Ciudadano32, no tengo la intención de defender al Barton de esa época (aún muy lejos de parir al futuro Barton cancerbero de la corrección política), aunque sí me parece justo señalar algún que otro acierto; por ejemplo, este:
Dolina —¿Qué número le gusta?
Dorio —¿De qué número a qué número tienen?
Dolina —Tenemos del cero al infinito.
Barton —Pero el infinito lo tengo reservado.
Dorio —Deme el anterior.
Aunque sé que es producto del azar (como el mono que aporrea un teclado: si le concede suficiente tiempo, terminará escribiendo letra por letra alguna obra de Shakespeare). Aunque de forma no del todo voluntaria, ahí está lo esencial del asombro por el hotel infinito de Hilbert.
Además, destaco la habilidad de Dorio para entreverar el mito de Píramo y Tisbe en un segmento humorístico.
Noto que Dolina aplica el apellido Botafogo a un bombero; no citaré el poderoso epigrama de Wilde, pero sí diré que el presidente de la Asociación de Bomberos Voluntarios de la ciudad de Rosario se llama Mariano Cienfuegos.
Más allá de su formación radial de FM (que por convención consiste en la habilidad de llenar el tiempo con muchas palabras sin decir absolutamente nada), no creo que Barton haya sido una desgracia para LVST; como escribí alguna vez, me sorprendió que funcionara tan bien en algunos de estos programas con Dorio. Creo que hubo un solo integrante desastroso, que no fue elegido o aprobado por Dolina; me refiero a aquel estandapero —séanos perdonada la jerga—, militante y cheronca profesional que le fue impuesto por las autoridades de aquella radio de cuyo nombre no quiero acordarme (bah, Radio del Plata), y que se enteró de la existencia de Dolina y de LVST el mismo día que debutó ahí. Deudas son deudas, macho.
Mariela, me alegra mucho lo que contás sobre el curso de acompañamiento terapéutico; suscribo la sugerencia de tragarse sin masticar a Freud al solo fin de aprobar exámenes (un consejo que yo mismo no logré seguir en mi intento de hacer la carrera de Psicología de base estrictamente psicoanalítica para después sí sacudirme la superstición e ir por un doctorado en psicología basado en evidencia en La Plata). Pensá que pudo haber sido peor, pensá que pudo haber sido Lacan. Con respecto a la diatonitis y al Auslenderismo, recién ahora caigo en el chiste (a pesar de que la primera es bien autológica y de una exactitud impresionante). Siento mucho no haber tenido noticias de ese programa de Julio Palacio. (Los estúpidos archivos de Internet, The Wayback Machine y Memento, no conservaron ni uno solo de esos programas, aunque sí rescataron del olvido a cientos de millones de memes de Wojak.)
Escribo con cierta prisa porque me espera un entrenamiento con tipos (sí, Barton, minas también, y algunas están buenísimas) que tienen la mitad de mi edad y el doble de entrenamiento que yo, datos que incrementan significativamente la probabilidad de quedar seco y fenecer a cielo abierto en una subida bien empinada, muerte que no está tan mal. Me gusta imaginar que las últimas palabras que oiré serán estas:
Primer ciclista —Che, me parece que este crepó.
Segundo ciclista —¡Uh, que garrón! Venimos muy atrasados.
Tercer ciclista, este ya de la escuela pragmatica —Ponelo en la banquina y rajemos, aquí nadie vio nada.
Y que los animales carroñeros hagan su trabajo. Para eso están.