Transcripción automática
0:00:00 Hablaremos de algunos artistas en la vejez en base a un trabajo que ha realizado Simon de Bouin.
0:00:08 Así que vamos a ver qué sale de todo esto.
0:00:16 Con tres ejemplos no vamos a hacer nada.
0:00:19 Tres ejemplos eran tres ejemplos. No es que con tres ejemplos sabremos qué cosa es la vejez.
0:00:24 Hablemos de Josepha Verdi.
0:00:27 Todavía era bastante joven cuando ya le inauguraron una estatua en la escala de Milán.
0:00:33 Él tenía 68 años y con gran pompa, por cierto, pusieron una estatua en el teatro de la escala
0:00:40 y esto le provocó un tremendo desagrado.
0:00:44 Dijo en la inauguración.
0:00:46 Todo esto significa que estoy viejo.
0:00:49 Lamento esta ceremonia y la lamentaré siempre.
0:00:55 Y se fue el peor.
0:00:57 Poco tiempo antes Verdi había mejorado mucho una de sus antiguas obras,
0:01:03 Simón Bocanera, que se había representado con enorme éxito.
0:01:08 A los 71, dijo él mismo los ensayos de Don Carlos.
0:01:12 ¿Por qué no los iba dirigiendo?
0:01:13 En Italia ya era un dios al que se veneraba.
0:01:16 Cada vez que aparecía en un teatro o incluso en la calle provocaba ovaciones.
0:01:23 Y ahorita estaban todos.
0:01:25 Vivía mucho en el campo, se ocupaba de sus tierras, viajaba, visitaba exposiciones.
0:01:32 Esto como descripción de una vida, visitaba exposiciones,
0:01:37 como si todos los días Verdi visitara exposiciones.
0:01:41 Bueno, se quejaba por haber trabajado tanto, eso está bien.
0:01:44 Se quejaba por haber trabajado mucho y tener que morir.
0:01:48 A los 73 estaba trabajando en hotel o todavía quizá el mejor de sus obras.
0:01:54 Y a los 76 empezó a trabajar en Falstaff, las alegres comadres.
0:02:00 Y la terminó cuando tenía 80.
0:02:03 Ahora, cada homenaje que le hacían lo recibía con el mismo mal humor,
0:02:07 con la misma melancolía.
0:02:09 Decía que, este...
0:02:13 No, decía de todo.
0:02:16 Pero el equilibrio físico y moral de Don Giuseppe era asombro de los médicos.
0:02:22 El amigo Chezar el Hombroso escribió sobre su caso
0:02:26 y dijo así, el Hombroso que igualmente no merecía mucha fe.
0:02:29 ¿No sabes quién es el Hombroso? Aquel de los bultos del cerebro.
0:02:33 Del cerebro, no.
0:02:38 De las áreas.
0:02:39 El Hombroso, que sienteaba la capa de los sesos para...
0:02:45 ¿Cómo se llamaban los tiposesos? ¿Ese era Hombroso?
0:02:49 No, el piso ignomista.
0:02:51 El piso ignomista.
0:02:53 Bueno, además, estaba en paréntesis.
0:02:55 Sí, tenía la cabeza cuadrada.
0:02:56 Los bultos de la cabeza eran una cosa y el piso ignomismo era el otro.
0:03:00 Pero el Hombroso decía, la anomalía es tan grande, está extraordinaria.
0:03:06 Esta voz tenía el Hombroso.
0:03:08 No puede confundir las ideas de los que han hecho investigaciones sobre este punto.
0:03:13 Era locutor.
0:03:14 Verdi, no envejece, decía el Hombroso, totalmente seguro.
0:03:17 Pero finalmente murió la mujer de Verdi y esto fue un gran golpe y se rindió.
0:03:22 En 1901 escribió Verdi.
0:03:25 Aunque los médicos me digan...
0:03:27 Tenía una voz parecida a los hombrosos.
0:03:30 Aunque los médicos me digan que no estoy enfermo, siento que todo me cansa.
0:03:35 No puedo leer, no puedo escribir, no tengo nada que hacer en este mundo.
0:03:40 Y se murió poco después.
0:03:42 No un rato después, pero unos meses después, fulminado por una hemiplegia.
