Tierno, dulce, amoroso programa y no por eso menos inteligente sino capaz de serlo en el mejor sentido.
Dolina, mi vida. Barton, amiguito del alma.
La boca está en las manos y las manos, en la boca.
"Nunca vio un calzón de Lona de Catre" ( por qué la risa que vino a continuación, fue triste )...
Sólo disiento con su manía recurrente respecto a lo venereus desde un perfil anfractuoso, cerril - a veces zafio - Entonces lo observo como la disonancia de Chagall : la advertencia de lo que, presente, escapa al propio control y recuerda la aspiración del arte y la naturaleza humana, de despegar del suelo. Lo recuerda como una picadura de abeja, no picadura de avispa.
Lo que pasa con la mujer y el varón no puede comprender, es que si es fuente de amor se derrama en toda vertiente : según el cauce, el lecho donde fluye, se adecua. Sin embargo, cuando se trata del amado, en él se derrama de todas sus formas posibles : es al mismo tiempo, amante, madre, hija, amiga, hermana y... misterio sin nombre para que él le dé el que necesita.
"Ser madre es saber y hacerse la que no sabe"... Barton, genio, el mejor aporte inteligente de corazón a corazón. Demasiado intelecto recostándose en Dolina, demasiados intelectos reclamando por ese contacto y sus efectos, desperdicia lo mejor de Alejandro : Barton, lo rescata, lo atrae con cantos de sirena... y A.D. no se ata al mástil, no desafía con juegos mentales presionando al extremo,... porque a la verdad de Barton, es imposible ser indiferente, imposible sostenerse en el cinismo en los momentos de jugarse. Cuando ocurre, cuando son antagónicos, se nota y el programa pierde su más rica veta afectiva, su azulunala, su ángel gris, su pensador en el mascarón de proa de la nave infinita y estelar con el corazón en la mano,... su brújula que apunta al norte porque viene del sur - arrastrando su carrito de la Tierra, como el niño su carrito hecho de madera de cajón de manzana, sólo que en el hombre es de manzanas de las hespérides y quién sabe, tal vez una ninfa invisible sentada encima -.