Transcripción automática
0:00:00 Hablaremos hoy, atención, de la fiebre del oro.
0:00:04 La fiebre del oro en Estados Unidos.
0:00:07 Guarda, eh.
0:00:09 Hubo varias fiebres del oro, pero esta es la de los Estados Unidos.
0:00:14 Así que vamos para allá.
0:00:16 Nos situamos a mediados del siglo XIX.
0:00:19 Hace mucho contamos lo que sucedió con unos señores llamados John Wilson Marshall y John Sotter,
0:00:25 que se establecieron en California.
0:00:27 En California no había nada.
0:00:29 Descripción de California a mediados del siglo XIX.
0:00:35 Y los señores Marshall y Sotter se establecieron en California.
0:00:39 Y se vamo a California que no hay nada.
0:00:43 Y se asociaron estos señores, el Marshall y el Sotter,
0:00:48 en la explotación de un aserradero.
0:00:53 Y se vamo a poner una aserradera en California, y seguro que no hay ninguno.
0:00:58 Y hoy empezaron de les arruchar.
0:01:02 El 24 de enero de 1848,
0:01:06 vieron unos pedruscos brillantes en el fondo de un canal que llevaba agua a sus molinos.
0:01:13 Yo le dice, mirad estos pedruscos brillantes, le digo, uno al otro.
0:01:18 Es frase, ¿no?
0:01:20 ¿Qué te parece si los hacemos examinar por alguno?
0:01:24 Y lo hicieron examinar por un experto y el experto dijo que aquellas piedras
0:01:29 eran del oro más puro.
0:01:31 Oro, dijeron.
0:01:32 Entonces se van a saltar, Sotter y Marshall, oro, oro, oro, somos rico.
0:01:42 Pero en lugar de callar empezaron a gritar.
0:01:49 Encontramos oro, encontramos oro.
0:01:52 Crasso error.
0:01:53 Crasso error, crasso error.
0:01:56 Hicieron correr la bolisa, incluso entre los obreros que laburaban en el aserradero,
0:02:02 estaban ahí de les arruchar.
0:02:04 Fueron que yo y Sabelos, que eran las piedras esas que encontramos esta mañana,
0:02:07 oro, oro, dijeron los obreros.
0:02:09 Se salieron rajando, cada uno en busca de su propio dorado.
0:02:13 Y se nos laburó más en este aserradero.
0:02:15 Me voy, canala arriba, a ver si caso alguna piedra antes que le llegue a ustedes.
0:02:21 Y aparte algunos de los empleados, miren lo que eran, de malos,
0:02:25 le robaron el ganado, le robaron.
0:02:27 Ya que estoy, ya que me voy, le afano el ganado también.
0:02:31 La propiedad fue invadir, claro, se enteraron aventureros por ahí
0:02:35 y vinieron todos a buscar oro y le invadieron la propiedad.
0:02:38 Se pudieron todos.
0:02:39 Se pudieron todos.
0:02:40 Y Marshall, ¿qué hizo?
0:02:41 Se enloqueció.
0:02:43 Se enloqueció metafóricamente.
0:02:45 Se enloqueció del modo más literal.
0:02:48 Se volvió loco.
0:02:50 Se volvió loco.
0:02:51 Vio que todo el mundo encontraba ahora en todas partes y que él que lo había descubierto
0:02:55 no accedía a ninguna clase de riqueza y se volvió loco.
0:02:59 En cuanto a Soder,
0:03:03 murió muy pobre y el estado de California le otorgó una pensión para salvarlo de la miseria.
0:03:08 Pero, mientras tanto, la noticia del descubrimiento llegó al este.
0:03:14 Muchos fueron exépticos, pero algunos hechos certificaron que el oro era verdadero y era abundante.
0:03:21 El Jornal de Comercio en New York publicó una carta que daba precisiones al respecto.
0:03:27 Pero faltaba la confirmación oficial que llegó al poco tiempo, ¿no?
0:03:32 Parece que desde California partieron unos informes detallados dirigidos al gobernador del Departamento Guerra,
0:03:40 que se yo, venía con una caja llena de pepitas de oro, un poco de polvo de oro.
0:03:47 Y el gobierno de Washington se había mantenido en aprudente reserva
0:03:52 y el presidente James Pog dijo,
0:03:55 la certificación de milagros exige una cierta reflexión.
0:04:00 Y el presidente estaba en un parque y empezó a mirar los informes,
0:04:04 vio el polvo de oro, lo miró, lo olió, lo probó, vio las pepitas de oro, las tanteó, las sopesó
0:04:11 y finalmente se comunicó con el Congreso y le dijo, muchacho, hay oro.
0:04:18 Pero cuando dijo el presidente hay oro, salieron todos rajando, ¿no?
0:04:24 Los más entusiastas partieron al instante.
0:04:27 Hay oro y salieron rajando para allá. ¿Para dónde queda California?
0:04:30 ¡Sau! Pero era muy difícil llegar a California desde el este en esos tiempos.