0:03:47 En todos modos hay que decir que más de un siglo atrás no era usual que un señor de 70 años o de 80 tuviera buena salud.
0:03:56 Hoy en día, los hombrosos se asombraría muchísimo.
0:03:59 Debería ver algunos señores que a los 80 todavía sigue molestando muchísimo.
0:04:04 Son perfectamente inaguantables con más de 80 años.
0:04:08 Los hombrosos igual se asombraría de muchísimas cosas.
0:04:11 La primera era cuál sería el desbarranque de todas sus teorías.
0:04:15 Bueno, otro viejo, Víctor Hugo.
0:04:18 Víctor Hugo Morales.
0:04:22 ¡Víctor Hugo Morales es muy joven!
0:04:24 ¡Víctor Hugo!
0:04:26 Víctor Hugo tenía una actividad deslumbrante aún en su vejez.
0:04:31 Cuando en el año 73, 1873, algunos se ofendían porque andaba sin sombrero.
0:04:39 Sin que yo sepa entender qué clase de actitud juvenil consiste en no llevar sombreros.
0:04:43 Yo he visto viejos a Chacoso que nos llevan sombreros y no resultan en absolutos juveniles, pero eran otras épocas.
0:04:49 Víctor Hugo se enorgullecía de subir las escaleras de cuatro en cuatro, lo cual ya sí es algo.
0:04:55 Se creía invulnerable, como cualquiera que sube las escaleras de cuatro en cuatro.
0:05:02 Flóver dijo en 1877, el viejo está más joven y encantador que nunca.
0:05:08 Ahí Víctor Hugo le contestó al viejo, no deja tranquilo.
0:05:15 Tenía una gran capacidad de trabajo.
0:05:18 Le gustaba a Víctor Hugo leer a sus amigos sus últimas obras, lo cual es un pecado terrible.
0:05:23 Ya sea en la vejez como en la infancia.
0:05:26 Y esa gente que no vacila en leernos lo que ha escrito.
0:05:29 Una noche le dijo a sus amigos,
0:05:31 señores, tengo 74 años, probablemente se sacaba 3.
0:05:38 Y estoy comenzando mi carrera.
0:05:42 En verdad por esos tiempos había comenzado a participar en política,
0:05:46 fue elegido senador, escribió el hombre que ríe y amó a varias mujeres.
0:05:50 No todo al mismo tiempo, desde luego.
0:05:52 Imagínense, bueno sería verlo en el Parlamento,
0:05:55 a Víctor Hugo diciendo un discurso, escribiendo el hombre que ríe
0:05:59 y amando a una dama guadosa.
0:06:01 Cuando cumplió 79 años los festejos fueron como una fiesta nacional.
0:06:06 600.000 personas desfilaron debajo de su ventana.
0:06:10 Debió ser un verdadero espectáculo.
0:06:13 Además, yo sé dónde está esa ventana, que esté tan viejo.
0:06:16 En la plaza de Bosques.
0:06:20 Es una plaza cerrada,
0:06:24 que está por ahí no lejos de la Bastilla.
0:06:28 Unos edificios rojos que fueron construidos por Enrique IV.
0:06:32 La plaza tiene también una reja,
0:06:34 se entra la plaza como si fuera un patio
0:06:37 y en una punta hay como una recova
0:06:40 y en la casa de una esquina, pero una esquina al revés.
0:06:43 Porque el ángulo que hace es interno.
0:06:48 Ahí vive Víctor Hugo.
0:06:51 Creo que está la estatua de Luis III.
0:06:53 Ahí suelen tocar tangos y bailar tango.
0:06:56 Muchachos alemanes que se fingen argentinos
0:07:00 para que la gente les dé dinero por bailar tangos.
0:07:02 Bueno, ahí vivía Víctor Hugo.
0:07:04 No me parece que hayan podido pasar 600.000 personas,
0:07:07 salvo que hubieran tardado muchísimo.
0:07:10 ¿Cuánto tardan?
0:07:11 No entran en esa plaza.
0:07:13 No entran en la visualidad, pero bueno,
0:07:15 ¿cuánto tardan 600.000 personas en defilar bajo la ventana de un señor
0:07:18 por muy Víctor Hugo que fue?
0:07:20 Un tiempo.
