Transcripción automática
0:00:00 Continuamos en la venganza Serata Arrible en las últimas emisiones de esta edición de Cama,
0:00:08 esperando la recuperación de Dolina, y comunicamos nuevamente que el jueves volveremos al multi teatro de Buenos Aires,
0:00:16 corrientes 1283 haremos el programa en vivo, el jueves a la media noche con público presente, los esperamos a todos.
0:00:24 Bien, hablaremos hoy de la epidemia de convulsionarios.
0:00:29 Esto que contaremos sucedió allá por 1730 en Francia, y seguro el cronista, a pesar del inmenso progreso de las ideas filosóficas y del ambiente racionalista.
0:00:43 Es decir, el siglo de las luces permitía también episodios de profundas curidades intelectuales.
0:00:53 Así es, y de su petición.
0:00:55 Este caso fue conocido como epidemia de Semmedal, ya que el pequeño cementerio así llamado Semmedal fue el escenario principal.
0:01:06 Un diálogo, lo llamado Francois de Paris, fue el involuntario instigador de la misteriosa epidemia.
0:01:14 Este Francois de Paris era hijo de un consejero del Parlamento. Se había convertido prácticamente en una sesta.
0:01:22 Llevaba una vida humilde y solitaria, completamente consagrada al sacrificio de Dios.
0:01:29 Vivía en una casita de la calle Saint Marcel, junto con tres personas piadosas que se habían unido a él.
0:01:37 Ahí rodeado de gran veneración, Francois murió a los 37 años a causa del agotamiento físico producido por sus austeridades.
0:01:47 Tanta austeridad, tanta austeridad, el cuerpo no aguada.
0:01:52 Sus restos se depositaron en el pequeño cementerio de Semmedal, donde muchísimas personas pobres comenzaron a acudir para rendirle honores.
0:02:03 Cuenta la crónica que en aquel cementerio empezaron a suceder algunos milagros.
0:02:10 El primer caso fue de una mujer que tenía una parálisis en un brazo, resó ante la tumba, se recostó sobre ella y se levantó de suelo curada.
0:02:21 Luego se repitieron las curas milagrosas. La sulsera cicatrizaban, desaparecían los humores malignos, los ciegos recuperaban la vista y los paralizados sus movimientos.
0:02:33 Hacia 1731, cuando el diácono venerado llevaba muerto cuatro años, comenzaron a acompañar estos milagros, otros sucesos también milagrosos, pero más extraños.
0:02:49 Un día llegó un enfermo y se tendió, como era costumbre, sobre la loza de Marmos de la tumba.
0:02:55 En ese momento experimentó sacudidas en todo el cuerpo y tras haberse agitado y retorcido por horas delante de una multitud estupefacta que de pronto apareció allí,
0:03:09 se levantó declarándose curado. Me declaro curado. Desde entonces cientos de miles de personas con alguna enfermedad llegaron hasta aquella tumba.
0:03:20 Parece que las honto las sí llegaban, se convulsionaban y salían del cementerio de Sembredar en ese estado parecido al mal de San Vito.
0:03:31 Y cabe recordar a nuestros amigos, a nuestro amigo George Fox, a nuestro amigo William Penn, al rey Carlos II, que regaló a estos amigos tembladores.
0:03:45 El estado de Pensilvania.
0:03:46 El estado de Pensilvania, nada menos. Digo, estoy hablando de los quáqueros.
0:03:51 Los quáqueros, sí, señor.
0:03:53 Desde la aparición de los quáqueros cada vez que alguien atiembla es imposible no acordarse.
0:04:00 Pero olvidémonos de los quáqueros.
0:04:04 En París llegó a producirse una epidemia de convulsiones y delirios estáticos en toda la ciudad.
0:04:12 Multitudes llegaban hasta el cementerio y regresaban a sus hogares saltando, gemiendo, arrojándose al piso y hasta rodando por él.
0:04:22 Todos se disputaban los lugares que rodeaban a la tumba y por supuesto el tenderse sobre aquella losa milagrosa.
0:04:30 Llegaron a establecerse junto a Sembredar, posadas y tabernas para los que se acercaban hasta allí y debían esperar su turno para entrar en estado de delirio.
0:04:41 Pronto aquel cementerio quedó abarrotado por miles de convulsionarios que se entregaban a ritos desagradables.
0:04:49 Cantaban sus alabanzas dando bolteretas o se arañaban.
0:04:54 Las mujeres, en estado de violenta excitación, hacían movimientos obscinos y se hacían patear.
0:05:02 Yo no sé si está bien escrito, pero al parecer se hacían patear.
