Fue leer a Mariela mencionando a Grinberg, leer La teoría sintérgica de Jacobo Grinberg y su desaparición, leer La Panchita (alusión evidente a Pachita) en la descripción del programa, e irme al humo para practicar mi deporte favorito: la inmersión hasta la pera en el pantano de la pseudociencia, la superstición y el fraude.

Tuve que oír la charla de Dolina; es evidente que le fue impuesta por alguien que sigue creyendo que el progresismo consiste en la abolición del género gramatical, la adhesión a cualquier imbecilidad que la vaya de contracultural (la teoría sintérgica, por ejemplo), y la composición de versos que incluyan las atroces palabras «maroma» y «escapismo». Solo insinuaré sus iniciales: Cora Barengo.

(La alusión a Carlos Argentino Daneri me recuerda una predicción tecnológica de Borges:

El treinta de abril de 1941 me permití agregar al alfajor una botella de coñac del país. Carlos Argentino lo probó, lo juzgó interesante y emprendió, al cabo de unas copas, una vindicación del hombre moderno.

—Lo evoco —dijo con una animación algo inexplicable— en su gabinete de estudio, como si dijéramos en la torre albarrana de una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines…

Observó que para un hombre así facultado el acto de viajar era inútil; nuestro siglo XX había transformado la fábula de Mahoma y de la montaña; las montañas, ahora, convergían sobre el moderno Mahoma.

La torre resultó innecesaria: Mahoma viaja en el colectivo con todos esos aparatos en la mano.)

Omito cualquier referencia a los delirios de Grinberg; como dijo Mariela, esa información aún puede encontrarse en todas las redes sociales. Solo quiero decir que los detalles sobre Jacobo Grinberg, Pachita, Pedro Romaniuk, y las simpatías de todos estos miserables por el arianismo de Gobineau, la teosofía de Madame Blavatsky, la raza Vril, la Thule-Gesellschaft, las logurgias, las sectas ovni y los pibes que fueron víctimas de ellas, etcétera, son tan perversos y repugnantes que ni siquiera podría insinuarlos aquí.

Considero que cualquier reivindicación de Grinberg y sus circunstancias es una pésima idea. Dolina fue prudente en su charla, pero solo eso; prefiero creer que desconoce qué clase de basuras abundan ahí (racismo, nazismo, sionismo, abusos físicos y psicológicos, ideologías supremacistas y teocráticas de todo orden disfrazadas de despertar espiritual), y que solo cumplió órdenes.