderos alguna vez, decirte, vendrás por el camino de mi soledad.
0:14:03 Esa no me importa lo que dirá la gente, es a ver su milbebé, te pido que vuelva.
0:14:11 Venderas alguna vez, mentíbe, mentíbe, si nunca, nunca volverás.
0:14:18 Porque prefiero vivir de esa mentira, de quien para atrás de la muerte es suaviendo la verdad.
0:14:27 Tu recuerdo me parece, tan tenia como la sombra.
0:14:34 Y en la noche solitaria, o igual miento que te nombrará, eso pesa más mi amargura.
0:14:46 Aunque nadie me conteste, y es inútil que protende mi rengor, es más fuerte que todo mi amor.
0:14:56 Venderas alguna vez, decirte, vendrás por el camino de mi soledad.
0:15:04 Esa no me importa lo que dirá la gente, es a ver su milbebé, te pido que vuelva.
0:15:12 Venderas alguna vez, mentíbe, mentíbe, si nunca, nunca volverás.
0:15:19 Porque prefiero vivir de esa mentira, de quien para atrás de la muerte es suaviendo la verdad.

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