Solo para snobs como uno mismo (piolas y egresados de la universidad de la calle como dr.maloso y Javi, favor de abstenerse): a propósito de la charla de Dolina sobre Madame du Barry, sugiero ver «Jeanne du Barry», la película más reciente de la directora y actriz Maïwenn Le Besco (la Diva Plavalaguna de «The Fifth Element», feroz enemiga del #MeToo y del wokismo progre, la misma que cuando se dio cuenta de que el pseudoperiodista de la cultura de la cancelación Edwy Plenel estaba en el mismo restaurante que ella, se levantó, lo escupió en la cara y le retorció bien la cabeza para que tuviera por alcahuete de la yuta).
Fuera de la simpatía que siento por esas formas sutiles de expresar disconformidad (que pueden ir aceptablemente desde adivinar la misma profesión en las madres de todos hasta la rotura de mandíbula asistida por manopla), la película es excepcional; es imposible no pensar en algunos momentos en el «Barry Lyndon» de Kubrick (totalmente filmada en 35mm con cámaras Arricam LT y ópticas Zeiss Master Primes, muchas escenas iluminadas con luz natural) y en las muchas referencias a la película de Ernst Lubitsch de 1919. Johnny Depp como Luis XV sigue demostrando ser uno de los mejores actores de la historia (incluso en francés), y tanto la dirección como el papel protagónico de Maïwenn son impecables. Como el incurable snob que soy, no suelo soportar más allá de los diez o quince minutos el embole que me produce la inmensa mayoría de las películas que intento ver (el mismo motivo por el que me despedí para siempre de los vestigios de LVST); no fue el caso esta vez.
Mariela, no merezco tus palabras, pero las acepto como un acto de piedad literaria (al igual que Dolina, tampoco hago diferencias entre el cariño y la compasión). No conocía a Mikkel Borch-Jacobsen, a pesar de ser un profesor notable en una de las ciudades donde probablemente terminen mis huesos (es solo metáfora, ya solicité la cremación, dentro de lo posible después de verificar que esté muerto en serio; ya se sabe, siempre hay algún gracioso en la familia).
No sé aún si me llevaré bien con Borch-Jacobsen (el título «Le Livre noir de la psychanalyse» es muy tentador), pero el texto que citás me recuerda la enorme cantidad de comunicadores (no sé cómo llamarlos) que hoy viven de decir las palabras exactas que sus audiencias desean oír. (Aunque en el fondo creo que siempre fue así, que la diferencia es solo de grado. ¿Quién iría al cine o compraría un libro para ser contradicho en sus convicciones? Yo pago la entrada del teatro con el dinero que me gané con el sudor de mi codo para que Yoko Onorengo me diga «Y no hablo de escapismos ni de maroma, es un canto unificado danzando su corriente», no para oír citas de Lakatos o de alguno de esos supersticiosos.)
Salgo a correr unos kilómetros de snobismo de fondo y vuelvo.