"El enamorado rechazado no tiene salvación"...
Había una vez un niño mimado y consentido, tratado como un príncipe que no se sabía príncipe. Había una vez, un adolescente mimado y consentido que se sentía príncipe. Había una vez, un joven mimado y consentido, que se dudaba príncipe. Había una vez, un varón mimado y consentido, que reclamó la corona de rey. Había una vez un hombre maduro que, entre el pensar y el sentir amor, tendió un puente y le decretó acertijos, y ese era su reino.
A los veinte años se confunde el amor con hacer el amor, a los cuarenta se es o se debería ser amor. Pasados los sesenta, no se puede hablar como entonces del amor : el rey conoce su reino, que la corona de oro vale tanto como la de espinas, que lo aprendido es el cetro y no hay trono sino corazones.
"El enamorado rechazado no tiene salvación" : no es lo que el sabio guía sale a decir al balcón, balcón que se alza donde antes había una fosa que separaba orillas, como labios y lenguas, torturando la boca, equivocando la poesía.
Amar sin ser amado, es el primer aprendizaje del amor. El segundo, comprender que el amor en el amor es dado. El tercero, que el enamorado despierta a la vida, se vuelve energía de ella; perseverar en el sentimiento del amor, nos revela que es más que un sentimiento personal, y sin embargo nos nombra; por primera vez lo pequeño y limitado, es presencia e ilimitado.
Es una bendición que exista el ser amado, arder por él en espíritu y carne, amador: es así que nos da; aunque no pueda amarnos de la misma manera, su ser es causa del amor sentido. Y eso es una forma de ser amado.
Alguien descubre un día, que ha envejecido : no se dio cuenta, porque amó todo el tiempo. Porque el amor es joven y es eterno. Y el reino de corazones, lo es. El amor es siempre esperanza de amor, pero desinteresado. No tiene más intención que agradecer por el amado, no avergonzarlo ni avergonzarse del amado, y realizarse a sí mismo. No necesita salvación. La pasión más fuerte del amor es lo justo.
Hay algo que no digo y es lo que más deseo; aunque pueda inferirlo la mente, será pobre e insuficiente.