0:04:37 Para atravesar el continente había dos posibilidades, la marítima y la terrestre.
0:04:43 La marítima tenía también dos subposibilidades.
0:04:47 Usted podía ir por América Central atravesando México o Nicaragua o mejor todavía el Istmo de Panamá.
0:04:56 Algunos también lo hacían alrededor del Cabo de Ornos, pero tardaban casi un año desde Nueva York a San Francisco.
0:05:06 Me parece mucho tardar igual.
0:05:08 Un desprosito.
0:05:09 Un año, va soplando maní. Se detendrían en todos los puertos, desde el Lechero tardaba un año.
0:05:17 El trayecto por América Central, que era más breve, implicaba serios peligros
0:05:22 porque uno podía contagiarse fiebre amarilla o cólera o alguna otra cosa.
0:05:28 ¿Viste? Decían incluso cuando llegaba el señor que se va a contagiar.
0:05:33 La fiebre amarilla, la cólera o el cólera.
0:05:38 Bien, el caso es que algunas semanas después del discurso presidencial ya no había ningún pasaje, ningún navío de la costa atlántica.
0:05:47 Pronto los aspirantes, aconquistadores del oro, estaban ya viajando increíblemente amontonados,
0:05:56 y van parados en los barcos.
0:05:58 Y agarraron un pasabarro.
0:06:01 La densidad era tal que sólo podían mantenerse parados en su sitio, sin siquiera tener la posibilidad de trabajar convenientemente el Belamen.
0:06:12 No podían ni doblar las velas, calculó yo de estar amontonado que venía.
0:06:16 Bueno, además se llevaban muy mal porque todos deseaban la desgracia del vecino.
0:06:23 Algunos ya cuando llegaban iban quemando vierba detrás de sí para molestar a los que venían atrasados.
0:06:32 Algunos utilizaban como auxiliares a mujeres notablemente seductoras y atraían así a sus enemigos hasta algún sitio,
0:06:40 y después del amor eran despojados de mapas, herramientas y cosas así.
0:06:45 Lo que se animaban a ir por tierra tenían que atravesar desiertos inexpugnables, pero era bastante rápido.
0:06:53 Se tardaba unas 15 semanas más o menos, en llegar desde Nueva York hasta California.
0:07:00 Así que era preferible ir por tierra.
0:07:03 Cuentan nada menos que Mark Twain, que los tornados eran muy frecuentes.
0:07:08 Y una vez vi un burro a 100 pies de altura rugiendo de terror.
0:07:14 Pero claro, era Mark Twain.
0:07:17 Llegaron pronto algunas personas no muy recomendables, y también estaban por allí cerca en el medio del camino,
0:07:26 los mormones dirigidos entonces por Brejanyang, que como no podían participar en la embregues de Dorro,
0:07:37 hacían otras cosas, vendían víveres carísimos, información carísima,
0:07:44 y exigían peaje al paso de cada vado, por ejemplo.
0:07:48 Los mormones cambiaban un animal en buen estado por tres cansados.
0:07:57 Somos los mormones.
0:07:59 Mire, yo tengo un animal bastante cansadito.
0:08:04 Bueno, se lo cambiamos por un tercio fresco.
0:08:07 Porque cambiamos tres animales por uno.
0:08:09 Pero si lo cambiamos por un animal no podemos darle nada.
0:08:12 Y si lo juntamos con tres amigos, le damos...
0:08:14 Y si usted puede juntarse con quien quiera, que es lo que hacemos nosotros.
0:08:17 O sea, cada tres uno.
0:08:19 Sí, no sé cómo se lo tengo que decir.
0:08:22 Bueno, los viajeros aceptaban aquellos abusos sin mucho rencor.
0:08:29 Y empezaron a caer gente desde el extranjero.
0:08:32 Chinos, franceses, españoles.
0:08:35 Un cronista cuenta las aventuras de 18 vascos que se fueron a caballo desde la Argentina.
0:08:43 ¿Vieron a caballo desde la Argentina a California?
0:08:46 ¿Cardaron un año y medio para llegar a California?
0:08:49 Los vascos eran 18, pero los franceses 25.000.
0:08:55 Parece que en París había un gran interés por el oro.
0:08:59 Se estima que en California había en 1850 una mujer cada 20 hombres.
0:09:05 Y eso lo aprovechaban algunas atrevidas.
0:09:08 Una muchacha llamada Cleo Permot se arriesgó a atravesar un lugar de búsqueda de oro en un coche bastante lujoso.
0:09:16 Y 3.000 mineros pagaron un dólar cada uno para que ella levantara las cortinas de su coche y pudieran verla.
0:09:24 La van a desesperar, pero otros amaban la solidaridad.
0:09:28 Llegó un marido también que había llevado a su esposa.
0:09:32 Y la llegada de esa mujer determinó una esfervescencia inverosímil.
0:09:37 El hombre se llamaba Jonathan Pike.
0:09:39 Y al poco tiempo de su llegada su carpa fue rodeada por una multitud turbulenta.