0:05:07 Bueno, era una cosa horrorosa. A las convulsiones se habían agregado los llamados socorros grandes entre los extasiados.
0:05:19 Se aplicaban golpes de martillo que debían ayudar al trabajo milagroso del diácono muerto para curar los bares.
0:05:27 Cuenta el historiador que a la espera de algún prodicio, la mitad de la población de París se sometía a esa especie de iniciación convulsiva.
0:05:37 Y nadie hacía nada para detener aquella locura. Cada habitante de la capital debía tener algún pariente sometido a aquello que ya no podía considerarse una secta.
0:05:51 Las sectas en general tienen 15 o 20 locos. No, esto era centenares de mil.
0:05:58 Bueno, el exceso de esta agitación fue tal que llegó a asustar al rey por entonces el joven Luis XV.
0:06:08 Estaba sacando la cuenta por la que estaba allá.
0:06:12 Parece que Luis estaba enamorado de una muchacha que se llamaba Gabriel Le Mouin. Tenía 22 años y era hermosa.
0:06:19 Gabriel era hija de burgueses, vendedores de caballos y había llegado hasta el Palacio, hasta Versalles, invitada a una fiesta junto a su familia.
0:06:29 Cuando Luis la vio, la convenció de que se quedara en un aposento del Palacio a pasar algún tiempo y los padres aceptaron dejarla orgullosos del ingreso de su hija a la Corte de París, a la Corte de Versales.
0:06:45 Apenas Gabriel se instaló en el Palacio, Luis quiso seducirla, pero algo se lo impidió.
0:06:52 Parece que esta chica había visitado el cementerio de San Medar y quedó presa del delirio general.
0:06:59 Se escapaba todos los días del Palacio y se contagiaba del baile y la contorción general, se entregaba flaglaciones que no vale la pena describir.
0:07:10 Parece que muchas mujeres, entre ellas Gabriel, se pinchaban los senos con agujas y se hacían dar aquellos socorros grandes del martillo de los que hablamos, etc.
0:07:24 En poco tiempo Luis vio que la hermosa de la que se había enamorado era un ser desagradable y desalineado.
0:07:33 Pinchada y martizada, claro, horrible.
0:07:35 Y fíjese que lindo este pensamiento. La destrucción de una belleza lo enojó.
0:07:41 Bien, muy bien, eso es un rey.
0:07:44 Repito, la destrucción de una belleza lo enojó.
0:07:51 Suelo contar algunos episodios que tristemente es presenciado de esta destrucción por la belleza.
0:08:03 La mayoría de las veces víctimas de una especie de fatalidad burguesa que creen que algunas cosas deben ocurrir porque sí.
0:08:14 Y deben verificarse. Por ejemplo, en el caso de San Medar.
0:08:20 El caso es que Luis se enojó. Se enteró acerca de lo que sucedía en San Medar y decretó algo notable.
0:08:30 Mando a cerrar el cementerio. Sobre la puerta del recinto cerrado se escribió lo siguiente.
0:08:36 Por orden del rey quedan suprimidos los milagros en estos lugares.
0:08:40 Parece que esa orden no se ha levantado todavía.
0:08:47 Además, Luis hizo vizquilar las salidas, no del cementerio sino de Gabriel.
0:08:51 Le brindó todos los cuidados y ya bastante recuperada la envió junto a su familia.
0:08:58 Qué bien Luis, es mucho mejor ahora.
0:09:00 El cierre es que Luis era un gran rey siendo joven, el bien amado.
0:09:05 Sí claro, Luis le viene a mí.
0:09:07 El cierre del cementerio es en Medar, no marcó sin embargo el fin de las manifestaciones hipéricas ni el de los milagros.
0:09:15 Durante unos 10 años más los accesos tuvieron lugar en casas de particular.
0:09:22 Las tembladas le agarraban en su casa.
0:09:25 Sí, privados.
0:09:27 Incluso mandaban a las casas tierras, kilos, medio kilos de tierra de la fosa de Francia de París.
0:09:36 Y esto lo vendían los mercachifles de la ciudad a precios altísimos.
0:09:42 Bueno, también por algún tiempo pudieron escucharse gemidos, gritos y agitaciones que provenían del interior de algunas viviendas de París.
0:09:51 Allá, mediados del siglo XVIII, hombres como Yastelí, comenzaron a hablar de su gestión, de contagio medital.
0:09:59 Ya no atribuían a aquellos hechos a proesas del diablo.
0:10:03 Eran supersticiosos pero se acostaban de otro lado.
