Mariano, es cierto: soy un usuario reciclado; no puedo revelar mi identidad por motivos ajenos a mi conocimiento. («Krank vor Liebe» significa «enfermo de amor», el nombre de una canción pop alemana que grabó Max Raabe con su Palast Orchester, gente que sugiero oír alguna vez por motivos de excelencia artística. No, no son partidarios de AfD; diría que todo lo contrario, ya que hacen homenaje al repertorio de artistas que el nazismo persiguió y prohibió por producir «Entartete Kunst», arte degenerado. Algunos de ellos son amigos de LVST: Bertolt Brecht, Kurt Weill, Fritz Kreisler.)
Mariano, prefiero hablar del conocimiento científico y su método en lugar de ciencia (esta palabra, que parece siempre escrita con mayúscula, sugiere un cuerpo colegiado de tipos que hacen congresos para imponer qué es verdad y qué no lo es; el conocimiento científico, en cambio, avanza torpemente, es revisado por pares, duda metódicamente de sí mismo, se autocorrige, a veces sufre crisis y se detiene por décadas, como sucede con la dificultad actual de integrar la teoría de la relatividad general con el modelo estándar de partículas, etcétera). Por otra parte, el conocimiento científico puede decirnos cómo funcionan las cosas y cómo podemos intervenir para modificar la realidad, pero no puede decirnos nada sobre si nuestros actos son buenos o malos por sí mismos (para eso están los psicoanalistas, los doctores y licenciados en estudios de género y subjetividad que curran en el CONICET, los tarotistas, las autoridades de APTRA que entregan el Martín Fierro y los remiseros).
A propósito de enroscadores de víboras y gurúes infalibles, Mariela, intenté escribir algo sobre el psicoanalista y ahora filósofo Jorge Alemán (alguien que comprendió que el negocio más rentable de la actualidad es vender las palabras exactas que el público mediopelista desea oír para entrenar sus sesgos de confirmación); me sorprendí escribiendo los mismos lugares comunes que pretendía criticar. El iluminismo progre es un viaje de ida; conviene tratarlo como una enfermedad peligrosa, transmisible por vía cultural.
No suscribo la grieta porque es una obra de ingeniería social dedicada a fabricar indignación, que es el motor de las redes sociales. (La satisfacción y la calma casi no producen casi interacciones, y sin miles de millones de interacciones no hay negocio para Parag Agrawal et al; además, ¿cómo harían para poner y sacar gobiernos a voluntad desde Twitter sin ese feedback instantáneo?)
Descreo del antagonismo izquierda/derecha en Argentina; hasta donde puedo ver, los actores principales de la política nacional son por lo menos liberales, en el sentido más honesto de la palabra (obedecen a una Constitución de origen liberal, aceptan y promueven el capitalismo como sistema de producción dominante o único, se cortarían un brazo antes de poner en duda la sacralidad de la propiedad privada, evitan la intervención fuerte del Estado en casi cualquier orden, etcetera). La autoproclamada izquierda solo parece serlo por contraste con la ultraderecha genocida y por su afecto anacrónico a la «Canción con Todos», esa de la cintura cósmica etcétera. («Para que nunca más vuelva la derecha», dicen como si gobernara Xi Jinping). En su burbuja cognitiva, están convencidos de que John M. Keynes era estalinista.
Solo me queda decir dos palabras: qué sé yo.