Noche de luna nueva y quinto programa desde el Bar del Plata. Hoy hubo reparto de planes mate para todos y bizcochitos para todos. Durante los primeros minutos, los “todos” éramos nomás 13, y ya íbamos a sacar palitos para ver quién se iba cuando llegó un montón de gente, en lo que terminó siendo una de las sesiones más y mejores concurridas.
Los bizcochitos durmieron largamente en la bolsa de papel marrón en que los habían traído. El contenido se dejaba adivinar por las manchas húmedas que iban avanzando sobre la bolsa y que pronto amenazarían con extenderse a todo el local. ¡Nadie que diera el primer manotazo! Tuvo que venir uno de los de la producción e iniciar el reparto forzoso. Verdaderos bizcochitos de grasa, muy sabrosos y de tamaño óptimo para agarrarlos de a 3 o 4.
El mate fue otra historia, que habrá que perfeccionar. A casi todas las mesas les llegó un mate con una bombilla, pero sin yerba. Creo que había un paquete de yerba, pero de nuevo la timidez restringió su circulación, lo mismo que la de los termos. Hay algo de cortedad en el público para ciertas cuestiones. Eso cuando no viene el loco del savoir faire y hay que mandarlo a callar.
De regreso probé una nueva vía de escape, tomando primero la calle Freire, entre el patio de atrás de Canal 9 y unos galpones que dicen Distrito Audiovisual. Pronto se camina entre un polideportivo y los edificios y jardines de la UCA, sección ciencias agrarias. (¿Qué corriente seguirán? ¿La abeliana o la cainiana? ¿El agricultor o el ganadero?) Es una calle que rechaza por igual al peatón y al asaltante; le falta emoción. Luego, por Jorge Newbery salvé las vías del ferrocarril y me vi fuera de los confines de Palermo Hollywood, al que solo falta que le caven un foso todo alrededor y le habiliten puentes levadizos.