Transcripción automática
0:00:00 Llegado más gente, no somos mucho, pero somos no pocos.
0:00:06 Hablaremos, os contaremos algunas historias que tienen que ver con extravagancias médicas de otros tiempos.
0:00:14 Me voy a sacudir porque estuve terminando de comer estas cadetitas.
0:00:19 Que son historias de vendedores de lixir, de sacamuelas, de supuestos sabios, así que hablaremos de algunas.
0:00:30 José Recuero era un español que vivió en el siglo XVIII. Era ciego.
0:00:38 Su prodigiosa habilidad como médico era reconocida en Villa de la Mancha, que es en la zona de la Mancha,
0:00:48 y más precisamente en los campos de Calatrava y Montiel.
0:00:53 Aseguraban los vecinos de esa región que Recuero era ágil de manos para tocar la vihuela y que podía curar con la música a los enfermos.
0:01:05 Y lo hacía con Jotas, con Fandangos, con Seguidilles.
0:01:08 Bueno, otro día le tocó una Jota.
0:01:15 Pero donde con más asombro se veía la eficacia de este doctor, Recuero, era en el tratamiento de las picaduras de las tarántulas,
0:01:26 productoras de un mal horrible conocido en esos tiempos como Tarantismo.
0:01:31 El doctor Francisco Sib, miembro de la Academia de Madrid y médico titular del cabildo de Toledo,
0:01:38 escribió un libro para demostrar con curiosos datos que el tarantismo se curaba con la música al modo como se hacía en la pulia en Italia.
0:01:50 En tal obra se decía que en la Mancha había muerto muchos por no encontrar quién les tocase la tarantela o por haber llegado tarde el que la debía interpretar.
0:02:01 En este ciego, José Recuero, había viajado a Italia y se había instruido en todas las tarantelas que se tocaban en aquel país para curar los picados españoles,
0:02:13 lo que se dice un viaje de estudios medicinales.
0:02:17 En febrero de 1783, el noble Manuel de Córdoba sufrió una picadura.
0:02:24 Bueno, ya estaba en su última confesión al tipo cuando se acercó José Recuero.
0:02:33 Dice la crónica que Recuero peló la viola y empezó con un fandango.
0:02:39 El enfermo permaneció quieto hasta que inició una tarantela.
0:02:53 Bueno, parece que el enfermo empezó a bailar con ligereza y sin perder el compás. Parecía el más diestro bailarín.
0:03:03 Los presentes se reían viendo bailar un hombre, hay que jamás se habían visto moverse con ninguna música.
0:03:09 Recuero hizo bailar al enfermo toda la tarde y el enfermo sano.
0:03:15 Bueno, el método de Recuero fue famoso y muy solicitado, tanto que el rey Carlos III lo llamó cuando enfermó.
0:03:24 Miren, me enfermé, soy el rey Carlos III, venga.
0:03:28 Y el ciego Recuero tocó para el rey alguna música.
0:03:32 Pero fue en vano porque al reino no lo había picado ninguna tarántula, tanto es así que se murió.
0:03:48 Otro asunto.
0:03:50 Un cirujano poco escrupuloso del siglo XVIII, esta vez en Francia, fue Jacques Bollier,
0:03:59 más conocido con el nombre de Frère Jacques.
0:04:04 Dicen que operaba los cálculos hepáticos de un modo sorprendente.
0:04:08 Lo notório en el método de Frère Jacques era que hacía las operaciones de una forma grosera y muy poco científica.
0:04:20 Y lo notório recibía también, en que era uno de los pocos que se atrevían a hacer esa operación de cálculos hepáticos.
0:04:28 Sus conocimientos en anatomía eran producto de su antigua profesión porque Jacques Bollier había sido verdugo.
0:04:41 Fue uno de los que diseñaron la muerte también a aquel que había intentado asesinar a Luis XV.
0:04:48 Digo diseñaron porque fue una muerte muy preparada, muy teatralmente preparada.
0:04:52 La hemos contado algunas veces aquí, primero le arrancaron una cosa, después otra y así, ante la multitud, para que el tipo sufriera muchísimo y tardara en morirse.
0:05:03 Esto le proporcionó a este hombre profundos conocimientos de anatomía.
0:05:08 Un mariscal, el duque de Lorde, supo de las habilidades de este hombre y lo hizo llamar.
0:05:14 El duque creía sufrir de cálculos hepáticos y muy cauto, antes de entregarse al cirujoano, juzgó conveniente ponerlo a prueba.
0:05:27 Entonces se buscaron en París 22 enfermos de cálculos, de la piedra como se decía entonces, como se dice ahora.
0:05:35 Estos 22 enfermos fueron llevados al Palacio del Duque y operados por Frédéric Jacques, ante los ojos de los médicos del rey que estaban ahí bichando.
0:05:46 Y estos médicos informaron que las operaciones habían sido efectuadas horriblemente, pero que todos los afectados se habían curado en pocas semanas.
0:05:55 Prociguiendo con su cautela, el duque de Lorde hizo firmar al Frédéric Jacques una nota en la que debía responder con su muerte si algo salía mal.
0:06:08 Que me hacía algo malo, te matamos.
0:06:11 Y el tipo firmó y tuvo la operación y fue un desastre.
0:06:16 El cirujano estimó que al duque no le quedaría mucho tiempo de vida.
