Transcripción automática
0:00:00 Vamos a hablar esta noche acerca de la lucha contra el dolor en la medicina.
0:00:07 Qué otra cosa es la medicina sino una lucha contra el dolor.
0:00:12 Así que vamos a hacer un catálogo o una recorrida a través de las épocas y las culturas
0:00:19 para ver qué es lo que hizo el hombre para que le doliera menos.
0:00:23 Yo tengo aquí un machete preparado con letras muy chiquitas.
0:00:27 Yo me mandé uno desde mi casa también con letra más grande, pero no ha llegado.
0:00:37 Esta lucha, la lucha contra los mensajes que no llegan.
0:00:44 No, quiero decir, la lucha de la medicina contra el dolor tiene lugar siempre en unas vidas dolorosas.
0:00:53 Recuerde que en la historia bíblica el castigo divino contra Eva fue la condena a sufrir terribles dolores en el panto.
0:01:04 Pero la vida toda está llena de dolores.
0:01:07 Y me dirá que esa es una concepción poética del asunto y que un dolor de muela se salga bien distinto de un padecimiento del alma.
0:01:17 No estoy tan seguro.
0:01:20 Cada sociedad ha utilizado distintos artificios para suprimir el dolor.
0:01:29 En el siglo primero después de Cristo por instalarnos en cualquier lado.
0:01:34 Cada vez que había un parto, sí aconsejaba distraer a la parturienta y entonces se armaban algunas escenas.
0:01:43 Nuestro amigo Apoloño de Tiana recomendaba introducir una liebre viva en el local donde había de ocurrir el parto.
0:01:54 Para que la liebre corriera, diera saltos alrededor de la mujer, clíneo, también hablaba de esta técnica
0:02:03 que consistía básicamente en entretener a la víctima del posible dolor.
0:02:11 Como si el dolor fuera una cuestión de concentración o de distracción.
0:02:15 Como si no pensar en el dolor terminara con el dolor.
0:02:20 Incluso en España ponían una liebre viva entre los senos de la parturienta.
0:02:27 A veces llamaban también a cantores y músicos, no ya para ponerlos entre los senos de la parturienta,
0:02:37 sino para que cantaran canciones y entretener.
0:02:42 No se hacía ninguna aplicación física.
0:02:47 Eran todas terapéuticas casi psicológicas para tratar el dolor,
0:02:56 tratar de distraer la psique hacia otro foco de atención.
0:03:01 Por ejemplo los músicos, los cantores, los hactores y las liebres entre los senos.
0:03:08 Más tarde, pero mucho más tarde, San Alberto Magno, pensó para aquellos dolores una receta bastante pintoresca.
0:03:17 Se debían tomar partes iguales de caracoles rojos y de romero.
0:03:22 ¿Qué tal romero? ¿Cómo están?
0:03:24 Luego desmenuzarlos. Después había que dejarlos en una caja de plomo cerrada, rodeada de estiércol de caballo.
0:03:33 Y durante el parto se disponía toda esa porquería en el cuerpo de la mujer.
0:03:39 No te sé que en aquella época el 30% de las mujeres fallecía de fiebres o infecciones al dar a luz.
0:03:49 Sin embargo, de ningún modo era disminuida por la aplicación de esta bosta en el cuerpo.
0:03:56 Se usaban también durante las operaciones brasaletes mágicos, anillos, piedras, cosares, todo tipo de amuletos contra el dolor.
0:04:05 Y tan generalizado estaba este uso que en el año 1600 el Concilio de Burdeos
0:04:12 prohibió aquellas prácticas por considerarlas supersticiosas.
0:04:19 Hablemos de las sustancias usadas para calmar el dolor.
0:04:25 Ya los humerios, los chinos, los hindúbes y los escripsios,
0:04:30 conocían las virtudes de la mandrágora, del opio, del velenio,
0:04:35 que se utilizaron incluso en Europa para adormecer al paciente antes de alguna circunstancia dolorosa.
0:04:43 Shakespeare mismo se refirió a estos remedios en hotelo y Jagodice,
0:04:50 ni amapola ni mandrágora ni todas las posiones adormecedoras del mundo, te procurarán nunca dulces sueños.
0:05:00 Pero era otro el dolor el que quería calmarse.
