Transcripción automática
0:00:00 Mientras tanto hablaremos de la accidentada entrada a París de Enrique IV.
0:00:06 Así que digamos que Enrique IV fue rey de Francia desde 1589,
0:00:12 pero recién pudo instalarse definitivamente en París en 1594.
0:00:17 Es que después de la muerte de Enrique III, que fue el último de los Valois,
0:00:22 varias ciudades entre ellas, la capital de Francia,
0:00:26 estaban tomadas por nobles que no querían Enrique como rey.
0:00:30 Eran los de la Casa de Guisa, que con el respaldo de España,
0:00:35 habían formado la Santa Liga y se negaban a reconocer a un protestante como rey de Francia.
0:00:41 El antecedente había sido un gravísimo conflicto entre los protestantes, los ugonotes y los católicos en Francia.
0:00:50 Un conflicto sangriento, una guerra espantosa que les sangró a Francia durante años.
0:00:57 Se había armado la Guerra de los Tres Enriques, Enrique de Guisa, que era el católico,
0:01:02 Enrique III, que defendía la corona y Enrique de Navarra, que era esta Enrique IV.
0:01:08 Enrique IV no pertenecía a la familia Reignante, sino que provenía de Navarra.
0:01:15 Era rey de Navarra por su madre, Juana de Albreth, que era reina de Navarra.
0:01:21 Y la reina de Navarra, Juana de Albreth, se casó un día con un noble hermano del Príncipe de Condé,
0:01:28 que se llamaba Enrique de Borbón, Antonio de Borbón, disculpe usted, Antonio de Borbón,
0:01:35 y que también eran tipos cercanos a la corona.
0:01:41 Desaparecidos todos los Baluac, que eran la familia Reignante, finalmente quedó como primera opción al trono
0:01:54 la figura de Enrique de Navarra.
0:01:57 Ahora, Enrique era protestante, había peleado contra los católicos en esta guerra sangrienta.
0:02:05 Una vez que terminó la guerra, una vez que fue victorioso y que se unió rey de Francia,
0:02:13 tenía problemas para ingresar en algunas ciudades que todavía estaban en poder de los católicos.
0:02:19 Lo que hizo Enrique, que fue provocar con astucia una división entre los miembros de la Santa Liga,
0:02:25 y en 1593 desarmó a sus adversarios, de qué manera, al anunciar redondamente
0:02:32 su conversión al catolicismo.
0:02:34 Dijo, señores, me convierto al catolicismo.
0:02:37 Y se terminaron los conflictos.
0:02:39 Y ahí viene la famosa frase que tal vez nunca dijo, que es,
0:02:43 París bien vale una misa.
0:02:45 Una misa se refiere a que los protestantes no oían misa y los católicos sí.
0:02:50 Entonces, oír misa era para los protestantes una especie de refía,
0:02:56 y él dijo, voy a oír misa.
0:02:58 París bien vale una misa.
0:03:00 La entrada a París bien vale una misa.
0:03:02 Bueno, de todos modos, hubo de sebornar al comandante de la Liga de París
0:03:08 para que lo dejara entrar con su ejército, y entonces marchó a la ciudad.
0:03:13 Pero aquella entrada fue un tanto accidentada y provocó nuevos conflictos.
0:03:18 Cuentan que Enrique entró a París de noche, que hacía mucho frío,
0:03:23 y que hacía tanto frío que tenía escarcha en la barba, Enrique.
0:03:28 Bueno, a pesar del frío la gente se apretujaba en las calles para ver al nuevo rey.
0:03:33 Enrique fue un rey muy querido.
0:03:36 En una esquina, sin embargo, un muchacho vestido de negro
0:03:41 le preguntó a uno de los vecinos quién era el rey.
0:03:44 Se dice quién es el rey.
0:03:46 Un rey, bueno, ahí saqué que está ya.
0:03:49 Y el muchacho vestido de negro se metió en el cortejo, siguió a Enrique hasta el palacio,
0:03:55 en donde se había instalado la favorita de Enrique, Gabriel de Estre,
0:04:01 de la que hemos hablado aquí muchas veces.
0:04:04 Y en aquel lugar el rey iba a brindar una pequeña recepción.
0:04:08 Llevan a tomar unos binardos después de su entrada.
0:04:11 Y este muchacho se fue colando, de lugar en lugar,
0:04:16 y consiguió ubicarse justito delante del rey.
0:04:21 Bueno, en un momento todos los asistentes tenían la mirada fija,
0:04:28 en dos recién llegados los señores de Ronny y otro más que había por ahí.
0:04:32 Y, mirá, se estaban inclinando ante el rey,
0:04:36 en medio naturalmente de una ronda apretujada de alcahuetes
0:04:40 que estaban ahí rindiendo prectesía.
