No puede permitirse aquel que tiene la palabra, que la representa, como medio para generar gestos, actos, pensamientos, afectando fuentes de destinos con ella, no disciplinarse, ejercitarse, adiestrarse en la técnica y el arte de su instrumentación, para no caer en la manipulación irresponsable y la criminalidad de oportunista y amoral Babel.
Ni puede, quien sabe que carece de pasión despersonalizada por la verdad y de noble voluntad, atreverse a ocupar sus foros ni mantenerse en ellos a costa de la mismidad humanista de la palabra, de su sentido ontológico y valor político reactivo.
Escritor, filósofo, periodista, sin importar género o militancia, simetría o asimetría, juventud o madurez, no tienen derecho a llevar su circo personal, ambiciones y limitaciones - "producidas" de modo que distraigan y atraigan por ignominiosa causa divorciada de su ser y hacer - a las mentes, los corazones, los ámbitos, de las personas y los ciudadanos : es contrario a su esencia académica y de república, a su fin justiciero, ...degradarlos a la condición de "su público". ( Vi la nota-espectáculo de las "dos mujeres" Sarlo y Ottaviano, ¿no fue desde ahí que se encaró, se azuzó ? ¡ Qué perverso fenómeno el mediático !... )