0:09:45 Los hombres le dijeron, señor, aceptaría mostrarnos a su esposa.
0:09:51 Y se nos recordamos siquiera a qué se parecían las mujeres.
0:09:56 Y Pike debió aceptar que la dama fuera expuesta con si tratar de un animal de feria.
0:10:01 Pero bueno, por suerte llegaron pronto cientos de prostitutas.
0:10:06 Llegaban en barco las prostitutas.
0:10:09 Primero se instalaban en San Francisco.
0:10:13 Cada vez que un capitán traía un barco con prostitutas, hacía señales en el alfabeto Morse.
0:10:19 Y no, había que estar preparado porque se armaban muchos líos.
0:10:24 Paraban los barcos ahí y venían los negros.
0:10:27 Se les tiraban encima.
0:10:30 Bueno, algunos aventureros se hicieron ricos, otros no.
0:10:35 Otros se fueron a probar suerte en Nevada donde había encontrado plata.
0:10:41 Pero aquella dispersión hacia Nevada empezó por una medida muy curiosa.
0:10:47 El gobierno americano.
0:10:50 El presidente tuvo la idea de monopolizar la explotación del oro que se había descubierto.
0:11:01 James Polk dijo, bueno, el oro dice, listo, es toda del estado.
0:11:10 A los norteamericanos les gustan, se empatizan con las medidas chavistas, siempre que no se tomen en Venezuela.
0:11:19 ¿Qué hizo toda la vida?
0:11:26 Sí, la multitud que estaba ahí se entera desde la siguiente novedad.
0:11:31 Una pésima noticia para los aventureros.
0:11:34 Y se fueron a Nevada porque se dieron que en Nevada había plata y salieron todos rajando.
0:11:40 Pero de resultado de todo esto, San Francisco progresó muchísimo.
0:11:45 Ahí se hicieron trabajos de Vialidad y de Ferrocarril.
0:11:48 Antes era una ciudad donde las calles eran ríos de lodo con incendios constantes.
0:11:55 Pero no de ríos de lodo, se incendiaban las casas que eran de madera.
0:12:00 Y todo eso comenzó a cambiar.
0:12:02 Y llegó el progreso.
0:12:04 Los bomberos, los hoteles, los teatros, las tabernas, los asesinatos, el poker, la fábrica de Wig, y el progreso.
0:12:11 Lo dijo como un atentador.
0:12:13 Y así terminó la fiebre del oro.
0:12:16 Un día dije, terminó la fiebre del oro.
0:12:19 Tuvimos todos que irnos a Nevada a buscar plata, a buscar minas de plata en Nevada.
0:12:25 Tuvimos que irnos.
0:12:28 Los quisieron más guitas fueron los que nos vendían cosas.
0:12:31 ¿Un afetas de salarme?
0:12:34 500 dólares.
0:12:36 Porque salimos rajando de tal modo, con tal velocidad, que no nos llevamos nada.
0:12:43 Ni salarme.
0:12:45 Y el gobierno nacionalizó el oro, pero no el salarme.
0:12:51 Bueno, ¿a quién quiere dedicar esto?
0:12:55 A la joven Claire.
0:13:01 ¿No se como pasa uno saber si sería muy bonito, o no?
0:13:03 Es yo, es yo, escúchame.
0:13:05 En California.
0:13:07 Es como un baile a las cinco de la mañana.
0:13:09 Sí, baja mucho el nivel de exigencia.
0:13:11 Cuando hay fiebre del oro y somos 3.000 por cada una.
0:13:16 Ya se le van los velines a la gente.
0:13:19 A los que viajaban parados.
0:13:22 Sí, desde Nueva York a San Francisco, parados, vía a cabo de horno.
0:13:28 Reito de constitución tigre.
0:13:32 Otra que constitución tigre en 60.
0:13:34 Y al amigo Chaplin, ya que hablamos de la fiebre del oro.
0:13:37 Claro. La primera del oro.
0:13:41 Se juro que era Martén que vio burros rebunando a 30 metros de altura.
0:13:46 A los pobres Marshal y Saller que fueron los descubridores.
0:13:50 Y se comieron un garrón.
0:13:54 Yo quedo, tendrían que darle sal.
0:13:57 Por eso yo cuando descubro petróleo.
0:14:02 No le digo nada a nadie.
0:14:04 Pero que alguna vez descubrió usted petróleo.
0:14:08 Bueno, hemos ido a la discoteca a buscar tangos sobre la fiebre del oro.
0:14:25 Tiene el tango la fiebre del oro.
0:14:29 Pero tengo el vals corazón de oro.
0:14:31 Me dijeron por Roberto de Filippo.
0:14:34 Así que escucharemos una versión curiosa, caprichosa de Filippo.
0:14:39 De este vals corazón de oro que fue compuesto efectivamente.
0:14:43 Pensando en la fiebre del oro que llegó a tantos a California.
0:16:35 Hemos escuchado corazón de oro en la versión de Roberto de Filippo.
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