Notable la felicidad de Dolina cuando se pone a hablar de música en un sentido técnico (en este caso, sus observaciones sobre el formalismo ruso, la música programática, la doctrina Jdànov, el atonalismo, etcétera; me gustaría que lo hiciera más a menudo y con mayor profundidad); no por nada dijo después que el estudio de acordeón fue lo más parecido a la educación que recibió en su vida.
Dolina omitió aclarar que el Vals N.º 2 es una humorada de Shostakovich, que compuso un gran vals vienés condenable por formalista y programático solamente para arruinarlo con la introducción de un trombón tocado al estilo circense; de hecho, es una pieza de la Suite de Jazz N.º 2 que —previsiblemente— no contiene ni una sola estructura tonal o melódica de jazz. Esa broma hubiera sido muy del agrado de Satie.