Choca un tren. Mueren decenas de personas. Cientos, se encuentran en grave estado. Enorme consternación, estupor, angustia, ansias de hacer algo, retroceder el tiempo. El "momento" que impide a los astros caer dentro del Sol ... ¿será el mismo que no impide a las criaturas el cumplimiento de sus destinos y, si se intenta, la geomería enloquece y, son atraídas hacia una "gravedad" que no era para ellas...?
Hacer algo... Aunque no sirva para los que murieron tal vez para los que están en extremo riesgo...¿Pero qué...?
Entonces, el ama de casa reanuda la tarea que momentos antes detestaba con toso su ser y echó a un lado...Y con toda su alma la completa primorosa, perfecta. El changador, levanta el bulro más pesado y lo deposita sin arrojarlo, artísticamente sobre el antes inaccesible mejor lugar. El médico no duerme y canturrea suavemente el segundo movimiento de la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky y cose la herida como si fuera la piel de su hijita recién nacida, silba suavecito como si cada nota cauterizara una llaga, alimentara la vibración del pulso que lucha. El recolector de residuos se vuelve a levantar, el contenido desparramado, con pasión, con voluntad en el gesto, como si fueran las partes de una vida y las reúne, las ata, hasta se atreve a tocarlas con el calor de sus manos y las deja en el camión, como el citujano ha dejado el cuerpo devuelto de la operación, sobre la blanquísima cama.
Esta noche Manuel Moreira, cantó fuerte. Cantó y creyó en curar...Tal vez no, pero creyó y cantó. Era importante no pensar en sí mismo y sí en qué tenía cada uno para dar... Como la lágrima pedida para Balder.
Y la babosa "seguiría hasta el fin baboseando" con voz o sin ella.
Y la paciencia seguiría insistiendo y persistiendo, porque a lo mejor, alguien podría salir de alguno de los tantos hospitales llenos esta noche,... y escuchar un día el disco que, en esa paciencia, contendría el músculo tensado del changador, la puntada siguiendo el ritmo de la sinfonía y ambas al cirujano, la grieta en la que dios acecha, la tarea del ama de casa, el paquetito que ensució las manos del recolector y que como nunca, brillaron en la oscuridad : contendría al sobreviviente mismo, que esta noche cada uno con lo suyo, soñó, tentó, quiso, creyó,... ayudar a vivir.
Pero él,...él no.
Él creyó demasiado canturrear unos versos con Moreira, un corazón que creyó demasiado ceder su propia importancia... Cantar esos versos que no quería, por el hecho justamente de que no quería, habría sido un pedacito, un recorte, de amor... La lágrima de Balder.
Yo, qué puedo hacer : nada más que donar sangre-palabras, sin calcular si son buenas o absurdas...
Porque lo único absurdo, es la dureza de corazón, la indiferencia del alma creadora.
Viyi el jueves, 23 de febrero de 2012 a las 02:58 AM
en La venganza será terrible del 22/02/2012 dijo: