Y siempre, detrás de todas estas ideologías y pensamientos, el germen, la semilla del totalitarismo. Adherir a un pensamiento (más si este es duro), incluso a una metodología, no es inocuo, tiene consecuencias. Detrás se esconde el abyecto, furioso en su afán de dominar, aunque más no sea conceptualmente, de superar, de imponerse, de ser más. "Yo tengo razón" (su razón), dice, "la historia me avala" (su versión), dice, "la lógica", "la ciencia" (su saber), "la verdad" (¿cuál?), "la realidad" (...), etc. Pero en sus ojos hay furia, un brillo que late. Su alimento es la confrontación y el conflicto. Cada batalla ganada le permite crecer. Y un día inevitable cae, se da cuenta que no era nadie ni nada. Y como Sísifo, en humildad, puede volver a empezar.