0:07:21 Tardase, sí, póngale 2.000.
0:07:26 Le habían levantado un arco de triunfo
0:07:29 a Víctor Hugo.
0:07:31 Y él sí recibía estos homenajes con lágrimas de felicidad.
0:07:34 No era como verde, a él le gustaba.
0:07:37 Él no era un soluto atormentado
0:07:40 por rencores ni miedos seniles.
0:07:43 Estaba en pleno acuerdo con sí mismo.
0:07:45 Bueno, eso es un poco senile.
0:07:47 Estaba en pleno acuerdo con uno mismo.
0:07:53 él había deseado desde la infancia
0:07:57 esa apoteosis,
0:07:59 ese encuentro de una vejez poderosa con la gloria.
0:08:02 Se había entrenado para ser un viejo glorioso,
0:08:05 un viejo Víctor Hugo.
0:08:07 Así que le salía el fenómeno.
0:08:09 ¿Cómo sucedió con verde y la muerte de los que amaba?
0:08:12 Fue lo que vino a debilitarlo.
0:08:14 Cuando murió su compañera, Juliet,
0:08:17 dijo, ¿qué va a hacer de mí hasta que me muera?
0:08:20 Todos tenían la misma voz en aquel tiempo.
0:08:24 Lo molestaba profundamente que la gente se le muriera.
0:08:28 Así que a los 83 años debilitado por tantas ausencias dolorosas,
0:08:32 empezó a hartarse de su gloria.
0:08:34 Dijo, es hora que deje al mundo libre de mí.
0:08:40 Él mismo dijo, es hermosa inteligencia.
0:08:43 Él mismo.
0:08:45 Y se señalaba, supongo.
0:08:47 ¿Tipo como de esto?
0:08:49 Esta hermosa inteligencia empieza a dar señales de extravío.
0:08:52 Hay demasiados duelos y pocas fiestas, dijo.
0:08:56 Además, ahora ya sólo puedo subir de a dos perdaños.
0:09:00 Y esa ya era una decadencia.
0:09:02 Y enseguida se murió.
0:09:04 Dile, si tampoco ha sido tan longevo, vitorugo.
0:09:07 Ahora, esa es una edad que está al alcance de cualquier desgracia.
0:09:11 Hablaremos, finalmente, de Jonathan Seft.
0:09:15 Quien lo echó, luchó, sería mejor.
0:09:18 Contra la vejez, todo lo que pudo, pero fue víctima de desgracia fisiológica.
0:09:23 Y esta es la contracada.
0:09:25 Hemos hablado muchas veces de Jonathan Seft, el autor de Gulliver,
0:09:29 en el país de Los Cosos, los senanos.
0:09:34 Los lidiputenses.
0:09:36 Y el AVG este estaba muy mal.
0:09:39 Ni su carrera ni su fortuna, que era muy modesta por otra parte, lo satisfacían.
0:09:44 No se gustaba él mismo.
0:09:47 ¿Se acuerda de los Struelbracks?
0:09:50 ¿Los inmortales eran?
0:09:52 Que eran unos animales que habían conseguido una especie de inmortalidad.
0:09:59 Y a medida que pasaba el tiempo, no se morían, pero se volvían secos como cigarras.
0:10:06 Lo cual ya era una figura mítica y conocida en tiempo de Seft,
0:10:09 porque los griegos habían inventado un mito, conforme al cual creo que era un amante de Selene,
0:10:15 había sido gratificado con la inmortalidad,
0:10:17 pero como se había olvidado Selene de pedir la gracia de la juventud eterna,
0:10:21 el tipo envejecía.
0:10:23 No se moría, pero envejecía y se iba secando.
0:10:27 Bueno, estos Struelbracks eran una descripción de su propia senilidad, de la senilidad de Seft.
0:10:35 Seft tenía mareos, andaba tan valiente y oía mal.
0:10:40 A los 61 años redactó el más amargo de sus pampletos sobre los hijos de los pobres en Irlanda.
0:10:47 Nos hemos comentado aquí, donde aconsejaba devorar a los niños para evitar el sufrimiento.
0:10:55 Para vencer los mareos se obligaba el mismo a hacer ejercicios,
0:11:01 que eran largos paseos a pie o a caballo, y si subía y bajaba frenáticamente las escaleras de su casa.