0:04:42 Cuando Enrique se agachó un poquito para corresponder la reverencia,
0:04:50 el joven de negro este que se estaba colando, peló un cuchillo,
0:04:55 una fariñera que traía un culto, y le dio al rey un violento golpe en el rostro.
0:05:01 Enrique quedó medio atontado, pero me parece que me han herido.
0:05:09 Y alto continuo metió la mano en la boca y se sacó una muela limpita.
0:05:15 Una muela limpita, el planazo, el golpe, le había apientado una muela.
0:05:21 Mira qué curiosidad, tendría medio flow.
0:05:24 Bueno, el joven de negro fue inmediatamente rodeado,
0:05:29 arrestado al instante, y confesó, reconoció haber querido matar al rey.
0:05:34 Dice, mira, la verdad, quise matar al rey.
0:05:38 Bueno, lo interrogaron unos jueces que creían hallarse frente a un atentado político,
0:05:45 ante un plan que intervenían varias personas,
0:05:49 pero se encontraron con algo muy distinto.
0:05:52 Este muchacho se llamaba Jean Chatel,
0:05:55 y la crónica dice que el joven tenía el vicio italiano,
0:06:01 que es una manera horrible de denominar ciertas preferencias sexuales.
0:06:07 Y vicio que había o preferencia que había desplegado con anterioridad,
0:06:14 y con mucho éxito este muchacho en tiempo de Enrique III, el rey anterior.
0:06:20 Rey, que también tenía esa misma preferencia, digamos, por los italianos.
0:06:27 Bueno, tiempo más tarde este joven Jean Chatel
0:06:31 empezó a tener miedo de ganarse el infierno por aquel gusto,
0:06:37 y se arrepintió, no hay peor cosa, que un italiano arrepentido.
0:06:43 Pero no quedó conforme, creyó que había llegado tarde con su arrepentimiento,
0:06:50 y siguió teniendo miedo al infierno.
0:06:52 Sabía además que Santo Tomás había proclamado violentamente
0:06:58 si había proclamado contra la sodomía,
0:07:01 y entonces creyó que nunca obtendría la absolución y que moriría en pecado mortal.
0:07:08 Entonces, producto de esa idea o de su locura,
0:07:12 Jean Chatel proyectó matar al rey para tener en el momento de su ejecución
0:07:18 la ayuda de un sacerdote obligado a absorberlo.
0:07:23 Absorberlo, no, absorberlo.
0:07:26 Todo esto porque se había enterado de la opinión de Santo Tomás.
0:07:31 Si no se hubieran enterado de eso, a lo mejor no pasaba nada.
0:07:34 Bueno, yo me acabo de enterar, por ejemplo,
0:07:36 y sin embargo, no tengo planeado matar Enrique IV.
0:07:41 El caso es que lo que él sabía era que en la tierra no lo iban a absorber de esa culpa.
0:07:49 Entonces pensó en cometer un crimen más grande,
0:07:53 tan grande que ya estuviera por ley asegurada la absolución,
0:07:58 como por ejemplo un crimen, ¿se entiende?
0:08:00 A usted por tener ciertas preferencias sexuales, no lo absolvemos.
0:08:05 A la simata alguno sí,
0:08:07 y el que absuelve, absuelve.
0:08:09 La absolución no es como beneficio inventario, te absuelven.
0:08:13 Entonces, no crea que estamos lejos de la verdad.
0:08:21 No crea que estaba tan loco este tipo.
0:08:23 Si mato al rey, me van a tener que asolver.
0:08:27 Distinto si me meto de novio con un fiambrero.
0:08:32 Así eran las cosas.
0:08:36 Por suerte ahora no hay nada de esto.
0:08:39 Bien, entonces agarró y listo.
0:08:45 Y eso se ha tentado, lo agarraron.
0:08:48 Y dos días después, después de la confesión,
0:08:52 lo absolvieron, le dieron los últimos sacramentos,
0:08:57 Jean Châtel fue descuartizado.
0:09:00 Antes de morir, ya se creía ganador del cielo.
0:09:05 Ahora, los jueces no publicaron jamás estos móviles de Jean Châtel,
0:09:09 que se conocieron después, gracias a Jean de Souz,
0:09:12 un cronista de eso, de aquellos días.
0:09:16 Los jueces prefirieron hacer creer que se trataba de un atentado político.
0:09:21 Y como el muchacho había sido educado por los jesuitas,
0:09:25 eran encarnizados líderes de la liga que había combatido a Enrique,
0:09:29 se acusó a los jesuitas de haber proyectado la conjura.
0:09:33 Entonces Enrique encontró una excelente ocasión
0:09:37 para sacarse a todos sus enemigos de encima.
