Transcripción automática
0:00:00 Continuamos en la venganza, será terrible, estamos hoy aquí Solaris en la versión sin público presente,
0:00:15 pero con la promesa de recibirlos mañana y el viernes a las ocho de la noche en el teatro
0:00:21 Caras y Caretas en la calle Venezuela 330, muy cerca ahí de Plaza de Mayo.
0:00:25 Hablaremos de la noche de coleccionistas de libros en la historia.
0:00:30 Lorenzo de Melichis coleccionaba libros y enviaba a los eruditos de su corte a buscar manuscritos griegos allí donde los hubiera.
0:00:43 Su biblioteca era enorme y los humanistas florentinos tenían libre acceso a préstamos de su colección.
0:00:54 Pero había un hombre que envidiaba la biblioteca de Lorenzo y era el Duque de Urbino, Federico de Montefelto.
0:01:05 Tenía 35 copistas trabajando para superar la cantidad de libros que tenían los Melichis.
0:01:13 También contrataba a este hombre a unos mercenarios que atacaban a los correos y robaban los libros que le enviaban a Lorenzo.
0:01:43 La divina comedia, el pedófo, el banquete, los agarra y los mete en el grino y se va.
0:01:59 Cada tanto Federico de Montefelto mandaba sus espías a revisar los catálogos de la biblioteca Medici
0:02:07 para indignarse si descubría allí alguna hora que él no tenía.
0:02:12 Al fin Federico superó en cantidad y en calidad a la colección de su rival.
0:02:19 Cada libro estaba encuadernado, encarmecí y decorado con plata, pero Federico de Montefelto leía siempre uno solo.
0:02:30 La historia romana de Tito Livio en latín.
0:02:34 Bueno, el Duque murió dos siglos después, en 1658, el Papa Alejandro VII quiso adueñarse de los libros.
0:02:46 Mando hombres armados a Urbino con órdenes de trasladar todos los volúmenes al Vaticano.
0:02:53 Pero los vecinos de Urbino estaban tan orgullosos de la biblioteca del antiguo Duque que se produjo una revuelta.
0:03:01 Rodearon el palacio e impidieron la entrada de los hombres del Vaticano.
0:03:08 El Papa entonces les ofreció librarlos de todo impuesto por un año a cambio de los libros.
0:03:16 Bueno, aceptaba que el precio vil, la colección fue incorporada a la biblioteca del Vaticano.
0:03:25 Algunos reces franceses no fueron muy escrupulosos en sus adquisiciones de libros.
0:03:32 Carlos VIII tenía su colección particular y después del sitio de Nápoles se llevó la mayor parte de la biblioteca real de esa ciudad.
0:03:44 Además, sus diplomáticos tenían instrucciones de conseguir libros en los países donde estaban destinados.
0:03:51 En cada viaje de esos embajadores a París debían presentarse ante Carlos con un ejemplar que el rey no tuviera.
0:03:59 Sin ese especie de credencial, el rey no los recibía y supuestó podía peligrar.
0:04:09 Juan de Berri IV hijo de Juan el Bueno también coleccionaba libros.
0:04:14 Emulaba a su hermano Carlos V, fundador de la biblioteca del Dufres.
0:04:19 Carlos V había ordenado escribir en cada uno de los miles de tomos.
0:04:27 Este libro es mío, Carlos. Se libre en Amoua.
0:04:33 Para que no se lo afanara.
0:04:38 Juan de Berri pedía a prestados libros, no los devolvía y los incorporaba a su colección.
0:04:44 Ante cada pedido de evolución, Juan de Berri le preguntaba a los dueños de los libros si no se avergonzaban al ejercer el reclamo por tan poca cosa.
0:04:55 De esa forma se armó una biblioteca notable, como muchos que yo conozco.
0:05:01 Solo cuando estuvo a punto de morir, Juan de Berri, preocupado por el futuro de su alma, le ordenó a sus ayudas que devolvieran los libros que había pedido.
0:05:13 Cuando se le preguntó cómo podían reconocerlos, les dijo que determinado sector de su biblioteca correspondía a los ejemplares prestados y robados.
0:05:25 A fines del siglo XIII, en Japón, bajo el régimen feudal de los yogunes, el poder estaba concentrado en la clase guerrera, los samurais.
0:05:37 Las familias samurais establecieron escuelas y bibliotecas para preservar y transmitir la herencia literaria,
0:05:44 los clásicos chinos, las escrituras budistas, escritos propios del país.
0:05:49 Sus buque bunko, así se llamaban las bibliotecas de los guerreros, contenían también secretos de familia celosamente guardados.
0:06:00 Un samurais, el general Ojo Sanetoki, Ojo Konache.
0:06:08 Para que no parezca una advertencia, Ojo Sanetoki, no, se llamaba Ojo el tipo.
0:06:13 Bueno, este señor, Ojo Sanetoki, intentó reunir todos los libros existentes que habían sido escritos en Japón, hasta el año 1270.
0:06:25 Y lo hizo a punta de espada.
0:06:28 Ojo Sanetoki guerrió con otras familias para conseguir su propósito.
0:06:34 Y apiló en su canasagua bunko la más importante colección de textos del Japón.
0:06:42 La biblioteca todavía existe.
0:06:46 Su sala de lectura está abierta para todo el mundo.
0:06:50 Pero no se permite que los libros salgan de allí.
0:06:53 Vos podés ir a leer, pero no te podés llevar el libro flaco.
0:06:57 Un último pensamiento.
0:07:00 Ante el fin de un amor suelen quedar algunos libros sin devolver.
0:07:06 Los buenos enamorados se acuerdan de ellos con tristeza.
0:07:11 No porque extrañen los libros, sino porque extrañan los antiguos amores.
0:08:00 En medio de mi camino
0:08:11 En medio de mi camino
0:08:20 ¿Cuál si fuera mi destino ahí sí?
0:08:24 Pasar la vida penando
0:08:30 ¿Cuál si fuera mi destino ahí sí?
0:08:35 Pasar la vida penando
0:08:43 Me abandonaste llorando
0:08:49 En medio de mi camino
0:09:24 Nunca jamás se abandona
0:09:30 Lo que llorando se deja
0:09:39 Lo que llorando se deja
0:09:47 De un contrariado partir ahí sí
0:09:52 El llanto es la marga queja
0:09:57 De un contrariado partir ahí sí
0:10:01 El llanto es la marga queja
0:10:08 Nunca jamás se abandona
0:10:13 Lo que llorando se deja
0:10:38 Era Mercedesosa en la venganza será terrible cuando te fuiste.
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