Transcripción automática
0:00:00 Atención amigos, vamos a hablar sobre la risa de los reyes.
0:00:05 Hahahaha.
0:00:10 Hemos contado, no hace mucho, una serie de circunstancias extravagantes de algunos reyes, de algunos sultanes.
0:00:18 Hoy hablaremos de las gracias preferidas de algunos monarcas.
0:00:23 O gracias a jenas que provocaban la risa de los reyes, etc.
0:00:30 Y ahora vamos a hablar.
0:00:31 Vamos a empezar con un rey inglés, Eduardo II, que gobernó entre 1307 y 1327,
0:00:38 una época difícil, previa al estallido de la Guerra de los 100 años, en 1307,
0:00:44 y él tuvo bastante que ver, ocurrió en Francia aquella ejecución del Maestro de los Templarios,
0:00:56 bueno, en una época difícil, pero a pesar de todo,
0:00:59 él tenía una fan desmesurada por parecer chistoso.
0:01:03 Era un tipo que hacía muchos chistes.
0:01:07 Se divertía mucho disfrazándose, se disfrazaba de albañil o de carretero,
0:01:13 y explotaba de risa cuando sorprendía a funcionarios inobles que lo descubrían trabajando en obras en construcción,
0:01:22 o al frente de carruajes agenos.
0:01:25 Estaba loco, no es que era gracioso.
0:01:28 Bueno, solo se disfrazaba, sino que lo ejercía.
0:01:31 Si lo ejercía, imagínense a Bush, por ejemplo, laburando en una obra de construcción aca la vuelta,
0:01:36 o a Kirchner conduciendo un colectivo.
0:01:41 Eduardo participaba constantemente de Juergas voluctosas.
0:01:45 Acá me gustó más.
0:01:47 Acá me gustó más, porque a la tarde era carretero, pero a la noche no.
0:01:51 Los cronistas de su tiempo cuentan que le pagaba a los pintores del acorde para que bailaran encima de la mesa en una orquía.
0:01:59 Él tenía ganas de tirar la plata.
0:02:01 Si vas a una orquía, lo menos que podés hacer es bailar arriba de una mesa.
0:02:06 No hace falta una orquía.
0:02:08 ¿Quién de nosotros no baila arriba de una mesa?
0:02:11 Pero yo le digo más, no bailo sino arriba de las mesas.
0:02:14 Yo voy a Pipo, en Buenos Aires.
0:02:17 Y ahora no tanto.
0:02:19 Pero antes iba Pipo y por ahí tenían un vino de la casa que no había visto la uva.
0:02:28 Miren cerca.
0:02:29 Y a mí me embalurdaba un poco ese vino.
0:02:31 Aquí yo al segundo vaso me ponía a bailar arriba de la mesa.
0:02:34 Mismo yo iba solo, yo.
0:02:35 Al mediodía, no, no, a la noche ni nada.
0:02:37 Pero yo al mediodía digo, no.
0:02:39 Un cuarenta y un treinta me vino.
0:02:41 Y una mesa.
0:02:52 Me tomaba ya el primer vasito y tranquilamente me subí.
0:02:57 Y empezaba la música.
0:02:59 Y que le vea si póname algo.
0:03:02 No, no, no más o menos, calculaba.
0:03:04 Y por ahí el mozo respetuoso, Pipo, no, pasaba ni me miraba.
0:03:09 Y pasaba cierto momento, si me permiten, le iba a cobrar.
0:03:14 O sea, que me entiera más de bolsillo y le pagaba.
0:03:17 Quiere decir que no hay necesidad de pagarle a uno para que baila arriba de la mesa.
0:03:21 También el oro tercero pagaba a sus nobles para que se callaran del caballo.
0:03:25 Esto sí me gustó.
0:03:26 Al tipo le decía, gracias que la gente se cayera de los caballos.
0:03:29 Entonces le daba unos mangos a los nobles que lo rodeaban
0:03:32 y los tipos se caían del caballo por cinco pesos.
0:03:35 ¡Jajajajaja!
0:03:37 Incluso estipulaba una jerarquía en la cual dictaminaba
0:03:43 cuál de sus nobles caía más graciosamente del caballo.
0:03:47 Y a ese le daba cinco mangos más.
0:03:49 Otros reces ingleses tuvieron como diversión, no casual,
0:03:55 sino sostenida.
0:03:57 Y sacar por sorpresa la silla de que se va a sentar.
0:04:01 El rey Jorge II molestó a sus amigos durante diez años con esa gracia
0:04:05 hasta que se murió.
