Los barquitos abandonan este puerto, las noches del viernes; a veces, también sus centinelas...¡ Qué silencio hay en el muelle ! Hablar en la capitanía, crea la ilusión de lo omnipresente; también de que se habla del mismo capitán.
Será cierto, si lo es que el navegante es el trozo que deriva o sigue la brújula y la estrella, buscando la integridad del continente del que se ha perdido o desprendido y, al que pertenece - ya lo dijo alguien, no somos islas -
Si este puerto es faro de ese continente, entonces, como los delfines, a un llamado descriptible como de la garganta del océano, se lanzan estas noches a la fascinación del elemento de libertad que coexiste con la exploración.
¿Y si no siempre pudieran volver y, si no siempre evitasen confundir el continente, la luz del faro ( porque no son estudiosos de las fuentes lumínicas, ni las geografías tectónicas ni las geografías del alma )...?
Como imán y limadura, este puerto-continente con el nombre del capitán. Como imán y limadura el océano y ellos, otras costas, otros mapas, para los que siguen luces, aún alumnos (a-lumnos = sin luz ).
El lenguaje de los delfines atrae como algo ancestral, pero también maravillosamente nuevo. ¿Qué están diciendo? - uno se pregunta. Pero uno sabe, que se lo dicen y sucede aquí y ahora, en uno, para uno.
"No preguntes por quién doblan las campanas, doblan por tí".
Uno para todos, todos para uno.
¡ Ey, alguien sabe dónde está el capitán ! Sólo quería decirle, queríamos decirle, que lo quiero, que lo queremos. Es necesario que hablemos.
Los continentes también pueden desaparecer.
Con fuerte lazo de empatía, ¡ buenos días fantasmas de la estratosfera ( con o sin tilde ) compañeros de la biosfera del capitán ! Y no navegamos el Mar Caribe.