Mariela, es bueno tener noticias de vos. Gracias por alegrarme el día con tu mención de «La conversación infinita»; tenía algunos motivos para ejercer una santa indignación, pero ninguno tan grave como ese.
LA CONVERSACIÓN INFINITA
ALEJANDRO DOLINA 🇦🇷 (1944)
DARÍO SZTAJNSZRAJBER 🇦🇷 (1968)
Y a ustedes, ¿Qué los hace felices? Nos leemos.
Encontré rápidamente la publicación (en Facebook, naturalmente, en una cuenta sobrepoblada de seres de luz), así que me vi en la obligación moral de crear un usuario solo para expresar mis sentimientos con un GIF animado. (Sí, con este.)
Me gustó la respuesta de Ciudadano32 sobre una hipotética moral de la inteligencia artificial (por el momento imposible, al menos en el sentido de una propiedad emergente del sistema); me interesa también la ingente operación mental de humanización que estamos haciendo con la IA generativa (en especial con ChatGPT, que logró imponerse comercialmente como sinónimo de esa tecnología). Como todos saben, mucha gente le pone nombre, la considera su mejor amiga, y hasta hace terapia con ella. (No tengo la menor intención de hacerme el cínico ni de burlarme: esa humanización es una respuesta emotiva previsible, esperable y hasta buscada; sí me molesta el silencio absoluto de quienes podrían decir algo importante sobre los peligros potenciales de alentar esa delusión.)
Martha Elda Bernal: creo que casi todos considerábamos imposible una sociedad artística entre Dolina y Sztajnszrajber (insisto en que si se llamara Pancracio Gómez y se bañara, sería vendedor de churros); sin embargo, sucedió. Siempre sospeché que, entre los innumerables sueños húmedos de Dolina, destacaba el de ser recibido con alfombra roja en círculos académicos que en el fondo lo despreciaban; no le importó que para eso tuviera que humillar públicamente a compañeros que lo bancaron gratis durante años en radios pseudomilitantes de ínfima categoría. Quizá Sztajnszrajber le pareció la puerta de entrada a ese Parnaso atorrante donde todos se caen de culo al enterarse de que Dolina insertó una monografía sobre la proporción áurea exactamente en el 62 por ciento de uno de sus libros.
«OLGA». No hay derecho.
A propósito de posmodernismo, deconstrucción, inclusión forzada, etcétera, creo que el experimento social a gran escala de American Eagle («Sydney Sweeney has great jeans») tiene su interés, si uno se decide a considerarlo una provocación completamente intencional. Detesto que algunas causas de gran interés social jamás cuenten con estrategias de comunicación como esas.