Encontrá todos los archivos de audio en MP3 del programa de radio La Venganza Será Terrible de Alejandro Dolina

La venganza será terrible del 17/05/2013

Comentario #57090

Perchitaa

Perchitaa el sábado, 18 de mayo de 2013 a las 03:50 PM en La venganza será terrible del 17/05/2013 dijo:

Hola a todos:
Como pensé que el programa seguía teniendo una cuenta de mail, y no la encuentro, y no estoy segura de que el mensaje llegue a través de alejandrodolina.com.ar, copio aquí el texto de un mensaje que acabo de enviar a Alejandro Dolina, con la esperanza de que llegue a su mesa.

Un saludo.


Sr. Alejandro Dolina:

Soy Laura, tengo 32 años, y vivo en Córdoba. Soy también intrépida -por no decir insolente- guitarrista, lectora gozosa de sus libros, y escucha fiel de La Venganza Será Terrible, desde hace muchos años.

He enviado ya algunos mensajes al programa; minucias, saludos, pedidos para el sordo Gancé o el Trio sin nombre. Pero hoy, si me permite, quisiera ser un poco menos adulona.

Desde que aquella profesora de historia recomendara su programa en clase, he sentido un profundo halago intelectual cada noche. Me he sentido parte de sus alegrías, sus tristezas, y también de sus broncas. He elogiado su lucidez, e incluso he decidido cantar Misa de Once como usted lo canta, convencida de que su padre encontró la más bella forma de transmitirlo.

Hace unos meses, un grupo de amigos y amigas viajó a Buenos Aires para asistir al programa; volvieron encantados, y recomendaron a aquellos que no pudimos acercarnos, no perdernos la experiencia. Esta misma tarde, los preparativos se han puesto en marcha.

No voy a ir. No quiero ir. Pensará usted cuál será la razón por la que una oyente fiel, evidentemente afín a su modo de pensar y sentir, no desee ir a conocerlos. Sucede que una mis cualidades, que paseo con desparpajo en las jornadas de mi vida, pesaría -en su foro- como un estigma: soy gorda.

Lo que viene a continuación, no es un reclamo por serlo, únicamente; es un modo respetuoso de hacerle ver cuán dañina es su postura al respecto. Cuando parodia las concepciones ético-morales de un sinvergüenza de barrio, de un atorrante, causan gracia por la construcción caricaturesca del personaje. El estereotipo adquiere fuerza, se antropomorfiza, y nos aplasta con su simplicidad y sentido común.

Lo mismo sucede con los señores de bermuda caqui, Graciela de Villa del Parque agradeciendo la "muuuucha paaaz" que siente, y hasta las viejas. Me he cansado de explicarle a mi madre (que lo tildó muchas veces de prejuicioso por eso) que cuando usted se refiere a una "vieja", señala un estado de ánimo; un incordio voluntario ejercido por estas personas al resto del universo, merced a herramientas tales como el monedero, suspiros o muecas desdeñosas, anécdotas insufribles, colonias de lavanda, etc.

¿Qué pasa con los gordos? No pasa nada. "Adelgace hoy mismo, usted que parece un chancho", es una gracia, un chiste, del que yo también me río. Pues es verdad que tenemos una hemeroteca repleta de dietas infructíferas, semillas en las orejas, y privaciones alimenticias en luna llena, esperando un milagro. Todo eso es cierto.

¿Qué pasa con las gordas? Somos señaladas de modo burlón. Estigmatizadas. Igual que "las feas". Fíjese: frente a la caricaturización de los otros personajes, cuyo discurrir actancial se nos presenta insoportable, las gordas somos señaladas únicamente por esa condición. La burla no es por lo intrínseco, sino por lo extrínseco. Usted se ubica en la fiscalía del universo, y nos condena culpables.

El día que la panelista de Gelblung dijo que "no saldría con un gordo", su discurrir fue perfecto, pero hipócrita. Acusó a la muchacha de utilizar el precepto "Todos los gordos son NO"; Alejandro, para usted "las gordas" y "las feas" son también NO. Y son objeto de escarnio. Dejamos de ser mujeres: somos, simplemente, "esas".

No estoy pidiendo que deje de hacer chistes en los segmentos de humor. Por supuesto que es gracioso el cuento de la señora que quiere volver a ponerse un vestido, 40 años después de haberlo comprado. Y desde luego que resulta maravillosa la imagen de sus lentejuelas, incrustadas en el escracho de los invitados a un convite.

No estoy hablando de eso. Estoy hablando de lo que puedo sentir yo acercándome a usted, sabiendo que su "feminismo militante" contempla únicamente a un modelo de mujer: la bella. Pero ha de saber que no todas podemos (o queremos) ser Jesica Cirio; no todas podemos ser "arrabaleras", avasallantes, morochas argentas como Natalia Lobo; no todas podemos conjugar la belleza y el talento de Karina Beorlegui, o tener la boca de Angelina Jolie. De más está decir que no todas podemos ser -¡qué pena!- Mercedes Sosa o Marie Curie.

Las que no entramos en el grupo de "aprobadas", tenemos un NO prematuro. ¿Qué pasa? ¿Es que las gordas no tenemos derecho a ser juzgadas por nuestros mejores versos? ¿Por qué se nos señala por una condición física, con mero ánimo burlón? Si un hombre inteligente como usted no puede darse cuenta del daño subrepticio que implican sus decires, ¿qué deja para los conductores de la mañana, los conductores de taxis, los chicos que aún van al secundario, o los muchachos del barrio?.

Quisiera acercarme a usted con el deseo de robarle una sonrisa. Quisiera que me mire como mujer, no como "gorda". Pero no porque pretenda hacerme su amante a la fuerza, y arrastrarlo hacia los yuyos para cosechar el beso que crece en la penumbra. Porque quiero poder hacerlo. Déjeme (a ver si le suena) "intentar acertar una palabra, o verso, que pueda conmoverlo".

Pero no estoy hablando de mí, aunque me utilice como ejemplo. Sepa que ya se sufre bastante en la calle, en una boutique, e incluso por la mirada de otras mujeres, como para que justamente usted avale ese menoscabo por una cuestión tan trivial.

Se lo digo porque creo que el programa mejoraría si se hicieran estas salvedades. Aunque usted escribe y canta "para levantarse minas", a mí me sigue interesando que La Venganza sea cada día más artístico, coherente, y lúcido, para poder recomendarlo con mayor alegría, si cabe.

Le encomendaré a alguno de mis amigos la misión de hacerlo firmar mi ejemplar de Cartas Marcadas, que me ha parecido extraordinario. Y lo seguiré escuchando por radio con enorme placer, como lo he hecho durante tanto tiempo. Pues, hasta ahora, parece ser el único derecho que usted me cede, para poder disfrutar de su arte.

Reciba un cariñoso saludo desde Córdoba.