El destino se ríe de nosotros y cuando no queremos apropiárnoslo le llamamos suerte.
Mejo lo dijo un cierto escritor Inglés:
Dueños de sus destinos son los hombres. La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.
O, si acaso:
¡Ser, o no ser, es la cuestión!-¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?
Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos
que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara
concluir así! Morir... quedar dormidos...
Dormir... ¡tal vez soñar! ¡Ay! allí hay algo
que detiene al mejor.
Más contemporáneo, vecino, próximo al camino.
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No empuje, no empuje que me desplancha la corbata.