Acabo de volver, a pie. La experiencia me permite aconsejar, a los que vuelvan hacia el norte y amen las experiencias fuertes, tomar por la calle Honduras (luego Zapiola): entre Concepción Arenal y Matienzo, unos 200 metros de tinieblas, flanqueados por un descampado y una planta transformadora, de la que solo se adivina el zumbido, proporcionan una sana intranquilidad. En mitad de la calle, un taxi parado y vacío, bajo la última columna de alumbrado, señala la entrada en lo desconocido: si uno adelanta el brazo, ya no lo ve. Y de pronto, ya internados en la oscuridad, a la derecha, una pantalla de celular traza volutas en el aire. Pero, obviamente, no pasa nada.
El programa estuvo muy divertido. Parecía un verdadero café concert. Dolina, muy contento, te recibía en la puerta con una copa de champagne; Barton colgaba de otra, pero no convidaban. Me da la impresión de que no nos invitaron a todos al vernisagge.
El lugar es despojado: se entra por un tosco boquete en la pared, pero artificialmente simétrico y de altura suficiente. Tres paredes blancas recién pintadas, piso de cemento y al fondo una cortina negra con un cartel de la Venganza definen un prisma de unos 10 por 15 metros, de la altura de un edificio de 1 piso o 6 coches sedán uno encima del otro. Una docena de buenas mesas de plástico y sillas ídem, contagiadas del estilo de la zona, y una velita de imitación en cada mesa (que nadie habrá sustraído al retirarse) completaban el cuadro de los objetos inanimados, amén de los muchachos de la producción y de la parafernalia propia del programa. Entrarán unas 50 personas, que eran más o menos las que había. Extraños y conocidos sentados a la misma mesa, pero sin confraternizar. Después del primer bloque prendieron las luces sobre el público y de café concert pasamos a patio de club, lo que estuvo bien.
No da la impresión de ser una radio que pase penurias. Afuera del auditorio había una pileta, vaya a saber uno para qué. Probablemente Barton hiciera pie.
Detalle de color: antes de entrar nos censaron, con nombre, apellido y composición del grupo familiar, y que con quién habíamos pasado la noche.
Pequeño traspié técnico: cuando Dorio terminó su dedicatoria hubo aplausos y el operador vio en eso la señal para mandar el tema, que fue sin presentación previa.