Dolina contó cómo Andy Warhol fabricó su propio personaje: Andy Wharhol (primer audio, marca de tiempo 1:00:32).
Muchos artistas crearon su propio personaje con fines promocionales o humorísticos. Stanley Kubrick diseñó un Stanley Kubrick director jueputa y obsesivo, capaz de obligar al actor casi anciano y negro Scatman Crothers a repetir 60 o 99 veces (depende de la versión) una escena menor durante una tormenta de nieve, o a llevar a la frágil Shelley Duvall al borde del colapso mental para lograr una toma de 20 segundos que le pareciera satisfactoria (nótese el cuidado en la elección de sus falsas víctimas). Alfred Hitchcock disenó un Alfred Hitchcock director y presentador de televisión que podía relatar las mayores atrocidades sin una sola señal de emoción humana. Salvador Dalí diseñó un Salvador Dalí extravagante y megalómano, que podía aparecer vestido de buzo para dar una conferencia. Todos comprendieron que trabajaban en la industria del entretenimiento, y que el público necesitaba esas ficciones para amarlos u odiarlos.
Ahora voy al caso Sztajnszrajber, Ciudadano32; en el video que compartiste (no sé si agradecerte o si retirarte la palabra por eso) aparece el personaje diseñado por Darío Sztajnszrajber: un progre de utilería que vende una esmerada y seguramente carísima ilusión de mugre y desaliño (muy antisistema, claro). El problema es que Sztajnszrajber jamás aceptará que también trabaja para una industria local del entretenimiento ligero. (Confundir sus balbuceos y morcillas teatrales con la filosofía o con cualquier forma de disciplina vinculada al pensamiento sería un acto demencial.) También me parece ver otro inconveniente: a diferencia de Dolina, Sztajnszrajber es un actor detestable; sus amaneramientos forzados, sus gestos ampulosos, su voz de contratenor fallido, su francés de Facultad Libre de Rosario, su inepta impostación de profundidad y misterio, su indisimulable condición de malabarista cultural.
Como casi todo el mundo, Dolina perdió la libertad de elegir a sus amigos: o son esos, o se queda solo. De todos modos, Dolina jamás ocultó su objetivo: que lo quisieran.
Ciudadano32, ahora pude leer con detenimiento tus observaciones sobre los errores de comunicación cometidos por la gente que hace ciencia, y eso me hizo recordar que muchos psicólogos basados en evidencia y dedicados a la psicoterapia en otros países (para distinguirlos de quienes hacen investigación cognitivo-conductual no patológica) conservan formalmente algunos de los rituales del psicoanálisis porque eso es lo que espera encontrar el paciente (que no es necesariamente menos supersticioso solo por vivir en un país del primer mundo); en otras palabras, el psicólogo científico comprende las necesidades de sus clientes, y sabe que una de ellas es hablar un rato de bueyes perdidos con el terapeuta. (Un truco parecido al de Nassim Taleb, que se vende como gurú de las finanzas, autor de aforismos y literatura de autoayuda para que el incauto muerda el anzuelo, y cuando lo tiene en la red le da sin asco con Popper, Russell, Kahneman, los Tversky, el realismo científico, etcétera, y le enseña a no creer en el pensamiento mágico y en la meritocracia.)
Un psicólogo no psicoanalítico argentino quizá no tendría la inteligencia de usar esa estrategia, y perdería en minutos un paciente solo por no acceder a jugar un juego durante un rato; ese paciente perdido irá a cualquier otro lugar en donde finjan tratarlo como un ser humano. (Temo que este mismo esquema sea aplicable a muchos otros aspectos de nuestras vidas, como el caso de quienes insistieron en ganar votos con gráficos de Excel y embolantes discursos de dos horas de geopolítica, otra actividad sospechosa de pseudociencia.)
A propósito, Bergoglio pidió a sus sacerdotes que no hicieran homilías de más de ocho minutos, porque después de ese tiempo se pierde la atención y la gente se duerme. Ignoro quién fue el jefe de campaña del progresismo, pero estoy seguro de que no fue un Papa.
Mariela, recuerdo al Dolina que decía con razón que el movimiento hippie y otras cosas por el estilo nunca tuvieron nada que ver con nosotros. (En realidad, ni siquiera tuvieron mucho que ver con los países donde surgieron, ya que la sociedad industrial avanzada se encargó instantáneamente de integrarlos y crear nichos de consumo para que ellos también pudieran comprar en cualquier supermercado todos los productos contraculturales que desearan. Creo que estamos perdiendo la oportunidad de ganar fortunas con el negocio «Todo para el hippie viejo», con piedras de recuerdo de San Marcos Sierras, carburadores de Citroën 3CV, guitarras de formas y afinación imposibles, vinchas para pelados de pelo largo, y todo así.)