¿Amar a los que quieren matarnos? ¿Por qué no? Lo hizo Jesús, y Gandhi murió bendiciendo a su asesino. ¿Por qué no va a poder hacerlo ud? Vamos, hombre, no se tire a menos…
Amigo Norberto: entiendo perfectamente sus cuestionamientos. No, no le diría a Himmler, ni a Hitler llegado el caso, que estoy de acuerdo con ellos. Pero podría llegar, a partir del amor, en caso de alcanzar el estado espiritual de X (del cual estoy muy lejos), comprender sus estados mentales y los motivos que los impulsaron a actuar de la forma en que actuaron, y sentir verdadera compasión por ellos, viendo claramente el sufrimiento que su accionar lleno de odio necesariamente deberá acarrearles. También podría (y me resultaría más fácil) hacer lo mismo con millones de anónimos ciudadanos alemanes que vivieron en esa época, que llevaron y sostuvieron a Hitler en el poder, y que veían en él a un gran estadista y líder, cuyas ideas y acciones eran dignas de ser seguidas hasta las últimas consecuencias.
Afortunadamente los alemanes de hoy, en general, han sabido extraer la enseñanza que les dejó ese período tan oscuro de su historia y, en general, están sinceramente arrepentidos y no dejan de pedir al mundo disculpas y de tratar de reparar lo sucedido, hasta donde es posible. Esa experiencia nefasta los ha hecho, en general, crecer y madurar espiritualmente.
Es cierto que en la superficie, muchas personas que catalogamos como “malas” tienen una vida aparentemente feliz, tiene familias, tienen perros (me gustó ese detalle) y mueren pacíficamente. Y se podría agregar que, inversamente, muchas personas que catalogamos como “buenas” llevan vidas miserables, llenas de privaciones, dificultades y sufrimientos.
Es verdad: la vida, EN LA SUPERFICIE, y tal como podemos juzgar actualmente a partir de nuestros limitados conocimientos y nuestra limitada capacidad de razonamiento, es injusta.
Al respecto sólo podría decir lo siguiente: nuestros limitados sentidos corporales, unidos a nuestro limitado intelecto, nos dan una idea imperfecta, relativa y obviamente limitada del mundo que llamamos “material”, de la superficie de la vida. Créame que hay un océano debajo, que la mayoría de nosotros aun no comenzamos siquiera a atisbar. Los grandes maestros espirituales bucearon en ese océano, llegaron al fondo, y nos impulsan a nosotros a hacer lo mismo, para así resolver el enigma de este universo regido por leyes tan perfectas por un lado, y tan absurdo e injusto, aparentemente, por el otro.
Nuevamente digo, junto con X (y junto con Jesús, y con Buda): sólo creciendo en amor podremos empezar a ver con claridad en esta nebulosa.