0:04:07 Parecía que era lo único que lo divertía.
0:04:10 También me divertí. Mucho que es casi lo único.
0:04:12 Pero peligrosísimo.
0:04:13 Es muy peligroso, ¿no cierto, doctor?
0:04:15 Sí, porque ¿qué le puede pasar a una persona que,
0:04:18 confiando en que una silla lo va a sostener,
0:04:20 se deja caer y finalmente cae en el suelo
0:04:24 y da un trastazo.
0:04:26 Muerte subita.
0:04:28 El príncipe.
0:04:29 Puede golpear con la cabeza para atrás.
0:04:31 De enucar.
0:04:33 Yo que trabajé en el hospital pirobano.
0:04:36 Fui bufetero allí en mucho tiempo.
0:04:38 Le digo, de cada diez personas que atendíamos a la noche,
0:04:44 ocho se habían querido sentar en una silla
0:04:49 que algún amigo le había sacado.
0:04:51 ¿Y cuántos morían?
0:04:53 De ocho morían siete.
0:04:56 Altísimo.
0:04:58 Altísimo.
0:04:59 Alto por cien.
0:05:00 No se ya sabíamos.
0:05:01 Cuando venían.
0:05:03 Yo no me diga nada.
0:05:04 Se fue a sentar y le sacaron la silla 9.
0:05:06 Se me cayó la moto.
0:05:07 No importa, se llama nosotros aquí, no estamos así.
0:05:12 Por eso en la estadística salía tanto, ¿no?
0:05:15 Y nadie te caía la moto.
0:05:18 No, eso nunca pasaba.
0:05:21 Y cuando alguien iba a sentarse a su mesa, Jorge II también,
0:05:25 ya había perfeccionado la cosa, con una señal minúscula,
0:05:29 ordenaba a sus pages, sus ayudantes, que tiraran de finos hilos atados a la silla,
0:05:37 disimulados ahí en la alfombra, en la pila, en el orópel.
0:05:41 Y todos los ministros cacieron alguna vez ante el rey
0:05:46 para soportar carcajadas que duraban horas, porque eso era lo peor.
0:05:50 ¿Quién soportaba?
0:05:52 No me molestas, cállate.
0:05:53 Lo que molestas es que dame después, esperando que su majestad termine del rey,
0:05:58 y se una hora y media.
0:06:00 Y no se le podía decir nada al rey.
0:06:04 No, ¿quién le iba a decir?
0:06:05 Alguien se vengo, sin embargo, Jorge.
0:06:07 Una de las preceptoras de las princesas, Lady Delorene,
0:06:12 una princesita, cometió la gozadilla,
0:06:15 empujó una vez la silla del rey, y el rey se cohalció al suelo,
0:06:19 y estalló él mismo el rey.
0:06:21 Le dio risa, que se había caído,
0:06:23 y estalló una risa tal que se desgració.
0:06:26 ¡Qué noche!
0:06:31 ¡Qué noche!
0:06:32 La princesita le sacó la silla y el rey, claro, le dio tanta risa.
0:06:36 Imagínese, si con nosotros se reía una hora y media,
0:06:40 que directamente se cayó de la risa.
0:06:43 Esa es la forma que no se riera.
0:06:45 No, no, no, era un rey con el tipo.
0:06:48 Encantado, encantado.
0:06:51 Las bromas de Luis XIV eran peores.
0:06:54 Luis regalaba cajitas de dulces, que adentro traían un ratón vivo.
0:06:59 Ay, qué feo, impresión.
0:07:01 Él siempre se abró más con asuntos gastronómicos.
0:07:05 El chaval puñado de sal en los dulces,
0:07:07 y así un chiste que a mí me encanta, se les voy a contar.
0:07:11 Cuando servían pavo en su mesa,
0:07:14 así esconderon unos amigos abajo de la mesa.
0:07:17 Y cuando pinchaban el pavo, los amigos gritaban.
0:07:23 Encantado, qué sonso.
0:07:26 ¡Qué divertido!
0:07:27 Yo voy a hacer eso la próxima vez que sirva pavo, un pollo en mi casa.
0:07:32 Ustedes no quieren venir por esconderos.
0:07:34 Me encanta, niñas.
0:07:35 Yo te lo dije en el pavo.
0:07:40 Tenemos que tener un sistema por el cual usted me avise.
0:07:43 Claro. Yo hago así.
0:07:45 Lo suelto en el mismo momento y me dices, ¡ah!
0:07:47 Miren si no parece un pavo trinchado.
0:07:50 ¡Voo!
