(pensando en la muerte)

Antes me daba el lujo de no tener miedo a la muerte, simplemente porque era joven y porque a la vez, muchos se habían muerto ya. Cuando creía, la muerte era el fin de la prueba en este mundo y el comienzo de la felicidad. Cuando dejé de creer, la muerte era el fondo negro, el fin del sufrimiento. Hoy no tengo miedo de morir, de eliminar mi conciencia del mundo, sino que el miedo es desaparecer para esas personas que nos aman con total inocencia. Esas personas que nos necesitan sin preguntarse todavía para qué sirve vivir, que persiguen sapos y bichos bolita y que lloran si no pueden tomar un helado. Tengo miedo de convertirme en un fantasma, pesado e invisible como un agujero negro y ser una fuerza oscura que absorbe sus energías y les roba la felicidad.