0:10:06 Digamos para terminar que el rey Luis, para evitar todo esto, extendió la orden y escribió.
0:10:14 Se prohibió a todas las personas que pretenden sufrir ataques de convulsiones, dar espectáculo en público ni tampoco sufrirlo en su casa, en su habitación o en otro lugar, bajo pena de encarcelamiento por pertenecer al reposo general.
0:10:31 Esto es lo que quería contarle, querido Dorio, acerca de estos convulsionarios de se enmedado.
0:10:39 Yo creo, Alejandro, que hay que sospechar, en principio, cuando el camino de la redacción atraviesa la forma de una patología.
0:10:45 Nadie viendo a Muhammad Ali en la apertura de los Juegos Olímpicos pensaría que está en vía de una recuperación de su triste mal de Parkinson, por ejemplo.
0:10:53 Pero estaba recordando esos textos maravillosos de el amigo George Santallana, un amigo de este programa que a veces acuden, donde pone en el labio de demócrito una cierta idea, se llama diálogos en el ímbol, texto, y demócrito habla de la locura normal.
0:11:08 Dice demócrito que nada de lo que sucede en la naturaleza debe ser tomado como raro.
0:11:13 Ni siquiera estos arranques de alguna asesina, puesto que la naturaleza produce sus hechos sin pararse, sin detenerse en juicios morales.
0:11:21 La naturaleza nos juzga como bueno, mal o raro. Simplemente si ocurre es porque debe ser natural.
0:11:26 Pero aclara demócrito después que hay ciertas situaciones en las cuales cierta cosa absolutamente alocada es jugada de ese modo porque no pertenece a las costumbres de la mayoría.
0:11:39 Entonces tanto el genio o el talento como la degradación aparecen por formas de locura.
0:11:46 Se habla de la locura de los poetas y se habla de la otra locura, de la locura criminal.
0:11:50 Dice sin embargo demócrito que justamente lo único que se para a una de la otra, porque él también insiste en que la apariencia y la esencia llevan la misma palabra, que es locura.
0:12:00 Lo único de la diferencia es una cuestión de número y esto es grave porque el número tiene variaciones que son puramente hijas del capricho o de estas necesidades como aquellas que atraviesan a la sociedad francesa en 1731 o en el año que sea.
0:12:13 Incluso hoy en día se lo vuelven a votar a Zarcosí. Pero lo interesante de esto es justamente la necesidad de poder pararse frente a cualquier fenómeno de una manera, no dire racional, pero sí cuando menos suspicaz.
0:12:25 Dice también demócrito en ese dialogo que una cosa en la que no se debe tener la precaución es el amor porque es inevitable y es una forma de locura.
0:12:34 Y es una forma de locura en la que todo el asunto pasa por el individuo, aquella persona que se enamora está loco, aquella persona que escribe un poema maravilloso está loco, aquella persona que mata 50 tipos está loco.
0:12:45 Son locuras ciertamente distintas.
0:12:47 Entonces lo que dice es bueno, primero veamos si esta locura puede pasarse a mucha gente y en ese caso se transformará en locura normal.
0:12:56 No hacer entonces la estupidez de volvérselo loco normalmente, sino uno va a correr el peligro que allí cuando uno cree estar curándose, uno va a decir otro infeliz que viene esta tumba y está ahí como un pavote temblando.
0:13:09 Escucharemos el vals llamado temblando en la voz de Ignacio Corsini.
0:13:27 Linda estaba en la tarde en que la vide el patio de su rancho acomodando y aunque guapo pa todo me sentía no pude hablarla y me quedé temblando.
0:13:47 Estaban como nunca la había visto vestido ni bienito de sarasa con el pelo volcao sobre los hombros era una virgen que encontré en la casa.
0:14:32 Y ahora se ve como una flor rústica de la mañana como esas flores rústicas del campo que nacen de la noche a la mañana.
0:14:47 Amor que estaba oculto en los adobes de su rancho paterno tan sencillo y en la corteza del hombro del patio escrito con la punta del cuchillo
0:15:13 Me di vuelta cruzando despacito como quien desconfia de una trampa envolviendo recuerdos y emociones entre las listas de mi concho campa.
0:15:27 No sé qué me pasó monte a caballo y salí garofiando a rienda suelta con todos los recuerdos y emociones que en la lista del concho saca envuelta.
0:15:49 Linda estaba la tarde aunque en la vida el patio de su rancho acomodando y aunque guapo pa todo me sentía no pude hablarla y me quedé temblando.
0:16:09 Era Ignacio Corsini en la venganza será terrible temblando.
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