0:07:53 Otra diversión de Luis XIV, el rey Sol, tenía que ver con él canto.
0:07:57 Le gustaban las canciones obscenas.
0:08:00 Como por ejemplo...
0:08:02 Canta.
0:08:04 En la espina de mi casa hay una cancha de bolos.
0:08:09 Y adoraba escucharlas. Le gustaba que otros cantaran.
0:08:13 En una ocasión le cantaron una canción tan graciosa.
0:08:17 Creo que era la del bañario municipal.
0:08:19 O la de una vieja se sentó arriba de un clarinete.
0:08:25 Y le agarraron espasmos de risa que lo ahogaron.
0:08:30 Y para salvarle la vida tuvieron que hacerle sangrías.
0:08:34 Le vio hacer una, ¿no? Es inolvidable.
0:08:37 Imagina el tipo y los hueses dispararon creciendo que era tormenta.
0:08:42 ¡Y se lo voy!
0:08:47 Y viene el médico y lo sangra.
0:08:49 ¡Qué barba!
0:08:51 ¡Droginario!
0:08:53 Gente divertida.
0:08:54 Carlos V, que no era muy divertido,
0:08:57 se regía con la reacción ante su dádiva
0:09:01 al término de distintas ceremonias,
0:09:04 y empezaba a recorrer la calle y nombraba al caballero los tipos que pasaban.
0:09:09 Lo tocaba con la espada.
0:09:11 Y desde el punto de vista legal tocar el rey con la espada a alguien era armarlo caballero.
0:09:15 Entonces, tipo salía.
0:09:17 Y cuando la gente veía lo que le había tocado en suerte,
0:09:21 reaccionaba con estupor.
0:09:23 Y esto le causaba gracia.
0:09:25 Acá los quintos, como se ve, eran un poco pavos.
0:09:28 Parece que hasta hace no mucho tiempo
0:09:33 esta gracia de Carlos V tuvo efecto jurídico,
0:09:36 ya que los descendientes de estos transeuntos ennoblecidos, sorpresivamente,
0:09:41 pretendían gozar de nobleza hereditaria y todo esto causó pleitos, demandas,
0:09:46 estudios, alegatos, todo por esa costumbre de porquería.
0:09:50 Pero en la Corte de los Austriaes la risa era cosa difícil.
0:09:54 Los reyes debían ocultar su risa.
0:09:57 Antoine de Brunel escribió sobre Felipe II, el hijo de Carlos V lo siguiente.
0:10:02 No hay ningún otro rey que viva como el rey de España.
0:10:05 Todas sus secciones y todas sus ocupaciones son siempre las mismas
0:10:09 y andan a un paso tan igual que día por día sabe lo que hará toda su vida.
0:10:15 Los que se le han acercado aseguran que nunca le han visto sonreír
0:10:20 y saben que jamás lo hará.
0:10:23 Eso sí que no se divertido.
0:10:25 Un caso cruel de diversión, porque a veces eran crueles estos tipos,
0:10:30 fue el de Federico Guisermo I de Prussia que gobernó allá por 1688 en adelante.
0:10:37 Federico se divertía groseramente en la mesa con sus oficiales.
0:10:42 El objetivo favorito de diversión era un tímido cronista de la Corte,
0:10:48 llamado Jacob Paul von Goulding, a quien los reunidos hacían depositario de bromas,
0:10:55 por ejemplo le prendían fuego a las ropas
0:10:58 o llevaban un mono vestido con las mismas ropas del tipo,
0:11:02 proclamando que el animal era hijo natural de Goulding,
0:11:06 y lo obligaban a abrazarlo y besarlo delante de los comensales.
0:11:12 Qué lindo hacerle.
0:11:14 Hay algo así.
0:11:17 Bueno, otra modalidad consistía en remitir con la firma de Goulding
0:11:23 a diarios y boletines literarios unos artículos grotescos
0:11:27 que habían sido preparados...
0:11:29 ¡Uy, qué bueno también hacer!
0:11:31 Podemos escribirle unos artículos a Rolom si los mandamos a los diarios.
0:11:35 O a la revista de disminución.
0:11:37 Al loco hay que correrlo para el odio donde dispara.
0:11:40 Pero le voy a contar lo peor,
0:11:44 ni después de muerto lo dejaron tranquilo al pobre Goulding
0:11:47 porque murió en 1731 y las vejaciones del rey continuaron.
0:11:51 Federico ordenó que el cuerpo de este tipo fuera conservado
0:11:56 en un gran tonel de vino
0:11:58 al cual continuaron dirigiéndose con irrisión durante unos días
0:12:03 el rey y sus compañeros de cuerga.
