Hay un hermoso poema de Baba Kuhi de Shiraz (poeta místico sufí del siglo XI), que describe el clímax de la evolución espiritual que alcanzaron los más grandes y hacia el cual, consciente o inconscientemente, todos estamos tendiendo, cada uno de acuerdo a su respetable ritmo y circunstancia.
Prosiguiendo (y dando por finalizada) la campaña de evangelización, pensé en compartirlo.
Le he hecho atrevidamente un pequeño agregado propio (que será fácilmente identificable) en la seguridad de que Baba Kuhi no hubiera puesto ninguna objeción al mismo.
Quienes sientan rechazo por la palabra “Dios”, pueden sustituírla por “Verdad Absoluta”, “Inteligencia Universal”, “Orden Cósmico”, etc:

SÓLO A DIOS VI

En el mercado y en la mezquita, sólo a Dios vi.
En el valle y en la montaña, sólo a Dios vi.

En Enoch y en Mariano, sólo a Dios vi.
En Patricia y en Norberto, sólo a Dios vi.
En Viyi y en Mariela, sólo a Dios vi.

Lo he visto detrás de mí en las horas de tribulación;
y en los días del favor y la fortuna,
sólo a Dios vi.

En la oración y en el ayuno, en la contemplación y en la alabanza,
y en la religión del profeta, sólo a Dios vi.

No vi alma ni cuerpo, accidente ni substancia,
causas ni cualidades, sólo a Dios vi.

Abrí mis ojos, y gracias a la luz de Su rostro, que me circundaba,
descubrí en todas las miradas al Amado,
y sólo a Dios vi.

Me derretí en su fuego, como vela a la luz de la llama,
y entre sus oscilantes resplandores, sólo a Dios vi.
Me vi a mí mismo, con mis propios ojos, claramente;
pero cuando comencé a mirar con los ojos de Dios,
sólo a Dios vi.

Y me desvanecí en la nada, me derretí,
y he aquí que yo era el Todo-viviente,
y sólo a Dios vi.