Hola!
Muy buenas a todos los foristas (a los que siempre copan la banca, y a los que volvemos como el ave Fénix, contemplando el nulo y desacertado espíritu que -se supone- debería reunir a un foro de internautas agrupados bajo un programa como LVST. Pero no: siempre hay espacio para un "ohhh, soy el primero. Canto pri!", etc... Como sea, muy buenas a todos).
Me preocupa esta superstición nominal en alusión a la independencia. He visto estos días, paseando por Buenos Aires, una agitación de banderas que parecieran llevarnos a un lugar mejor. He visto demasiadas gargantas inflamadas por gritos amorosos hacia la patria (prefiero ponerlo en minúsculas, si no se ofenden), tal y como sucede cuando estos 11 señores que sudan y corren detrás de una pelota, vienen a representar para muchos una cuestión mesiánica.
En estos últimos tiempos -terminadas las dictaduras de fuego y comenzadas las dictaduras liberales (¡vaya contradictio in adjecto!)- podemos concluir que lo único que queríamos era llegar hasta aquí. Aquí tenemos nuestros 200 años...
Y ahora qué? acaso el ombliguismo porteño se termina luego de las 00 hs? pensemos, porque quizás sea hora de no escalafonarnos. O es que acaso el “patriotero” que sale hoy con su bandera y su Megane a florearse por Buenos Aires, es más que otro de Salta que, sin Renault y sin trapo, no dudaría en tomar un palo y derramar su sangre? Como sucedió antes: el campo se llenó de sangre y la ciudad, de adoquines.
Mirar la historia desde el onanismo es uno de nuestros grandes pecados como sociedad. No engañemos a nadie, pero menos a nosotros: el argentinismo está degradado. Degradado desde el momento en que los boeing de American Airlines se atiborraban de viajeros a Miami. Desde el momento de la indignación social pre satori/socialista/pseudo-anarquista/justiciera post tocada de culo bancario.
Nuestros festejos, estos escenarios, estas luces, estos himnos a voces y estos lagrimales epilépticos son fruto de una emoción prefabricada made in (no importa, usa?) de enaltecimiento a los símbolos, antes que el enaltecimiento a las personas que hicieron este país desde abajo. Y desde abajo también quiere decir varias capas debajo del suelo que pisamos.
No hago política. Pero este carnaval poco tiene que ver con nosotros. Esta alegría auspiciada desde la cúpula del poder, más parece un spot de Quilmes que una reivindicación de los valores intrínsecos que nos hacen hermanos. Hermanos. Hermanos entre nosotros. Es una pena, vivimos en un país de primos.
Aquí se enreja, se roba, se mata, se condena, se corrompe; aquí cada uno es su país y su ley; aquí la solidaridad no existe, salvo cuando hay inundaciones y Tinelli pone las cámaras para decir que “somos un pueblo grosso”; aquí se condena a los pobres por serlo, se los juzga, y -peor- se los prejuzga. En el obelisco están el del Megane con su bandera gritando fuerte “viva la patria”, mientras se resguarda de un “negro”, cuya cabeza pedirá mañana a la mañana en alguna radio, entre afonías ostensibles.
De qué cosas tenemos que enorgullecernos hoy? De ser un país equitativo? De sentirnos todos iguales? De tener 0% de analfabetismo? De un sistema de salud óptimo? De una juventud con expectativas? De una ancianidad digna? De una política laboral justa? De una indudable nutrición para todos?
Si algunos ven aquí las palabras de un demagogo, pido perdón. Pero es que yo creo -sin escarapela y sin Aurora- en la potencialidad de un pueblo que hoy no está festejando el bicentenario de su patria, sino un número redondo que los hará aparecer en los libros de historia.
Hoy no hay independencia, hay Charly, hay Maradona, hay Quilmes y Coca-Cola. Hay, luces, hay color, hay alegría obligatoria y euforia colectiva. Hay protocolos de exaltación y besos al suelo. Hay lagrimas por un sentimiento parecido al de la navidad, de estar aquí y ahora, juntos.
Empecemos a planificar cómo van a ser nuestros próximos años. Pero no los siguientes 200, como decían algunos sumidos en esta anarquía fervorosa. Hagámoslo seriamente y construyamos una Argentina grande y bendita. Diferente al hoy.
Gran abrazo.
Nico.