Muchísima gente hoy en el Bar del Plata, y con nueva producción, es decir, con un nuevo muchacho que sirve las gaseosas y que trae y lleva unos pocos papeles de aquí para allá.

Me tocó sentarme a la mesa con "una señora mayor", que entre la clase de las señoras mayores representaba el tipo barroco. Probablemente los micrófonos han registrado alguno de sus ayes.

Para festejar mis 60 km de caminatas, hechas entre las 2 y 3 de la mañana sin desembocar en la sección policiales, aproveché el descubrimiento de un nuevo paso sobre las vías: un angosto puente peatonal que cruza entre Cramer y Moldes a la altura de Zabala, esto es a unas cuatro cuadras de la estación Colegiales. Es un puente de unos 100 m de longitud, largo como no he visto otros, porque cruza una zona donde hay muchas vías auxiliares. Se trata de una experiencia imponente, condimentada por el hecho de que no se sube por una escalera sino por una rampa para bicicletas, de manera que la entrada y salida del puente se alarga considerablemente debido al zigzagueo de los accesos. En medio del puente y a esa altura sobre el suelo, el horizonte se aleja y se tiene una buena visión del cielo. Si no fuera por el alambre tejido y la estructura de fierro, estaría lleno de Bartons mirando por telescopios.

Por la avenida Cabildo erraban aún las huestes exánimes del recital de Madonna.