Si el demonio pudiera renunciar a sí mismo, sería divino.
Si el hombre pudiera renunciar a él, sería hijo de dios.
Si el hombre pudiera dejar de usar la palabra como vestidura opcional que, cambiada no se lleva ni un átomo de piel ni de consciencia, hasta que se da cuenta que causa y efecto no coinciden : no sería un alma "muda", un alma "guacha", un inútil sufriente que hace sufrir...
Por ese pequeño suceso, la vida y dios nos tocan el hombro.
Unos se dan vuelta, y un fogonazo como un disparo, sin sangre ni dolor, los transforma, les devuelve la voz.
Otros, salivan su desprecio, maldicen,... y una máquina monstruosa en sus gargantas, matriz putativa de la verba y, la verba, simiente de su mal : no les "compra el alma", les programa la voz.
¡¿ Quién,...qué,... se limpia su mano sucia de desencanto sobre la piel desnuda de un corazón, de una consciencia puramente enamorada ?! Esa es la cuestión...
"Cualquiera que desencante
a un solo ser humano
por traición o por irreverencia
es culpable de todo.
Inocente como un pájaro
gráfico como una estrella
hasta una sugestión siniestra
que las cosas no son lo que son -"