0:12:05 Al final intervino la iglesia y Federico accedió a que Goulding fuera enterrado
0:12:11 como cualquier otro diario.
0:12:13 Pero los ríes que se reían mucho...
0:12:16 Por eso me gustó este que se murió de risa del mismo,
0:12:19 porque en general no tenían tan buen humor
0:12:23 cuando los demás se reían de ellos.
0:12:26 Y lo que es peor, había que festejar los cistes.
0:12:31 Había que festejar los cistes y las ocurrencias,
0:12:34 las canciones que cantaban,
0:12:36 los papeles que interpretaban en las obras de teatro,
0:12:40 los bailes en los que participaban.
0:12:44 Había que dejarle las carambolas pagas.
0:12:50 El rey Fernando VII era muy aficionado al Vizal.
0:12:55 Y los que jugaban con él le preparaban el juego.
0:13:00 No solo erraban ellos, sino que jugaban armársela al rey.
0:13:04 Y todavía, todavía en este siglo,
0:13:07 algunos villaristas viejos,
0:13:10 cuando quedaba alguna carambola paga,
0:13:13 decían en Madrid,
0:13:15 así se las dejaban a Fernando VII.
0:13:18 Porque había que dejarse los así.
0:13:20 Yo me acuerdo, no de un rey,
0:13:23 me iba a contar que estaré solo.
0:13:26 Me iba a contar una anécdota de la que fui testigo.
0:13:32 Yo trabajaba en una editorial
0:13:35 cuyo dueño, cuyo jefe,
0:13:38 una persona muy seria, muy adusta y muy temida.
0:13:42 Y una mañana organizó un desayuno de trabajo
0:13:46 con secretarios de redacción,
0:13:51 algunas entrevistas, etcétera.
0:13:54 Algunos macarrones,
0:13:56 los cuales estaba yo como el último de los gires.
0:13:59 En desayuno, en las 9 de la mañana,
0:14:01 sirvieron café con leche.
0:14:03 Le ponen una taza humeante y muy caliente café con leche
0:14:06 a este hombre tan adusto, tan serio
0:14:10 y tan temido.
0:14:12 Y entonces, pregunta qué hora es, molesto.
0:14:16 Son 9.45, ¿cómo todavía no están todos aquí?
0:14:19 Se parece mentira.
0:14:20 Y quiso pegar el puño contra la mesa
0:14:23 y se le dio al borde del plato de café con leche.
0:14:26 Y se le derramó todo el café con leche
0:14:30 y viviendo sobre la falda del pandalón.
0:14:34 Se quemó vivo.
0:14:36 Y pegó un grito que todavía hoy se recuerdo.
0:14:39 Pero imagínense, ante eso, yo casi muero de risa.
0:14:45 Y todos los que estaban allí,
0:14:47 gente que todavía está trabajando,
0:14:50 algunos son directores de prestigiosas revistas,
0:14:54 marcharon hacia la ventana.
0:14:57 Y yo recuerdo, después voy a decir quién era,
0:15:02 el director de una gran revista argentina,
0:15:04 que estaba junto a mí a la ventana
0:15:06 mientras le salía aire por los ojos.
0:15:09 Trataba de sofrenar la risa.
0:15:12 Yo estaba a punto de desmaldarme.
0:15:14 Y nadie lo asistió.
0:15:17 Aquel pobre hombre que estaba quemándose vivo
0:15:19 porque todos rajaron para un costado
0:15:21 para poder morir de risa.
0:15:24 Igual es difícil asistirlo,
0:15:26 que te había caído algo.
0:15:27 Claro, es muy difícil.
0:15:28 Hay que ser muy genuflexo.
0:15:30 Claro, demasiado.
0:15:32 Pero era, parecía, la situación de los reyes.
0:15:35 No te podías reír de ellos.
0:15:38 Pero qué maravilloso de todos modos es el hecho de contener
0:15:42 una risa que no se puede exhibir públicamente
0:15:48 por alguna razón.
0:15:50 Eso reduplica la irrisión.
0:15:53 Uno tiene más ganas.
0:15:55 Y transforman hecho en anécdota, muchas veces.
0:15:57 Claro, es el que más, si no que que gracia tiene.
0:15:59 Por eso yo discutía con el querido negro Fontanarosa
0:16:02 acerca del valor de las malas palabras.
0:16:04 Él decía que no había más palabras.
0:16:06 Yo decía que era deseable que hubiera
0:16:08 y que estuvieran prohibidas.
