Dolina fue felicitado por todo el mundo, con excepción de quienes deberían ser los suyos; la progresía políticamente correcta y quiosquera jamás lo quiso, aunque no dude en usurpar su nombre para endilgarle citas apócrifas y ganarse algún FAV en la iglesia fundamentalista que armaron en Twitter.
Nietzsche hubiera hablado de Bildungsphilisters; creo que no existe palabra castellana que los describa con tanta exactitud.
(No me malinterprete: sigo siendo comunista, y mi ensañamiento con ese progresismo rúcula y traidor se debe a sus esfuerzos por disimular su condición burguesa y capitalista que vive de la especulación con el dólar sacándose selfies en «Un Café con Perón» y fingiendo admiración por Ernesto Guevara.)