0:05:05 Se recurría también a las sangrías para producir agotamiento y poner así al paciente
0:05:11 en condiciones de que no sintiera el dolor que se les llegaba a causar, por ejemplo, en una operación.
0:05:19 Las sangrías se hacían con sangrijuelas,
0:05:23 creían que si te sacaban sangre se producía una especie de sopor
0:05:29 y uno era insensible a los dolores.
0:05:32 Pero tanto ese remedio como otros muchos no producían mucha insensibilidad.
0:05:40 Vamos, no servían para suprimir ni siquiera los movimientos involuntarios de los músculos
0:05:47 cuando uno le duele algo, cuando te están haciendo una operación,
0:05:51 no solo se trata de que no te duela, sino de que no empieces a moverte
0:05:56 cuando un te hipó te corta, por ejemplo, el pescueso.
0:06:02 Quien utilizó en proporciones enormes los específicos provenientes de la amapola para evitar dolores
0:06:10 fue nuestra amiga Josefina, la primera esposa de Napoleón, ya mucho más cerca de nuestro tiempo.
0:06:17 Josefina tenía la dentadura podrida y fue perdiendo sus dientes de a poco.
0:06:25 Para que la gente no se diera cuenta de las bajas producidas en sus ejércitos dentales,
0:06:32 la mina empezó a usar pañuelos, abanicos, se hizo una persona más circunpecta,
0:06:40 es decir, se rió mucho menos, pero como también le dolían mucho los dientes, tomaba ospio.
0:06:46 Y tomaba tanto ospio que se dormía en el teatro, en las ceremonias, había que se acudir.
0:06:54 A principios del siglo XIX había un dentista americano, Horace Wells,
0:07:06 que empezó a estudiar algunos caminos diferentes para suprimir el dolor de sus pacientes.
0:07:12 Empecé a trabajar con unos anestésicos producidos en laboratorio
0:07:19 y ya existía en aquel tiempo el óxido nitroso, que era un gas que había sido estudiado por Campree David,
0:07:25 en el año 1800. Se lo llamaba gas hilarante porque inducía una curiosa alteración.
0:07:34 La gente se reía y se reía hasta el agotamiento. Por ello razón se lo usaba inclusive en las cremeses,
0:07:44 en los parques de diversiones, en las ferias, en las fiestas. Siempre había algunas barracas donde el público, por diversión,
0:07:51 inhalaba aquel gas o si no se divertía mirando lo que les pasaba a quienes lo inhalaban.
0:07:59 Y, bueno, todos hacían toda clase de tonterías y hasta que caían redondos.
0:08:07 Un día, mientras el dentista Wells paseaba por una de esas ferias,
0:08:13 se arvejó una pelea entre dos hombres que habían inhalado gas. Uno de ellos le pegó al otro un golpe en la cabeza tremendo
0:08:20 y el perjudicado continuó riendo, o sea, carcajada. No mostró sensación alguna de dolor.
0:08:27 Wells comprobó enseguida el afecto anestésico que tenía este gas
0:08:34 y empezó a utilizarlo en su consultorio. Primero lo hizo sobre su propia persona,
0:08:40 se sacó una muela y no le dolió. Se presentó entonces en la Facultad de Harvard para explicar el hallazgo.
0:08:49 Pero allí los dentistas eran tenidos en menos y les abotearon la prueba.
0:08:54 Parece que Wells llamó a un estudiante de medicina que sufreció como voluntario,
0:08:59 pero después ni bien lo tocó, empezó a los gritos y a hacerse el desmayado.
0:09:06 En fin, al final, Wells fue expulsado y terminó consolándose de sus aventuras,
0:09:14 tomando este gas, este oxido nitroso todo el tiempo y andaba así por las calles de New York hecho un sombre.
0:09:21 En el año 1848, en una riña callejera en Broadway, Wells le tiró ácido a unas prostitutas
0:09:30 que agredían un mendigo que él quiso defender y se lo llevaron preso.
0:09:35 Y así, entre rejas de ser perado, escribió dos cartas trágicas.
0:09:42 Uno para pedirle perdón a su mujer por lo que se disponía a hacer y otra dirigida al país
0:09:48 para exponer que la causa de todos sus males era haber logrado vencer al dolor.
