Sus mensajes mienten la frecuencia en que aparecen. El último no estaba a la hora que aquí dice.
¿Cómo anda Lindor Covas, aún no volvió de sus cimarronadas?
Cuidado, puede no percibir lo que le extraen ( si es un lindo caballito criollo o un ceñudo torito )... En todo caso diré como Artigas “El día que me quede sin soldados los pelearé con perros cimarrones”.
Tal vez es lo que estoy haciendo.
¿Y si resulta un Isidoro Cañones venido a menos?
Se amarga la dulzura del abanico, se despliega como una cola de pavo real, para no ver las descamadas ampollas en el dorado rostro del Sol Naciente. Los ojos oblicuos en su plano inclinado se echan a rodar, esferas de cristales molidos...La cosa fina, la cosa fina puesta,...la envolvente seda no de otro país de otro planeta, vuelve a la centrípeta rusticidad.
El kimono sin una arruga aprendió la china gracia deslizante de la serpiente mansa; sin embargo, no hay ceremonia permanente ni cotidiana, para que el desuso japonés de lo rústico, haya saltado el escalón de la historia...
La ropa de piel abandonada al tacto de la intemperie,... cómo se escurre y se degrada, siente, la lujosa textura de la celebración.
Un brutal occidente... Las palmas de las manos, las plantas de los pies, la tensión vuelta horizontalidad en el ombligo que duerme - mas se ha escalado el vientre - Y allí, perdido el mapa de senderos bifurcados que traza los accesos, en su blanda carretera, de los labios...
Para dar por besos, palabras.
Para dar por significados, besos.
El abanico no seduce, el ritual del kimono no persuade.
En los ojos oblicuos, los iris pardos verdioro de alazanes destellos, dejan caer el perímetro alambrado, las pupilas de bardos fantasmales clausuran, sus círculares puertas de lunas nuevas.
La risa supo darles el sesgo gracioso de alas que rompen en vuelo, dos rayos de luz sobre el enigma del ventalle, a ras del muro la felina curiosidad acechante,... la lluvia, al columpiarse, por la mano del viento en la espalda del agua (en el cuaderno de la escuela sus rayitas la niña dibujaba).
Ojos que el descanso y la sensualidad el vislumbre de una luna blanca, del huevecillo de un sueño la membrana, dan ... Ojos que fueran tan felices... Se hallan como grietas en el suelo cegador del salitral de la pantalla...
¿Dónde están el hombre, el amigo, esa manta isotérmica constante poema de alegría ? Hasta las cuatro rayitas de los ojos asomaban su cabeza y la mía del poncho con sus pares aberturas... Abanico de fuego de la hoguera sobre el aire de la caverna, abanico de aire después racional, sobre la intensidad de la llama libre para hacer lo que era... Llama doméstica, con fe en su humanidad y también, en la humanidad que a mí - chispa animada de la imagen invertida de la cámara del cielo que es la estrella - me tendía ...