Ya que mencioné al Sordo Gancé, quiero dejar constancia de cuán presente estuvo Dolina por aquí.
En mi ciudad ensayaba una banda aún sin nombre, recién armada por prueba y error (ese proceso darwiniano aplicable a las bandas que aspiraban a tener algún éxito comercial que permitiera a sus integrantes vivir de eso, o al menos pagar la luz y las expensas); sonaba muy mal. En ese tiempo no sabíamos que esos ensayos que duraban demasiadas horas eran contraproducentes; al final se cometían errores que no ocurrían al principio, los músicos querían irse a cualquier parte, el humor era pésimo, etcétera. En el medio de un tema, el tecladista paró en seco y dijo: «Loco, esto está sonando como el Sordo Gancé» (naturalmente, aquel Sordo Gancé del teclado polifónico Don Ernesto, que se tocaba con un solo dedo: este); absolutamente todos comprendieron al toque la referencia, y la banda terminó llamándose Los Arnaldos. Ignoro si Dolina se enteró alguna vez de ese arduo homenaje; supongo que no le hubiera hecho mucha gracia, pero en el fondo era una demostración de afecto.