Leo en algún lugar:
Si no te gusta el #capitalismo, bajate de este bondi y mandate mudar a #China, #Cuba o #Rusia, cuyos ciudadanos —si pudieran elegir libremente dónde vivir— seguramente elegirían un país #libre y #capitalista.
No hay nada más gracioso que encontrar a #socialistas y #comunistas usando #tecnología e #Internet; acaso, dos de los pilares más grandes del capitalismo occidental.
Seguí escribiendo sobre la lucha de clases desde tu iPhone y seguí viajando en autos importados 0 km, gurú.
Comprendo esa divertida indignación porque siento exactamente lo mismo cuando encuentro a un anarcocapitalista oyendo música electrónica, uno de los grandes desarrollos artísticos originados en la URSS de Lenin; es absurdo escuchar a Giorgio Moroder o a Alex Cobb sin estar afiliado al Partido Comunista. Ni hablar de la locura de leer libros impresos —un invento chino— sin haber votado al menos una vez a Pitrola, o de la paradoja de usar productos de Apple sin tener los ojos rasgados como los empleados de Luxshare Precision que los fabrican en Zhejiang.
(Aunque los hechos que cito son reales y verificables, por cierto que todas esas estupideces que escribí más arriba pertenecen al juego malicioso de confrontar un argumento falaz con otro del mismo orden, aunque de signo opuesto. Por otra parte, sería un despropósito el elevar esas frases de conversación de parada de colectivo y esos lugares comunes de redes sociales a la altísima dignidad de argumento.)
Creo innecesario señalar que entre quienes fuimos preparados para diseñar y fabricar microprocesadores de 4, 8 y 16 bits de tecnología de 1.500 nanómetros en Argentina hubo comunistas, radicales, peronistas, ácratas, y hasta hubo uno que le hizo campaña a Carlos Auyero (parece que era un sobrino, o algo así). Pocas cosas más apolíticas que un multiplexor o una ALU.
A propósito, fue una tiranía neoliberal sangrienta la que privó a nuestro país para siempre de lograr aquella soberanía dura que proviene de apoderarse del desarrollo y la producción local de tecnologías de punta. Por muy inmunes a los engaños y a los sesgos que nos creamos, nos han vendido sin esfuerzo muchas veces la pirámide de Keops, la torre Eiffel, el Santo Sudario, y hasta los libros de Rolón.
Después vuelvo con una inepta conjetura sobre por qué supongo que Dolina no puede disfrutar mucho de la música de Zappa.