No sé cómo habrá sido el programa del martes, ni si vivirá solamente en la memoria de los que lo presenciaron; si lo grabaron y, algún viernes llega a nuestros oídos, será lejano, sin el calor de los corazones de esa noche, que latieron esperando; será extraño, ni siquiera como un muerto querido, porque quedó un vacío en el espacio-tiempo entre aquel lado que aspiró los latidos de la víspera y este lado, cerrándose tras el mensaje de Alejandro. Sabemos que existió, mas no vivió para nosotros : su rostro de allí y entonces, nos es desconocido; le pondremos otro; sólo recordaremos una seña, esa llamada telefónica.

El programa de anoche, lo he vuelto a escuchar dos veces más y le respondo sin cansancio y lo escucho sin tener que tolerar : porque tiene el espíritu adecuado, la gracia, el ritmo, la música, todos los elementos para ser de los mejores. Y no necesitó usar ningún bajo recurso.