0:06:21 Y entonces tuvo la siguiente idea.
0:06:24 Se le acercó alegremente, estaba reventado el duque.
0:06:29 Y le comentó que mientras el enfermo tenía sus últimos minutos de luz y de luz, que los resultados se habían sido magníficos.
0:06:40 El señor Duque, olvídese de esta enfermedad.
0:06:45 Y el duque de Lorde se puso contento por un momento.
0:06:51 Y en ese momento de alegría rompió aquello que había firmado el Frédéric Jacques.
0:06:58 Y al otro día se murió.
0:07:02 Y se dice que este hombre, el Frédéric Jacques, terminó su día san Rusia, pero eso no nos importa.
0:07:07 La última historia es esta.
0:07:09 A comienzos del siglo XIX, un médico de Meustang llamado Enrique,
0:07:16 Enrique Kochausang, se llamaba Kochausang, tenía la siguiente teoría.
0:07:24 Consideraba que el aire de los pulmones, el aire que salía de los pulmones de la gente,
0:07:30 estaba saturado de toda clase de manaciones, incluso de átomos absorbidos en el interior del cuerpo.
0:07:37 Y así de acuerdo con la experiencia, el aliento de un enfermo te enfermaba.
0:07:43 Era infeccioso.
0:07:45 Hasta allí todo era más o menos pertinente, pero Kochausang también aseguraba que el aliento de una persona sana
0:07:54 debía contener elementos vigorizantes.
0:07:57 Si dicho aliento era inhalado por otros, ingresarían estos elementos vigorizantes a la sangre
0:08:04 y todos terminaríamos jóvenes contentos y felices.
0:08:09 Kochausang aseguraba que el más poderoso bálsamo vivificador era el aliento de las muchachas jóvenes, como lo sabe cualquiera.
0:08:19 Si no le faltaba razón.
0:08:22 Kochausang decía haber comprobado que al entrar ese elemento esencial en el torrente sanguíneo de un hombre enfermo,
0:08:28 renovaba la sangre cansada y aceleraba el movimiento del pulso.
0:08:34 Me gusta la palabra sangre cansada, la figura.
0:08:37 Bien, más interesante como figura poética que desde el punto de vista médico.
0:08:45 La sangre cansada, que llega casi pidiendo permiso a las heridas, sale el espacito con morosidad.
0:08:52 El caso es que este hombre citaba textos antiguos para adornar su teoría acerca de los alientos rejuvenecedores.
0:09:00 Habrá citado, me imagino yo, la sulamnita y todas esas cosas.
0:09:05 Plinio contaba que en el extremo más alejado de la India vivían hombres que carecían de boca.
0:09:12 No comían y no bebían, pero se mantenían vigorosos oliendo.
0:09:18 Tenían nariz, entonces olían el perfume de las flores.
0:09:22 Bueno, este era uno de los textos que citaba Kohau Sang.
0:09:26 Pero las teorías de este hombre tuvieron un éxito efímero.
0:09:29 Cuando se publicó una edición inglesa, algunos médicos londinenses aplicaron a sus pacientes el método
0:09:36 e hicieron que hombres débiles por enfermedad o lo que sea, recibieran el aliento de algunas muchachas
0:09:43 que eran especialmente contratadas para ese fin.
0:09:46 Debió ser algo digno de ver, se me imagino.
0:09:48 Estaban los tipos ahí medio tambaleándose y las mira.
0:09:54 Los resultados no fueron los esperados.
0:09:58 Depende de lo que uno esperaba tampoco.
0:10:02 Lo que quiero decir es que los tipos no se curaban.
0:10:05 Yo hubiera esperado eso, pero...
0:10:09 En fin, después aparecieron quienes, olvidándose por completo de los fines del tratamiento,
0:10:14 pagaban no para curarse, sino porque les gustaba que les soplaran.
0:10:19 Ya no voy a venir.
0:10:21 Si decía que me soplaron un rato, me siento un poco caído.
0:10:27 Tengo la sangre cansada.
0:10:29 Bueno, no sabemos que fue el extraño doctor Kohau Sang,
0:10:33 pero aquí termina esta selección de disparates médicos.
0:10:36 Y bueno.
0:10:39 Entonces lo dedicamos a los médicos argentinos,
0:10:42 que son los mejores del mundo,
0:10:44 lo mismo que los enfermos argentinos,
0:10:46 que también están considerados en todas partes como los mejores.
0:10:53 En la discoteca, en atención a este hombre que te hacía curar bailando,
0:10:59 me han dado este tango que seguramente fue compuesto para ilustrar esta historia.
0:11:02 Del recuerdo, aquel que tocaba...
0:11:10 que tocaba tarantelas.
0:11:13 Es un tango que se llama para que baile los muchachos
0:11:16 y vamos a oírlo en la bonita versión de Aníbal Troilo y Roberto Grela.
0:11:21 Adelante.
0:11:32 Y bueno,
0:11:35 lo que me ha hecho es que el hombre que tocaba el rato,
0:11:39 que se le ha hecho el rato,
0:11:41 que se le ha hecho el rato,
0:11:43 que se le ha hecho el rato,
0:14:09 que se ha hecho el rato,
0:14:17 que se le ha hecho he le essaw
0:14:20 y le va a dar una regla
0:14:22 porque no se me ha hecho el rato,
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