0:11:10 Vivía rodeado de mujeres maduras, pero la traía a las jóvenes como cualquiera.
0:11:15 Pero le daba vergüenza acercarse a ellas y entonces se volvió misógino.
0:11:20 Tenía miedo de volverse loco, lo cual es un síntoma de locura, ciertamente.
0:11:26 Y estaba aterrado porque sus amigos se morían.
0:11:29 Escribí una carta Alexander Popp, dice, ahora no me queda más que usted.
0:11:34 ¡Tenga la bondad de sobrevivirme!
0:11:38 Insultaba todo el mundo, solo porque creía que el ejercicio de la veje es
0:11:43 consistía en transformarse en un cascarrabia.
0:11:47 Cuando le preguntaban por qué su ira, decía que porque estaba viejo, porque hay otra cosa.
0:11:53 No soportaba sentirse disminuido.
0:11:56 Andaba y rumiando sus rencores, sospechaba de todo el mundo,
0:12:01 y creía que todos eran malevolentes, en lo cual acertaba.
0:12:05 No toleraba el optimismo atolondrado de los que no notaban su decadencia.
0:12:10 Es decir, los que le decían pero, señor César, si usted está fenómeno,
0:12:15 él sabía perfectamente que sus ideas eran cada vez peores.
0:12:19 Qué interesante esto.
0:12:21 Notar la propia decadencia mental es casi una paradoja porque calcula usted
0:12:26 que tiene una cierta estatura para reconocer la propia decadencia.
0:12:30 Pero es posible hacerlo.
0:12:32 Se hace en el siguiente y falso razonamiento.
0:12:36 Si este señor habla de su propia decadencia, es porque están en condiciones de percibirla,
0:12:41 y si están en condiciones de percibirla, entonces no ha decaído.
0:12:45 Bueno, el último parra fue falso.
0:12:48 Se puede reconocer la propia decadencia con una mínima lucidez.
0:12:53 Basta una mínima lucidez y honestidad para reconocer la propia decadencia.
0:12:59 Y debe ser triste.
0:13:02 Bueno, es decir, ya no hago tan buenos versos como antes.
0:13:07 Es mucho peor que ya no bajo las escaleras de 4-4.
0:13:13 El caso es que a los 70 años, nuestro amigo Jonathan Swett,
0:13:16 se agarró a trompadas con un canónico,
0:13:19 y entonces todos dijeron que ya no estaba sano ni de espíritu ni de memoria.
0:13:23 Y entonces ya se volvió loco redondamente, del modo más ostensible e indiscutible.
0:13:29 Cuando él decía, estoy loco, ya nadie se lo discutía.
0:13:34 Bueno, eso está bien.
0:13:36 O a lo mejor ya no se lo discutían porque ya se sabe que no conviene discutir con los locos.
0:13:41 Hay que darle la razón.
0:13:43 Él decía, por ejemplo, yo estoy loco, y tú le decía, tienes razón.
0:13:47 Que es como le dirían en el barrio al pobre Jonathan Swett.
0:13:51 Bueno, esto es el tercero de los grandes viejos que hemos examinado hoy.
0:13:55 Dos terminaron muy bien, y el tercero no.
0:13:58 Y ya se veía venir porque después de dos que terminan en fin,
0:14:01 no menos las leyes de probabilidad indicaban para su vez un pésimo final.
0:14:08 Bueno, ¿qué conclusión podemos sacar de todo esto que hemos dicho?
0:14:16 ¿Qué conclusión quieres sacar?
0:14:18 Los cantantes o los autores de ópera mueren a los 80 años en 1901.
0:14:26 Los escritores que se convierten en glorias nacionales ven pasar bajo su ventana a 600.000 personas.
0:14:33 Es un poco mejor.
0:14:35 Y la tercera me gusta todavía más que las otras dos,
0:14:38 que es al loco hay que correrlo para el lado donde disparan.
0:14:42 Que es la que se aplica Jonathan Swett.
0:14:46 Y también, Mercedes su profesión, podrá suscribir el teinciso.
0:14:51 Al loco hay que correrlo para el lado donde disparan.