0:16:10 Porque esa prohibición es lo que les daba un ascado,
0:16:15 un poder, una intensidad
0:16:17 que de haber estado permitidas no tendrían.
0:16:20 Es decir, si el café con leche
0:16:22 se hubiera volcado solo,
0:16:25 no hubiera tenido ninguna gracia.
0:16:27 Si nadie hubiera sido la víctima,
0:16:29 si hubiera sido el último ordenanza,
0:16:31 hubiera tenido menos gracia.
0:16:33 Estando prohibida la risa,
0:16:35 aquello fue mucho más fuerte.
0:16:38 ¿A quién dedicar esta charla sobre los poderosos
0:16:42 que se divierten a menudo
0:16:45 mientras los súbditos sufren?
0:16:47 Que es lo peor.
0:16:49 A mí me gustó la princesita
0:16:52 que se atrevió a sacar de la silla
0:16:54 el rey Jorge II
0:16:56 y que lo hizo reír de tal modo que el tipo
0:16:59 se desgració.
0:17:01 Sobre todo, dedícárselo en el segundo antes
0:17:04 de que se empieza reír.
0:17:06 En el segundo antes, cuando todavía corría riesgo el pellejo
0:17:09 de la silla, porque ahora con la historia puesta
0:17:12 todos habíamos un ecuado que fue divertido,
0:17:15 pero ella no sabía, a lo mejor,
0:17:18 que le esperaban años de prisión
0:17:21 por sacarle la silla al rey.
0:17:23 Así que a aquella princesa le vamos a dedicar
0:17:26 un tango que se llama justamente
0:17:28 la princesa que le sacó la silla al rey.
0:17:31 Que le sacó la silla al rey fue sacado el título.
0:17:34 ¿Vámonos?
0:17:36 Le quedó solo como aquella princesa
0:17:38 para evitar la intervención
0:17:41 del consulado inglés que es siempre respetuoso de su corona.
0:17:44 Así que escucharemos esta versión
0:17:46 de este bellísimo tango de Joaquín Mora
0:17:49 en la voz de Doña Ruth Ataguille
0:17:52 acompañada por nuestro Fernando Marzán.
0:18:11 Hay una estrella de malada
0:18:16 junto a la luz de tu mirada
0:18:22 Me aflige su quebrando
0:18:25 Es que te quiero tanto
0:18:28 que me entristejo al verte
0:18:30 estrella y de fina
0:18:34 bajo este cielo de quimera
0:18:39 que te dibuja en tus soferas
0:18:45 Te he visto reflejada
0:18:48 mi vida de cruzada
0:18:51 y de celos miedios de mi amor
0:18:56 Como aquella princesa
0:19:00 del límite de cuentos
0:19:02 Apareciste un día
0:19:05 de lundrante de luz
0:19:07 Yo era el tímido padre
0:19:10 de una corte de ensueños
0:19:13 cuyo Dios era el verso
0:19:16 cuyo sueño eras tú
0:19:20 Como el tímido padre
0:19:24 del librito de cuentos
0:19:27 Una tarde temblando
0:19:29 te confiaba mi amor
0:19:31 Se empañaron tus ajas
0:19:35 Un sópiro y un peso
0:19:38 y esta pena tan dulce
0:19:41 que nos une a los dos
0:19:45 Oh, oh, oh, oh, oh
0:19:50 Oh, oh, oh, oh, oh
0:19:55 Hay una estrella que agoniza
0:20:00 junto al soñar de tus cupiras
0:20:05 Estás enamorada
0:20:08 Lo dices tu mirada
0:20:11 Y en esta duda se consume el elmabilla
0:20:18 Pero vives de tranquilidad
0:20:23 Porque tu aliento me acaricia
0:20:29 Tus manos en mis manos
0:20:32 Mis labios en tus labios
0:20:35 Y mentalmente una oración
0:20:40 Como aquella princesa
0:20:44 Del híbrido de cuentos
0:20:47 Apareciste un día
0:20:49 Del umbrante de luz
0:20:52 Era el tímido paje
0:20:55 De una corte de sueños
0:20:58 Cuyo Dios el beso
0:21:01 Cuyo sueño eras tu
0:21:04 Como el tímido paje
0:21:08 Del híbrido de cuentos
0:21:10 Una tarde temblando
0:21:13 Te confiaba mi amor
0:21:15 Se empañaron tus ojos
0:21:19 Un suspiro y un peso
0:21:21 Y esta pena tan dulce
0:21:26 Que nos une a los dos
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