Primero, no. Segundo programa desde el Bar del Plata.
Llegué a la misma hora que el jueves pasado y, contrariamente a lo que esperaba, había sólo 6 personas (5 de las cuales eran Tom Lupo), cuando a la misma hora la semana pasada ya había unos buenos 20 metros de cola. Como éramos tan poca cosa, nos dejaron pasar a tomar el fresco dentro del edificio de la radio, fuera del rayo del sol. Otra vez tuvimos que dar nuestras señas a los hombres de la puerta. Así, el día de mañana, esto puede costarnos un cargo político en algún ministerio. Mucha de la gente que esta vez no vino, es probable que haya tenido ese recelo.
En fin. Poca gente, pese a los esfuerzos de Tom Lupo, que se mezclaba entre varias mesas, según la estratagema de Pancho Villa, quien apostaba escopetas de palo y sombreros de mariachi en las troneras de su fuerte, pero sin el concurso de soldados. A la luz de las velitas sintéticas, ya repuestas, parecía que se avecinaba un programa depresivo, pero por suerte no fue así.
¿Qué más les puedo decir? Los consejos del caminante: esta vez renuncié a regresar pasando por las soledades de Góngora de la calle Zapiola, y exploré en cambio las posibilidades que ofrece la calle Arévalo, hacia Santa Fe. La calle Arévalo desemboca directamente en la estación de trenes Carranza, donde se configura algo así como un muro de Berlín. Si uno va a dar del lado incorrecto del muro, a las 2 de la mañana, mejor rehace su vida, se organiza según los usos del respectivo lado y renuncia para siempre a visitar a los que viven del otro. Hay, sin embargo, una salida a esta situación, a saber: aventurarse y atravesar un túnel, en cuya entrada tu imaginación proyectará en letras catástrofe el título “Irreversible”. Entre dar un rodeo de 3 o 4 cuadras y atravesar un breve pero ominoso túnel, donde probablemente te maten, te violen y luego te quemen vivo, la elección es clara: el túnel.
Qué calle, qué pasaje, qué paso a nivel puede sobrepujar en horror a la calle Zapiola y a los túneles bajo la estación Carranza. Mi candidato para la próxima, hasta ahora, es el puentecito de la calle Jorge Newbery a la altura de Amenábar.