Había una vez alguien que llegó a una casa, cuyas formas parpadeaban como un diamante al sol. Era silenciosa, excepto por un ultrazumbido, semejante a alas de ángeles en el Hades y, grillos ensordecidos por el interior de cuevitas de escarabajos, tal vez matando o, el interior de terrones de escarabajos, tal vez muriendo. Supo creer que eran roces propagadores de luz. Y juegos, esos que hacen el amor, con tierna vanidad. Llegó inocente de espectar ignorancia y de expectar sabiduría. La casa dejó entrar a quien venía.
Pero la casa misma, no pudo ocultarle lo que intuía... La casa tenía un señor pero se alzaba en la comarca de otro señor, se alimentaba de su tierra. El espíritu de la tierra pidió un favor al espíritu de la casa : que dejara entrar a ese alguien, que le permitiera sus cosas y sus acontecimientos de braile y de morse, un eco para su voz, abrigo para sus eléctricos hijos. El espíritu de la casa aceptó con la condición de no molestar a la casa.
Ese alguien, calló lo intuido, por pudor, porque el acuerdo privado de los espíritus, desnudado, podría demostrar su bien o su mal y perder la inocencia. Ese alguien y ese intercambio de favores, tenían en común la inocencia.
Pero la casa mezquinó, traicionó, la hospitalidad comprometida. Tenía sus propias condiciones.
Había una vez, alguien que llegó, se quedó, habitó y al fin se marchó.
Llegó con una herida. Con otra herida, se fue.
Viyi el sábado, 24 de octubre de 2015 a las 05:44 PM
en La venganza será terrible del 23/10/2015 dijo: