Gente, les dejo transcripta la excelente reflexión. Espero le sirva a más de uno.
(y si hay errores de algún tipo, pido disculpas y espero compartan las correcciones)
-Alejandro, soy Federico, profesor de música. Estoy cansado de que en la escuela los alumnos pregunten para qué sirve la materia. Cómo hacer para que sea valorado el arte en las escuelas (como el medio que es para el desarrollo intelectual del alumno)
-es imposible, convencer a los alumnos, de todo eso… no es imposible, hay que tratar de hacerlo, pero es muy difícil, usted tira con piedritas, con semillas de nabo, durante su clase de música, que sé yo, y después…
-y después le crecen nabos. (Barton)
-no no, después le pibe va a su casa y todo lo que usted le enseño se va al demoño, se va al demoño porque, pero no porque ponga la televisión y la televisión sea mala, sino porque en realidad el discurso general de nuestra sociedad es contrario a cualquier esfuerzo que no reporte un beneficio inmediato, contante y sonante. Entonces, a partir de eso que está instalado no solamente en la televisión, está instalado en los padres del chico, en los vecinos, en la radio, en los tipos que te venden cosas, en los mercados, etc. está instalada la idea de que el arte es una cosa superflua, o que la inteligencia es una perdida de tiempo, o que la filosofía es cosa de mandarines, entonces con qué sostén va el profesor a convencer al chico de que ponga por lo menos un poco de energía en aprender qué cosa es un acorde…
En realidad… es posible -yo no estoy seguro de esto, ¿no?-. Es posible que haya que hacer una gigantesca revolución educativa, pero no dentro de las escuelas. El error es quizá creer que la cosa, que el mal está dentro de las casas de estudio, y yo creo más bien está afuera.
Una día me dijo a mi uno que era ministro de educación de acá, de la ciudad “nuestra idea es abrir la universidad, por ejemplo, abrir las ventanas para que entre un poco de aire fresco desde afuera” ¡oh! Tenga cuidado, ¿usted está seguro quién va a entrar? Yo creo que sí están abiertas las puertas, de tal manera están abiertas que casi no entra otra cosa en la universidad, en la escuela, en la vida de nuestros colegios, que aires desde afuera, que por empezar entra el ruido, el ruido enorme de los medios de comunicación. Ruido que lo tapa todo, incluso hace que los libros de texto que utilizamos resulten incomprensibles, inservibles, es decir “para qué queremos saber esto si en realidad lo que nos conviene saber es lo que dijo el zaguero de Racing una vez que terminó el partido” eso nos interesa saber, lo que ya sabemos nos interesa saber.
Así que a lo mejor hay que hacer una reforma educativa por afuera del colegio, por afuera del colegio. Por ejemplo dándole de comer muy bien a los chicos, por ejemplo instalando una serie de recursos que nos permitan utilizar la mente. Porque si a usted lo alimentan mal desde que es chico, si usted llega a su casa y no hay para parar el buyón, qué interés puede tener su padre en que usted utilice la cabeza. Pero también de algún modo -estoy hablando… casi sin esperanza-, pero también de algún modo alguien a hecho algo al respecto, pero también de algún modo… tratar de sembrar, y sembrar a fuerza de realidades y sucesos la idea de que esforzarse sirve para algo, la idea de que perseverar en un trabajo, en un aprendizaje, sirve para algo. Pero esto no hay que difundirlo diciéndolo, si no haciéndolo. Es decir, si usted hace que las personas capaces obtengan una recompensa por el esfuerzo que han hecho.
A lo mejor, dentro de muchas generaciones alguien le dice “che, mirá, voy a esforzarme estudiando porque, imaginate vos, el vecino de al lado que, el hijo del vecino que se recibió de profesor, está fenómeno, en cambio el de enfrente que no estudió y tuvo que dedicarse al contrabando de autos, realmente la está pasando muy mal” es decir, si eso sucede, si alguna vez se alcanza una pulsión de la sociedad en donde la idea del esfuerzo recompensado sea superior a la idea de la delincuencia recompensada, de la viveza recompensada, pero esa idea tiene que estar en todas partes, en lo que ocurre, en lo que se dice, y entonces a lo mejor empiezan a prestarle atención al profesor de música. Pero si no, no.
Si usted ve la televisión y hay un tipo que te va a dar la mano y cuando vos se la das te saca la mano y ese es el piola y vos sos el zonzo. El mensaje es: “el que confía es un imbésil, y el que sin hacer ningún esfuerzo te traiciona al segundo, aún siendo un estúpido, ese es el ganador”. Si usted no cree en lo que yo digo, haga una lista de las personas que se consideran ganadoras o si usted quiere que son ganadoras, desde el punto de vista estrictamente comercial y mercantil. De las personas más poderosas, de la personas que encarnan el éxito en la argentina. Y si usted junta todos los libros que han leído entre todos, no va a llenar ni un estante. Es decir, son gente bastante poco compleja, bastante poco preparada. Sin ánimo de acusarlos, pero es la verdad. Entonces es muy difícil que el profesor de música entre con alguna posibilidad de éxito, a una sala que no quiere saber, no quiere saber. Cómo le va a meter usted en la cabeza algo a alguien que no quiere saber, que no quiere ser como usted, que es profesor de música -y que es extraordinario-, quiere ser como otro, que ni es profesor de música ni es extraordinario, más bien es un poco falto, le faltan algunas fichas, algunos jugadores, y sin embargo están todas las tardes triunfando en la televisión en distintas actividades, legítimas, por supuesto.
Pero, hasta que algo muy fuerte empiece suceder nadie le va a hacer caso a usted y todo el mundo le va a preguntar para qué sirve la materia, claro, evidentemente para nada si usted quiere ser alguno de estos personajes. Ahora, si usted quiere ser una persona que utiliza hasta el fin su dotación mental puede ser que la música sirva para algo, que la filosofía sirva para algo y que las matemáticas también. Pero si usted lo que quiere es conducir un programa no va a servir para nada, más bien lo va a molestar, le juro que lo va a molestar. Cuanto más sepa usted, más se molestarán.
Así que eso es lo que yo tengo que contestarle desde mi posición, no de profesor de música, sino de conductor de un programa.
Alejandro Dolina.