0:14:54 Me imagino que usted cuando tiene que salir tras un loco,
0:14:57 seguirá precisamente el derrotero que este le marca en su vida.
0:15:03 Bueno, ¿a quién quiere decir?
0:15:05 Hay otra consecuencia que podemos sacar de esto Alejandro,
0:15:07 y es que a las personas, sobre todo si tienen una sensibilidad especial,
0:15:13 en el caso de los artistas, siempre los debilita la ausencia de los seres queridos.
0:15:20 ¿Y usted a quién quiere dedicar esto?
0:15:23 Bueno, los tres son muy, muy queribles y muy lindos.
0:15:28 Voy a dedicar al amigo Víctor Hugo, especialmente porque me gusta mucho
0:15:34 a su gran personaje, Jean Valjean.
0:15:38 Si me permite, a artistas que han sido también muy brillantes y muy talentosos
0:15:44 en otros momentos que no han sido la vejez.
0:15:47 Por ejemplo, al joven Hugo del Carril, que tenía en su juventud fue extraordinario.
0:15:52 Después también fue un gran artista.
0:15:54 Después fue un gran director de Jean.
0:15:56 Pero antes que nada fue muy precozmente un gran cantante.
0:15:59 Un gran cantante.
0:16:00 Y al amigo Gardel, que en el momento de Madurez Justo, era brillante también.
0:16:04 ¿A los artistas que en el momento en el que le toque pueden brillar?
0:16:07 Bueno, nosotros hemos sido a la discoteca de la radio donde hay un señor muy viejo.
0:16:14 Un señor que estaba incluso en esta radio cuando no era todavía esta radio.
0:16:19 Un radio municipal.
0:16:22 Y se olvidaron de...
0:16:24 Ya estaba jubilado.
0:16:25 Ya estaba jubilado y se olvidaron.
0:16:27 Esta vez quedó ahí, quedó ahí.
0:16:29 Un hombre muy viejo, tiene como 114.
0:16:33 Le pedimos un disco.
0:16:35 Se dice que es inmortal de él.
0:16:38 Y no dijo que no tenía ninguno.
0:16:43 Entonces tomamos uno de nuestros discos, que ni siquiera recuerdo cuál es.
0:16:48 Vamos a escuchar un disco de Don Alberto Merlo, Alejandro.
0:16:53 Ah, claro, está muy bien.
0:16:55 Nos costó relacionarlo.
0:16:57 Porque es una metáfora de la vejez.
0:17:04 Una metáfora amarguísima, desde luego.
0:17:06 Es una bella milonga que se llama Estación de Vía Muerta.
0:17:09 Y que escucharemos para levantar el ánimo de las personas de edad que no se escuchan.
0:17:18 Adelante entonces, Don Alberto Merlo, querido amigo de este programa.
0:17:27 Estación de Vía Muerta
0:17:57 Bolseros y capatales, hombres fuertes y capaces que para siempre se han perdido.
0:18:18 Ya no se ve ni un ligera al lado del embarcadero ni un estiva
0:18:25 con letreros de una firma serialera.
0:18:29 Ya por tu enorme tranquilidad no entra ninguna chata.
0:18:35 El carrero no desata su famosa caballada, ni descarga en la planchada las bolsas por la culata.
0:18:56 Ya no hay muchachas bonitas, paseando por el Andén que iban a esperar el tren en las lindas tardecitas.
0:19:10 Contra tu vía limpita no se estrella el sol radiante.
0:19:16 Y en esa quietud constante de las ruinas que allí quedan,
0:19:21 ya ni se mueve la rueda de tu molino gigante.
0:19:26 El gambita no camina con la blusa azul,
0:19:42 que ya ni la máquina resuella con su aliento de neblinas.
0:19:50 Ya no están en la oficina ni el jefe ni el auxiliar,
0:19:55 y no se oye repicar el telégrafo tampoco,
0:20:00 y los goriones de a poco han terminado por copar.
0:20:08 Tu señal está tranquila y tus galpones carcomidos,
0:20:13 y en esos rieles dormidos ya no hay vagones en fila.
0:20:19 Ya no se ve ni una pila sobre tu playa desierta,
0:20:24 tu campana no despierta y es su vadajo olvidado.
0:20:32 Un lágrimo no obsidado, llorando una vía muerta.
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