Con Alejandro suele suceder un fenómeno muy particular; además de con los enamorados, sucede con muy pocos seres...
Se puede escucharlo con total e intensa concentración, vivir al sujeto que él transmite en ese momento, en todas las versiones que él intenta; quedarse luego que la radio se apaga, con su voz y sus matices, con el lenguaje, sin poder dormir, exitado el propio ser al borde del abismo o el cielo del conocimiento, elusivo y sugestivo, sin que nada, pueda apartarnos de esa vivencia.
Pero ante él, todo desaparece : desaparece lo que dice, lo que intenta, lo que propone,... la mente, el corazón, el cuerpo, se suspenden en el arrobamiento, el arrebatamiento de su presencia y su imagen. Se pierde la noción del tiempo. Y es posible entonces, repetir cada partícula de la quietud y el movimiento de su materialidad, de él a través de su cuerpo. Nada, ni la ropa, queda afuera.
Qué hermoso le quedaba el pantalón blanco.
¿Se puede tener celos de un pantalón, de un banquito y un micrófono?
¿Se puede envidiar a un tonto banquito y un inútil símbolo?
Es un extraño fenómeno, que él causa.