0:09:40 Y el Parlamento ordenó al destierro de todos los jesuitas del reino.
0:09:44 Siempre andan desterrando jesuitas.
0:09:47 Partieron entonces en procesión.
0:09:50 Debían abandonar la capital en tres días y Francia en quince.
0:09:56 Algunos que quisieron quedarse fueron masacrados.
0:10:01 El bibliotecario del Colegio Jesuita de Parique se quiso quedar, fue ahorcado.
0:10:06 El Papa Clemente Octavo naturalmente se enfureció
0:10:10 y pidió a Francia por la revocación del decreto.
0:10:14 Bueno, el asunto fue muy debatido.
0:10:16 Recién unos años más tarde Enrique dio permiso para readmitir a los jesuitas.
0:10:21 Eso tuvo lugar en 1603.
0:10:24 Para entonces, todos los religiosos de la Santa Liga habían dejado de molestar
0:10:29 y Enrique estaba ya bien instaladito en el lube.
0:10:33 Y esta fue la historia de la entrada en París de Enrique IV.
0:10:37 Y más que nada de la historia de este pobre muchacho Jean Châtel,
0:10:40 que tenía una idea bien extraña de las sanciones que le esperaban en el más allá.
0:10:45 Bien extraña pero realista de las sanciones que le esperaban en el más allá.
0:10:52 Bueno, esta es esta historia que queríamos contar.
0:10:55 Y recordad también Enrique IV que fue un buen rey.
0:10:58 Fue un buen rey que pensaba en su pueblo y que dijo alguna vez
0:11:03 que su meta era que en todas las mesas del reino hubiera,
0:11:07 por lo menos una vez por semana, un pollo.
0:11:11 No está tan mal.
0:11:13 Digo, no está tan mal comparado con otro.
0:11:17 ¿A quién quiere dedicar esto, Dorio?
0:11:20 No se encuentra.
0:11:23 A mí me gustaría dedicarse lo...
0:11:30 No sé, a nadie.
0:11:32 A Gabriel de Tre, que era el amante del rey Enrique,
0:11:37 como siempre preguntamos, tenía otros amantes.
0:11:42 Con los cuales engañaba el rey.
0:11:44 Una vez uno de ellos estaba debajo de la cama,
0:11:46 justo cuando apareció Enrique IV.
0:11:48 Enrique IV comió unos caramelo y el golpe tiró uno para abajo de la cama.
0:11:52 Intuyendo ahí que...
0:11:54 Sabiendo.
0:11:55 Dijo, tomad.
0:11:57 Y después se levantó y se fue a las carcajadas.
0:12:01 Tomad y comer todo de él.
0:12:03 Todos tenemos derecho, dijo, y tiró unos caramelo para abajo.
0:12:06 Le levantó y se fue muerto de risa.
0:12:10 Está bien eso lo que hace un tipo.
0:12:12 Eso es lo que hace un tipo cuya amante tiene otro amante.
0:12:15 Y se muere de risa.
0:12:17 Vamos, bien.
0:12:19 Señores, hemos sido la discoteca.
0:12:22 Y el discotecario se puso...
0:12:28 No me digas que me empezó a hablar de amante.
0:12:30 Puso nervioso.
0:12:33 Dijo que él también tenía amantes, pero que no lo podía decir.
0:12:38 Eso lo estaba diciendo.
0:12:41 Al final conseguimos un disco que se llama Sobre los muelles del viejo París.
0:12:47 Su lecuer, yo vivía en París.
0:12:50 Y vamos a escucharlo inmediatamente, ya que sobre los muellos del viejo París seguramente había
0:12:56 mucha gente que estaba esperando la entrada de Namégo Enrique.
0:13:01 Vuelvemos a comer un pozo.
0:13:42 Su lecuer, de viejo París.
0:13:47 El nombre de la señora.
0:13:50 El buen resumir.
0:13:52 Su lecuer, de viejo París.
0:13:56 El amor se promena en Fjantaní.
0:14:00 El búkinista.
0:14:03 El bello, el gris.
0:14:06 Un gran búkinista.
0:14:08 Un gran búkinista.
0:14:10 Un gran búkinista.
0:15:02 El lund de la escena.
0:15:04 El bonheur souri.
0:15:06 Sur les pieds du vieux Paris.
0:15:10 L'amour se promène.
0:15:12 En cherchantanie.
0:15:14 Buebúkinista.
0:15:24 Vivant en vème.
0:15:26 Sur les pieds du vieux Paris.
0:15:30 Le faria.
0:15:32 Le faria.
0:15:34 Le faria.
0:16:00 Sur les pieds du vieux Paris.
0:16:22 Era Lucien de Lille, la venganza será terrible sobre los muelles del viejo Paris.
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