Yo estuve en el auditorio y doy fe de que ninguno de los intérpretes fue poseído por Sargatanás, Belphegor, Merihem o compañía y que hayan empezado a hablar en lenguas.
(Escuchando con más cuidado las grabaciones, me pareció que era la voz de esa otra potestad infernal, es decir, Julio Bazán.)
El fragmento que falta decía algo así: que un intendente de San Martín puso en las calles naranjos, pero de esos cuyo fruto es la naranja amarga, que no sirve para comer. Entonces eran usadas como proyectiles, y con el tiempo la gente de San Martín se volvió bárbara y violenta. Y ahí venía la analogía con las cimitarras: si uno viviera rodeado de árboles cuyos frutos fueran cimitarras, al final se haría sarraceno.