Coincido con usted, Chancho. ¿Quién podría poner en duda que Dolina es un gran escritor (su novela Cartas Marcadas lo confirma), un buen compositor musical (sabe cómo permanecer tonal sin que se note demasiado) y un humorista de amplio espectro que va desde Bernard Shaw hasta el paisano que fue a comprar supositorios, etcétera? Supongo que de él ya no esperamos más que algo de sorpresa intelectual, de transgresión y de presagio ominoso basado en las leyes de la termodinámica; fuera de eso, nadie en su sano juicio lo tomaría como hombre santo, como autoridad infalible o como modelo moral. (Esto último no es completamente cierto: en lo personal, nada me costó prestar atención a sus sugerencias de ser mal amigo, pésima persona, cínico, cruel y de carecer de todo afecto; tampoco desatendí sus observaciones sobre el carácter despreciable e hipócrita de nuestra condición humana.)
Dejo que Dolina siga peleando contra su propia decadencia física y su contradictoria comodidad en el aburguesamiento que tanto solía criticar; para ser sincero, sus opiniones sobre este sitio no me quitan el sueño. Salté sólo por la insultante acusación a Juan Schwindt y a todos nosotros, por extensión; por lo demás, tengo la obligación de ocupar mi tiempo y mis energías en asuntos más apremiantes (sobrevivir, por ejemplo).