Daril Dada, se me ocurre que Bunge trata de atacar un argumento muy usado por los psicoanalistas: los psiquiatras se limitan a enmascarar la enfermedad mediante la medicación psicotrópica (matan el síntoma para ignorar la enfermedad). Es posible que parte de la psiquiatría proceda así, pero Bunge aspira a que esos psiquiatras (tal vez asistidos por psicólogos científicos, es decir, cognitivistas no reduccionistas) traten al paciente farmacológicamente para calmar su dolor mental y para prepararlo a enfrentar su enfermedad. En ese contexto, los consejos deberían ser de orden médico (recomendar o desalentar hábitos de acuerdo a la patología, por ejemplo).
Aunque se entiende que Bunge no incluye consejos como "dejá que caliente el horno el dueño del amasijo" o "los que no saben guardar son pobres aunque trabajen", se deja entrever una idealización optimista de la figura del psiquiatra. De todos modos, hasta un consejo subjetivo (de médico que se mete en cosas que no deberían importarle) parece más cálido, humano, reconfortante y razonable que la metódica inquisición mental —tan estéril como onerosa— del psicoanalista. Después de todo, el realismo científico es antes que nada un humanismo.