0:09:53 La continuación inhaló oxido nitroso de un frajo que llevó a escondido,
0:09:59 se tendió en el calaboso y se cortó la arteria femoral para desangrarse sin padecer.
0:10:07 Tenía 33 años.
0:10:10 Ahora bien, había un señor llamado James Young Simpson,
0:10:17 un profesor de obstetricia de la Universidad de Daimburgo.
0:10:24 Simpson era un estudiante genial que pese a las privaciones de todo tipo en su vida personal,
0:10:30 había obtenido su grado de cirujano en los 19 años y su título de doctor medicina antes de cumplir 21.
0:10:38 Según cuentan, parece que le impresionaba mucho el sufrimiento ajeno
0:10:43 y estuvo a punto de abandonar la carrera cuando lo llevaron a presenciar las escenas del amfiteatro operatorio,
0:10:52 con los gritos y los padecimientos de los pacientes.
0:10:56 Durante mucho tiempo estuvo haciendo experimentos sobre sí mismo,
0:11:00 con varias sustancias en busca de algo que pudiera producir un estado de insensibilidad
0:11:10 suficientemente largo, suficientemente inofensivo y completo
0:11:16 y en muchas ocasiones se arriesgó de tal manera que no se murió de pura casualidad
0:11:22 hasta que en noviembre de 1847 descubrió el cloroformo como agente anestésico.
0:11:30 El célebre químico francés Dubois había estado trabajando en la síntesis del cloroformo
0:11:36 y cuando se enteró de los experimentos de Simpson le mandó un frasco, le mandó.
0:11:41 Simpson lo probó de marear a Curiosa, parece que invitó a cenar a dos colegas
0:11:47 y después de la cena decidieron hacer un ensayo a Inomars.
0:11:52 Llenaron de cloroformos sus vasos y empezaron a inhalar los vapores.
0:11:59 Le empezaron a sumbar los oídos, empezaron a hablar macanas, dejaron de coordinar los miembros
0:12:07 y pronto se desplomaron. Por suerte estaban a señora Simpson,
0:12:12 ahí entró los, encontró a las 13 minencias en el piso y sin conocimiento.
0:12:20 Por suerte habían inhalado relativamente poco cloroformo
0:12:24 porque en caso contrario hubiera sido una tragedia más que un descubrimiento.
0:12:28 Ya recuperado Simpson quedó encantado con estos resultados
0:12:33 y comenzó a utilizar el cloroformo con sus pacientes.
0:12:36 Ninguno sufrió dolor y los cirujanos pudieron desde ese momento llevar a cabo operaciones
0:12:44 con cuidado y tranquilidad y la humanidad fue feliz para siempre.
0:12:49 Como bien sabemos.
0:12:52 Va, le siguió doliendo a la humanidad pero menos.
0:12:57 Algunas de las cosas que tomaban en el siglo pasado como el opio eran realmente peligrosas.
0:13:05 Quien tomaba mucho opio justamente a causa de sus dolores era el general San Martín.
0:13:11 Sus enemigos aprovechaban para indicarlo como piómano
0:13:16 pero ciertamente él tenía unos padecimientos en el estómago, unas úlceras o algo por el estilo.
0:13:23 Los dolores no cesaban y efectivamente tomaban opio.
0:13:27 Fácil sería para un poeta decir hasta altura de la charla,
0:13:34 ay, ojalá alguien inventara un cloroformo para los dolores del alma.
0:13:40 Primero que a lo mejor ya existe eso.
0:13:45 Y segundo que los poetas que trabajan de esa manera son poetas de cinco pesos.
0:13:53 Así que evitemos pasar por allí.
0:13:59 Podría yo contar que tengo dolores, que blá, blá, blá.
0:14:07 Pero prefería contar otras cosas.
0:14:11 Hay un pequeño cuento que se llama algo así como el infierno de los infelices.
0:14:22 La palabra no me sabe, no es infelice.
0:14:25 Y es así.
0:14:27 Llegan unos tipos a los infieles.
0:14:31 Entonces los meten en una pieza, lo dejan ahí solo.
0:14:37 No lo dejan ver a Dios por supuesto, no lo dejan.
0:14:41 Pero los tienen ahí.
0:14:43 Entonces los tipos empiezan a decir que en realidad el peor de los sufrimientos es no poder ver a Dios.
0:14:52 Y después empiezan a decir que el peor infierno está en el interior de nosotros mismos.
0:15:01 Y que la soledad y la angustia construyen un infierno que es mil veces peor que la llama.
0:15:09 Y que el sufrimiento moral es peor que el físico.
0:15:12 Y en ese momento aparecen unos demonios y lo meten en el verdadero infierno.
0:15:17 Que son unas llamas donde los tipos se queman y ahí comprenden cuál es el verdadero dolor.
0:15:24 Digo para eso que sufren por amor y dices, ah, estoy sufriendo tanto.
0:15:32 Nadie sabe lo que es.
0:15:33 Nada como mi sufrimiento.
0:15:34 Nada como mi sufrimiento dice un pequeño burguesa dinerado.
0:15:37 Aquel lo dejó la novia.
0:15:39 Bueno, bueno, muchachos.
0:15:45 Hablamos el otro día, sí, eso sí, de la capacidad de perseverar en los dolores profundos,
0:15:57 aún en los momentos de mayor diversión y risa, ¿no?
0:16:03 Se acuerda ya en Madrid cuando hablábamos de esos tipos que por ahí tocaban timbre y salían corriendo
0:16:11 y andaban a las risas por ahí y se miraban.
0:16:15 Y había una estrellita en el ojo de los amigos que al mirarse muertos de risa
0:16:25 y viviendo esas pequeñas felicidades de las fiestas,
0:16:32 decían cómo nos estamos riendo, hermano mío,
0:16:37 pero atención que no me olvide de nada.
0:16:42 Aquí hemos de dedicar este catálogo.
0:16:46 A mí me gusta el pobre de Antista Wells, el químico du Guá,
0:16:50 todos los que han luchado contra el dolor y a los que se han aguantado el dolor, ¿no?
0:16:56 Sintiéndolo.
0:17:00 Y a veces convirtiendo ese dolor en piezas de arte y de amor.
0:17:09 Eso no está mal, eso no está mal.
0:17:13 Cuando se publicó la novela Las Dejenturas del Joven Berter,
0:17:21 que famosamente escribió Guete y que es la historia de un muchacho que se suicida por amor,
0:17:27 la novela se puso tan de moda que algunos infelicen, pues, empezaron a suicidarse.
0:17:32 Y Guete se indignó porque decía que el arte consistía en lo contrario,
0:17:37 evitar el suicidio y convertir el dolor en una novela.
0:17:42 Y no, él era una novela para después suicidarse.
0:17:48 Yo creo que es una actitud enoblexa,
0:17:56 convertir el dolor en algo que resulte en bien de los demás.
0:18:02 Hemos ido a la discoteca
0:18:08 y me dijo el discotecario que todas las canciones que hacía había eran hijas del dolor,
0:18:17 ya que de la felicidad y especialmente de la banal felicidad de los sentidos satisfechos,
0:18:26 poco puede sacarse.
0:18:28 Entonces me dijo que todas las canciones que él tenía eran canciones que eran hijas del dolor.
0:18:35 Y me recomendó esta especialmente, que evidentemente sale el dolor más que nada por el título,
0:18:43 que se llama, Hay de mí.
0:18:47 Hay de mí es una hermosa canción, una hermosa y breve canción,
0:18:54 que incluso está en alguna película y que canta ahora mismo para nosotros
0:19:01 con un dolor que es también felicidad para los demás, para quien la recibe en forma de arte.
0:19:09 Hay de mí por Ignacio Corsini ahora mismo.
0:19:39 Hay de mi corazón, donde está la que espero.
0:19:49 Trenzas de sombra y un moño azul en el pelo.
0:19:59 Corazón, hay de mí, hay de mi corazón, se perdió y no la encuentro.
0:20:09 Rueda entre nubes la luna, adentro de la laguna.
0:20:29 Sombra de plumas, niebla flotando en el río.
0:20:44 Corazón, hay de mí, hay de mi corazón, se erraza un pelo olvido.
0:20:57 Luz en mi noche, mocho de amor en el frío.
0:21:07 Corazón, hay de mí, hay de mi corazón, donde está su camino.
0:21:17 Rueda entre nubes la luna, adentro de la laguna.
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